Mauricio Macri deja un país con una gran deuda externa, millones de argentinos bajo la línea de la pobreza, dos dígitos de desocupados, caída del PBI, PyMES y comercios parados y cerrados, y una inflación creciente. Lo que se podría definir como un gran fracaso económico para alguien que hace cuatro años se jactaba de que su sola presencia generaría una lluvia de inversiones, podría bajar rápidamente la inflación y uniría a los argentinos. El presidente Alberto Fernandez tiene ahora el desafío de cumplir sus dos promesas básicas. Terminar con la grieta y encender la economía.
Vamos por partes. El resultado electoral con un peronismo que repite su porcentual de 2015 y un Macri que repite el suyo de 2017 muestra con claridad que en el país hay dos bloques con sistemas de valores diferentes. Un sector que prioriza un Estado activo y protectivo, que piensa que desarrollo económico y desarrollo individual van de la mano, que la cultura del trabajo puede existir en tanto el gobierno se ocupe de incentivar el aparato productivo interno. Y otro sector que cree que el Estado debe ser garante de generar el marco que permita que los individuos desarrollen su potencial individual. Ambos dicen creer en la cultura del trabajo, en el respeto por la constitución y la ley, en la vida republicana, en la libertad de expresión. Sin embargo, para ambos sectores las mismas palabras parecen significar cosas distintas. Y en ese significar cosas distintas se basa la grieta.
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Unos dirán de los otros que alientan a los planeros y vagos y esperan todo del Estado, que son autoritarios y antirrepublicanos y corruptos. El otro sector cree que los otros son egoístas de bolsillo, que no les importa la inequidad social si cada uno de ellos pueda salvarse individualmente, que favorecen la concentración económica, el capitalismo especulativo, que utilizan a los medios de comunicación como un modo de presión ideologico, y que son ladrones de guante blando.
Cuando Alberto Fernandez habla de un gobierno de todos y para todos tiene el desafío de llevar adelante un programa de gobierno que le permita generar un horizonte de futuro que le permita ir disminuyendo la tensión de la grieta por la generación de una esperanza común. Si logra eso y logra comenzar a encender la economía tal como es su meta el concepto de cultura del trabajo comenzará a ser compartido por ambos sectores. Es que sólo el trabajo permite la articulación social. Pero eso es un gran desafío, no es simple de hacer en un mundo en donde el capitalismo industrial trocó en capitalismo financiero y la sociedad al ver que el cambio que ello generó le quita todos los días más derechos, salud, educación, y le da más exlusión social, comienza a revelarse. No por nada Alain Touraine, el gran sociólogo francés, habla del fin de las sociedades y Zygmunt Bauman de la sociedad líquida.
Lo que muchos mal denominan expresiones de populismo y nacionalismo no son mas la expresión de sociedades y gobiernos que priorizan la defensa de sus propias fronteras o su propio sector social. La defensa que hace Trump de sus fronteras geográficas y económicas. Los Ingleses, saliendo de la comunidad europea, son expresiones de estos nacionalismos. Y el estallido de los chalecos amarillos en Francia, las multitudinarias manifestaciones contra la desigualdad en Chile y Ecuador son sólo ejemplos de que algo nuevo está sucediendo en el mundo.
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Por eso, la tarea de Alberto Fernández no será simple y precisará de una dirigencia que esté consciente de los riesgos que nos acechan. Si en nuestro país no hubo estallido social en gran parte fue porque hace años existe un Estado que se ocupa de la contención social y de movimientos sociales con los cuales se dialoga y se canaliza la ayuda. Para terminar con los planes sociales es necesario incorporar a los marginados al mercado de trabajo y capacitarlos para que puedan integrarse. Y para que ello suceda es necesario que las PyMES y los comercio estén en plena actividad. Si logramos eso es posible que el significado cultural del trabajo comience a ser común entre los dos sectores y bajen los prejuicios.
El dialogo institucional entre un presidente que se va y uno que llega, junto a la manifestaciones de los dirigentes empresarios y de la CGT, de buscar puntos de acuerdo para que la economía arranque quizás sean un buen punto de partida para que de un país empobrecido y agrietado podamos pasar a un país que comienza a integrarse bajo un proyecto común.