OPINIóN
Análisis

Los consejos para Kulfas del padre del Plan Gelbard

La "administración de la recesión" tiene un instrumento ineludible: poner, vía emisión si no hubiera otra alternativa, los recursos para evitar el corte de la cadena de pagos.

Carlos Leyba
Carlos Leyba | Néstor Grassi

El contagio del coronavirus se produce si lo vamos a buscar. La cuarentena es inevitable. La recesión también. Menos trabajo, menos valor agregado y menos bienes, es el clima económico asociado al sanitario. El gobierno anunció una cuarentena administrada. Algunos deseamos una “recesión administrada”.  

A la recesión con que comenzó 2020 le agregamos la decidida vía sanitaria. Prohibición de trabajar y de producir y agregar valor. Bloqueo físico de canales, por donde normalmente fluye el dinero blanco o negro. ¿Cómo salir sin vulnerar la cuarentena? ¿O cómo “administrar la recesión” para reducir su impacto socialmente negativo?   

Matías Kulfas (G20) señaló que el coronavirus provocará una caída del empleo y la producción sin precedentes. Dijo que necesitamos - referido a lo global - “solidaridad para evitar que la crisis destruya las capacidades productivas" y "preservar el capital organizacional de las empresas”. La solidaridad es un bien ex -mercado, es decir, producto de un contrato. Economía contractual. Economía de control. También inevitable. “Administrar” la recesión para “evitar la destrucción de las capacidades productivas”; “preservar el capital organizacional de las empresas” cuyo primer elemento, no el único, es “el empleo”. Sin esa preservación administrada tendremos un futuro de pandemia decadente.

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Es que a la gigantesca fuga de excedentes (capitales) de los últimos años, si no preservamos o “administramos la recesión”, le agregaríamos la desorganización, desarmado y desaparición,  de nuestras estructuras productivas urbanas. Podrán subsistir las “actividades esenciales”, el agro, la alimentación, etc. Sin esa estrategia de preservación, sin la “recesión administrada”, el coronavirus, habrá completado la destrucción del tejido industrial llevado a cabo sistemáticamente desde 1975 hasta nuestros días.

Lo que hemos construído en 45 años es una “economía para la deuda”. No podemos vivir sin producir y consumir al mismo tiempo. En ese modelo el agro, la minería, el petróleo, son postuladas para pagar la deuda estructural. Es el modelo primario exportador y pagador. Pero con 40% de pobreza y ejercito de trabajo en negro y la Administración Pública como seguro de desempleo carísimo y la sombra de la deuda social: 4200 Villas. La propuesta de Kulfas (“preservar las capacidades productivas”) nos incluye y supone futuras decisiones de política económica que no deben demorarse. Tal vez estará al parirse un programa de “recesión administrada”.

Nuestra urgencia es gigantesca. Obliga a decisiones heroicas y urgentes antes que “las capacidades productivas” se destruyan y se conviertan en una cadena de incendios sociales muy difíciles de combatir. Los cimientos vienen erosionándose hace décadas y “sin administración” no podrán resistir el embate recesivo de la pandemia. Nuestra radiografía identifica, pobreza futura - en cabeza de los menores de 14 años – muy superior al 40%; co una tendencia histórica (1975/2019) de crecimiento del PBI por habitante de 0,58% anual. A esa tasa de crecimiento el PBI por habitante se duplicará en 120 años. El empobrecimiento sería dramático.

La deuda externa si no la renegociamos “muy largo y muy barato” nos condenará al default lo que sería hundirnos un poco más en el pozo. Una economía estancada y en alta inflación. El desempleo es de 9% (2 millones de personas). El capital fuera del sistema supera los 300 mil millones de dólares. En economía las malas apestan. Los culpables son las ideas. Las visiones infantiles del mundo sostenidas por la economía vudú desde hace 45 años.

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¿Cómo administrar la recesión para no agravar el presente y no cancelar el futuro?    

Resolver un problema consiste en encontrar una solución que genere un problema menor que el que se ha resuelto. Hoy lo peor es “destruir capacidades productivas”, “desorganizar el capital e incrementar el desempleo”. Todos los problemas que se generen, para evitar ese mal mayor, son menores.

Ni quiebras ni despidos. Unidades de producción paralizadas sin desempleo. ¿Cuánto tenemos por delante, dos meses, tal vez tres? ¿La parálisis liberada de a poco? Administrar también la salida de la recesión, con un protocolo racional, es parte de la recesión administrada. El voluntarismo irresponsable de pensar que sin la directa intervención del Estado, los pagos fluirán como si todo fuera normal, es suicida. En la Argentina hay 15,5 millones de asalariados y 2 millones de desocupados. Los registrados son 10, 8 millones y “en negro” 4,8 millones. De los registrados 3,6 millones son empleos públicos.

El problema del trabajador en negro, salvo aquellos que están trabajando en actividades esenciales (agro,etc.) y otros cuyas remuneraciones dependen de la solidaridad de sus empleadores (personal doméstico), no superaría los 3 millones de personas a las que debemos sumar los desocupados (2 millones). Ese conjunto sólo puede ser abastecido por el área social lo que ya en parte se está llevando a cabo. Lo que sí está pendiente, con enormes repercusiones directas e indirectas, es el pago al conjunto de asalariados registrados en áreas no esenciales privadas que alcanzan a aproximadamente 4 millones de personas. El mercado no podrá hacerse cargo con solvencia de esas remuneraciones.

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La política de créditos con plazos y tasas de interés, por negativas que sean, enfrenta un gigantesco problema de delivery que conspira contra la urgencia y la universalidad que, más allá de los lógicos problemas de la “carpeta” empresaria, no son responsabilidades del trabajador al que el Estado lo obliga a no trabajar.

Ese eslabón de la “cadena de pagos” no se debe interrumpir y si ocurriera tendríamos una catástrofe. Quién no vende, finalmente, no puede hacer otra cosa que cortar la cadena de pagos incluyendo al Estado. La “administración de la recesión” tiene un instrumento ineludible: poner, vía emisión si no hubiera otra alternativa, los recursos para evitar el corte de la cadena de pagos. Única manera de preservar la organización del capital.   Más allá del porcentaje de cumplimiento en marzo – ocurridos con el supuesto que “esto no va a durar” – la legión de los que no podrán “pagar” incluirá a la inmensa mayoría de las unidades productivas no esenciales.

La decisión heroica es anticipar la solución. No hacerlo significará hacerlo mal y tarde, caro e irreparable. Esta decisión incluye otras que atienden a la “administración de la recesión” y suponen controles de precios y salarios. Es que “el gobierno intervendrá para asegurar el correcto comportamiento del sistema de precios”; es “irrevocable la decisión del gobierno de combatir los aumentos de precios en el sector minorista”, “la experiencia de otros países demuestra que no es incompatible …el mercado libre con la acción (de) gobierno ante la deficiente comercialización … de productos básicos” (18/1/1968).  

Estas no son palabras del dirigista José Gelbard sino del  liberal Adalbert Krieger Vasena. Los defensores de la infalibilidad del mercado deberían hacer memoria y aprender que, en estas condiciones, el mercado no optimiza. Recesión administrada, economía de control.

(*) Economista y uno de los arquitectos del Pacto Social de 1973.