Raúl Alfonsín significó cosas muy distintas a lo largo de mi vida. Desde el estudiante secundario que mencionaba su nombre, en consignas irreproducibles, en los masivos actos de la CGT y las Marchas de la Resistencia en los '80, hasta el funcionario que se lo cruzó en un brindis de la Embajada de Chile y casi se muere de orgullo cuando Don Raúl le dijo “Abal Medina, claro que conozco sus trabajos, incluso lo he citado en mi último libro”, muchas cosas habían pasado en nuestro país.
El Alfonsín presidente fue para mí, por entonces un joven militante del peronismo y los derechos humanos, un “enemigo” político. Él, su gobierno, su partido y su brazo estudiantil (la Franja Morada) especialmente, representaban para nosotros la claudicación de la política. Obviamente estábamos juntos condenando la dictadura y defendiendo la democracia pero en todo lo demás pensábamos distinto.
Veíamos sus políticas económicas como de entrega al FMI y de hambre para el pueblo, frente a ellas, junto con Antonio Cafiero exigíamos "Moratoria Ya!". Su política internacional era sentida como complaciente frente a los Estados Unidos y con Saúl Ubaldini pedíamos “Patria querida, dame un Presidente como Alan García. Y sus políticas de derechos humanos, especialmente después de la Semana Santa de 1987, representaban casi la rendición frente al terrorismo de estado y con las Madres y las Abuelas marchábamos contra las “leyes de impunidad”.
Con errores y aciertos seguramente, enfrentando las restricciones de su tiempo, pero siempre con una enorme voluntad de no darse por vencido.
Aún hoy, mientras escribo estas líneas, me cuesta entender cómo, más allá de mis pocos años, sólo veía los aspectos negativos de sus acciones. Cómo fui incapaz de entender, por ejemplo, la significación histórica del Juicio a las Juntas, la relevancia del MERCOSUR y su más que digna posición ante los poderes fácticos, desde Reagan a la Sociedad Rural. Pocos años después Menem, Cavallo y sus políticas me lo harían entender de la peor manera.
Desde mi lugar en el mundo académico y en pleno reino de las redes sociales, las imágenes y la posverdad no dejo de asombrarme por un político formado, que pronunciaba brillantes discursos cargados de contenido, que leí y escribía libros, que discutía de igual a igual en los ámbitos intelectuales defendiendo ideas y valores.
Raúl Alfonsín hoy significa para mí un ejemplo de dirigente y militante político, que amaba, honraba, estudiaba y enseñaba la Política (con mayúsculas) en cada acto de su vida. Con errores y aciertos seguramente, enfrentando las restricciones de su tiempo, pero siempre con una enorme voluntad de no darse por vencido. En síntesis, Alfonsín fue un “héroe” en sentido weberiano, alguien que con “pasión y mesura”, con “responsabilidad y convicción”, fue capaz de no quebrarse y sobreponerse a las incomprensiones del mundo. Un dirigente que sin duda alguna tuvo verdadera vocación para la Política.
* Doctor en Ciencia Política, Miembro del Directorio de la CONAEU por el Senado de la Nación. Profesor Titular Regular de la UBA e Investigador del CONICET. Fue Jefe de Gabinete de Ministros, Senador Nacional y Embajador, entre otros cargos