Nadie puede negar que desde el comienzo de la gestión de Mauricio Macri, se tenía cierta certeza de la orientación de su política económica, que en términos generales, buscaba corregir los fuertes desequilibrios que se habían acumulado en la economía mediante un ajuste de las cuentas públicas, aprovechando la apertura de la cuenta capital para endeudarse y así cubrir los déficits transitorios hasta el equilibrio buscado. Las dudas en ese entonces venían por el lado de la velocidad con la que se iban a buscar los objetivos y, fundamentalmente, por la viabilidad política de ese programa de ajuste.
A días del inicio de su gestión, la situación pareciera ser la inversa para Alberto Fernández. Todavía no hay demasiadas certezas del programa económico del nuevo Gobierno, y las dudas recaen no tanto en la velocidad con la que se buscarán los objetivos (gradualismo o shock), sino en el rumbo de la política económica (qué tan ortodoxo o heterodoxo será el programa). Donde sí hay ciertas garantías en principio, es en el apoyo político inicial que va a haber para garantizar la viabilidad política del programa que finalmente se anuncie. Por eso se buscó en definitiva conformar este Frente de Todos (o casi todos), no solo para ganar, sino para Gobernar como dijo la ex Presidenta cuando anunció la fórmula presidencial.
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Esta perspectiva comparada de los comienzos de uno y de otro Gobierno nos muestran situaciones relativamente inversas con diferentes interrogantes: en el primero (el inicio de Mauricio Macri), la duda era saber si el programa económico iba a ser viable políticamente; en el segundo (el inicio de Alberto Fernández), la duda es si la viabilidad política inicial (es decir la unidad) sobrevivirá al programa económico.
En todo caso, y más allá de estas diferencias, lo que sí queda claro es que como siempre, y podríamos agregar “más que nunca”, la dinámica económica influirá en la dinámica política. Así como la ausencia de resultados económicos (más allá del veranito ficticio de medio término) terminó de dilapidar el capital político de Mauricio Macri, la ausencia de resultados también afectará el capital político de un Alberto Fernández que, si bien comienza en mejores condiciones de gobernabilidad que Macri, será un Presidente con menos centralidad política sobre la coalición que gobierna que el anterior.
El círculo virtuoso o el círculo vicioso que podría recorrer el proceso político
Cuando Jacob Law (Secretario del Tesoro de Barak Obama) visitó la Argentina en 2016, en tiempos donde el gradualismo era el mantra dominante, sostuvo que “la mejor política económica es la que es viable políticamente”, haciendo clara referencia a la necesidad de que las decisiones económicas tengan legitimidad política. Y este aspecto del proceso político por venir es central, porque si bien las condiciones de gobernabilidad que gozará el próximo Gobierno son mejores que las de Macri, las urgencias económicos de hoy son aún mayores que las de 2015, lo que condiciona políticamente incluso a un Gobierno de mayorías como el que va a ser el del Frente de Todos.
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Si analizamos la situación bajo la perspectiva de Law, la situación de Alberto Fernández no es nada fácil, porque quizá la peor parte de la herencia que Macri le deja al próximo Gobierno -o la mejor, dependiendo del punto de vista del observador-, es precisamente la ausencia de margen social y político para seguir ajustando las cuentas públicas. O lo que es lo mismo, lo único que hoy es viable políticamente en la Argentina es crecer, y en gran parte de eso depende que este ciclo político se consolide o sea simplemente una transición más hacia un nuevo estadio. Porque el fin del ajuste no solo se trata de un mandato electoral (es lo que la mayoría de la gente votó), sino que es una necesidad de la legitimidad en ejercicio que deberá ganarse Alberto Fernández en el comienzo de su gestión.
Si Alberto Fernández logra empezar a generar rápidamente condiciones para crecer, posiblemente ello le permitirá: 1- conservar los buenos niveles de popularidad con los que comienza (hay una expectativa moderadamente optimista del futuro del país); 2- ello repercutirá lógicamente en la autoridad política con la que Fernández liderará una coalición heterogénea (con intereses y posiciones diversas) como es la del Frente de Todos; 3- a su vez con popularidad y autoridad política podrá lograr conservar la unidad del peronismo; y 4- todo ello (popularidad, autoridad política y unidad del peronismo) ayudará a mejorar las condiciones de gobernabilidad para seguir tomando las decisiones difíciles que hay que tomar para corregir los desequilibrios económicos y generar las bases para un crecimiento genuino y sostenido de la economía. He allí el posible círculo virtuoso del proceso político si Fernández empieza a enderezar el rumbo político desde lo económico.
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Pero si Fernández no logra rápidamente empezar a genera condiciones para crecer y la situación económica no mejora en el corto plazo (sobre todo en términos de inflación y poder adquisitivo), la dinámica será viciosa: 1- la falta de resultados podrá repercutir en la popularidad de Fernández; 2- ello le restará autoridad política para conducir una coalición llena de tensiones en su interior; 3- si los resultados no aparecen y Fernández se debilita, posiblemente la coalición empiece a sufrir fracturas y resquebrajamientos y se produzcan nuevamente divisiones en el peronismo; y 4- todo ello empeorará las condiciones de gobernabilidad para tomar las decisiones difíciles que haya que seguir tomando para normalizar la economía.
Transitar el círculo virtuoso o el círculo vicioso dependerá de las decisiones que Alberto Fernández tome en materia económica. Y ese desafío lo pone en el mismo lugar que a un viejo amigo que también tenía que enfrentar un desafío difícil y su jefe le dijo: vos hacé lo que creas que haya que hacer, si te sale bien yo te banco. A lo que mi amigo le contestó: ¿y si sale mal? Y recibió como respuesta: "Ah, ahí yo no me puedo hacer cargo de tus errores".
En definitiva, sin partidos que sostengan los liderazgos políticos frente a los fracasos de los Gobiernos, si la cosa sale bien y la economía responde creciendo, la gente y los dirigentes lo van a bancar a Alberto Fernández, pero si sale mal, y la economía no le escapa a la fase recesiva, la cosa se pondrá un poco complicada, la coalición del Frente de Todos se resquebrajará y habrá cada vez menos voluntad política de hacerse cargo de los errores de este ciclo.