OPINIóN
Columna

El profesor Alberto Fernández

En los últimos días se ha hablado mucho de la actitud docente del Presidente. Bien vale la ocasión para recordarlo en su rol de profesor universitario.

Alberto Fernández, en conferencia de prensa. Prórroga de cuarentena.
Alberto Fernández, en conferencia de prensa. Prórroga de cuarentena. | Prensa Presidencia

En los últimos días se ha hablado mucho de la actitud docente del Presidente en su exposición y posterior conferencia de prensa del viernes pasado. Bien vale la ocasión para recordar a un ignoto Alberto Fernández en su rol de profesor universitario.

En 1987 me inscribí sin mucho entusiasmo en la carrera de abogacía en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Nunca había entrado al edificio monumental de la avenida Figueroa Alcorta. No tenía tradición familiar con el mundo de las leyes, a excepción de mi abuelo, a quien nunca conocí ya que había fallecido antes que yo naciera. Mi padre y mi hermano son ingenieros civiles. No conocía cátedras, ni materias, ni orientaciones. Nada. Así me anoté en tres materias.

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Una que creo que se llamaba Elementos de Derecho Civil. Lunes y jueves de 7:30 a 9:00 AM. No recuerdo la cátedra. El profesor que me tocó fue de lo peor que tuve por mi paso por las aulas universitarias. Los lunes faltaba siempre. Daba los temas por la mitad. No se le entendían los conceptos. Olvidable.

La otra materia en la cual me anoté fue Teoría del Estado, en la cátedra de Horacio Sanguinetti, por ese tiempo rector del Colegio Nacional de Buenos Aires. Martes y viernes a media mañana. Este profesor sí asistía siempre. Confirmé que la historia, la teoría política, la filosofía, me atraían. Bien.

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La última fue Elementos de Derecho Penal. Esta materia era anual, a diferencia de las otras dos que eran cuatrimestrales. La cátedra era la de Esteban Righi, quien fuera ministro del Interior en el gobierno de Héctor Cámpora. Me inscribí en una comisión lunes y jueves a eso de las 16:30, 17:00, no recuerdo muy bien. Me tocó un aula angosta, de bancos de iglesia largos, abajo, a la vuelta de la pileta de natación.

Y apareció el profesor. Muy joven, bigote, saco y pantalón. Sin traje. Eso ya era curioso con tanto chaleco y saco cruzado que deambulaban por los pasillos. Nos dio para comprar el manual de derecho penal de Enrique Bacigalupo. Íbamos a tener clase con él lunes y jueves. Los miércoles por la tarde Righi daba una clase voluntaria y en paralelo en el Aula Magna. Otra cosa rarísima. No veíamos nunca a los titulares.

El profesor de “los prácticos” era muy accesible, muy didáctico. Nos trataba muy bien. Siempre dispuesto. Repetía una y otra vez los conceptos clave. Nos quedábamos charlando a la salida de clase sobre cuestiones de derecho, sobre política y a veces de música y cine. Era muy amigo del juez Alberto Piotti, quizás el primero de corte mediático. También era abogado de la revista Humor Registrado, otro punto que para mí lo hacía querible.

Y apareció el profesor. Muy joven, bigote, saco y pantalón. Sin traje. Eso ya era curioso con tanto chaleco y saco cruzado que deambulaban por los pasillos.

A veces hablábamos de política. Yo era radicaloide, alfonsinista, y andaba en la facultad con estudiantes de la Franja Morada. Él no ocultaba ser peronista, pero nunca marcó diferencia entre los estudiantes por eso. Era cercano a la Renovación de Antonio Cafiero y Carlos Grosso. Se entusiasmaba porque en Córdoba había un dirigente que asomaba“que era Gardel”: José Manuel de la Sota. Me servían mucho sus charlas de pasillo para tomar referencias de la política.

Fue el año del alzamiento de Aldo Rico y de esa Semana Santa. El profesor no dio clase ese lunes que siguió al Felices Pascuas de Raúl Alfonsín. Hablamos de todo lo sucedido. Nos contó que en esos días duros fue la primera vez que entró en la Casa Rosada.  Remarcó que nosotros éramos la futura dirigencia de la Argentina y que teníamos que construir un país nuevo, con democracia y libertad de ideas.

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Terminé el curso promocionando la materia. Con lo justo. Ya no tenía mucho interés por la abogacía.

Nunca más vi al profesor en persona. Después de un tiempo me fui a Ciencia Política (UBA) donde encontré docentes como Federico Schuster, Jorge Lulo o Luis Tonelli con el mismo perfil que aquel de derecho penal.Otra historia.

Ese es mi recuerdo del profesor Alberto Fernández.