Me resulta imposible traducir en palabras las emociones vividas aquel 10 de diciembre de 1983. Fue un día "histórico" desde el primer minuto. Treinta y cinco años después, diría que la alegría y la esperanza eran las más compartidas. Tanto había costado recuperar la posibilidad de vivir en democracia que, incluso después de haberla alcanzado, el logro parecía irreal. Recuerdo sorprenderme de mi propia felicidad por poder estar en la calle, manifestándome junto a tantos, ya sin prevenciones ni miedo. Confiada.
Siempre me sentí radical y apoyé al partido pero no fue sino hasta meses antes de las elecciones que me afilié, con la convicción de que nadie sino un hombre formado, aguerrido y decente como lo era Raúl Alfonsín gobernaría para todos "por la vida, la justicia y la libertad". Y con todos.
El 10 de diciembre estaban junto a él los conocidos viejos dirigentes de la UCR, que asumirían cargos de responsabilidad. Pero también un importante número de jóvenes (muy jóvenes), a los que el Presidente les confiaría espacios y roles protagónicos. Referentes y simpatizantes de otros partidos (algunos fuertes adversarios), compartían la fiesta con los " boina blanca". La postal producía alivio: disparaba la esperanza de un mejor entendimiento y una convivencia pacífica.
Asombraba ver a estos "chicos" tan decididos y confiados, que se referían a "Raúl" sin sentirse atrevidos, que lo tuteaban sin más y que hasta se permitían sugerir, con sonrisas cómplices, que "el Presi" era bravo si "se cabreaba". Había tantos adultos mayores y familias... Nada mejor que ese escenario para enseñar a los niños (como los míos, para el caso) que no habían vivido aún en democracia cómo era eso. Fue un privilegio vivarlo. "¡Ál-fón-sín!, ¡Ál-fón-sín!, ¡Ál-fón-sín! Era, ante su presencia, el grito de todos. La ilusión compartida. La misma que muchos viejos hoy aspiramos a que puedan recuperar nuestros nietos. Con alguien como Alfonsín, claro.
El emocionante primer discurso de Alfonsín como presidente hace 35 años
Desde antes de la asunción, Alfonsín entendió la importancia de convocar a los más jóvenes a la recuperación democrática. Lo viví con una de mis hijas, pocos años después, mientras trabajaba en el área de Ceremonial de la actual Ciudad de Buenos Aires.
Todo ocurrió con una gala en el Teatro Colón, a la que seguía un acto oficial para pocos invitados. Mi hija Verónica y su entonces novio me habían acompañado. Estaban muy lejos del palco presidencial pero, ya habiendo comenzado el agasajo, no pudieron resisitirse y se acercaron a curiosear.
Con disimulo, les hice señas de que se retiraran. Era tarde: el Presidente ya los había visto y preguntado quiénes eran "esos chicos tan lindos". Debí responder. "Vaya alguien a buscarlos que quiero conocerlos y que compartan este encuentro", indicó. Y así se hizo.
No se cansó Alfonsín de expresarles lo mucho que lo complacía que estuvieran ahí, tratándolos con cálida familiaridad. Los chicos estaban felices. Yo, conmovida.
Semanas después, recibo en mi despacho la visita de uno de los fotógrafos que habían estado en el lugar. Traía un paquete, de parte del Presidente Alfonsín. Confundida, lo desenvuelvo y casi me caigo de la sorpresa: era una foto enorme, enmarcada. Aparecía mi hija junto al Presidente, con una dedicatoria que dice: "Para Verónica, con un beso, Raúl R. Alfonsín".
Yo, ocupada en mis tareas, ¡ni siquiera había advertido en qué momento habían tomado la foto! Le había encargado al fotógrafo que la imprimiera, se la llevara para dedicarla, la hiciera enmarcar y me la entregara. Ese era el Presidente Raúl Alfonsín. Todavía guardo ese regalo y un gran recuerdo.
(*) Directora de ceremonial, audiencias y relaciones públicas durante la intendencia de Facundo Suárez Lastra.