Los índices de pobreza e indigencia difundidos por el INDEC son tan contundentes como dolorosos. Detrás de esos números hay millones de argentinas y argentinos que necesitan que el Estado ponga un freno urgente a la catástrofe social en la que la Argentina cayó en el último tiempo. Debemos entender que estamos en una situación de emergencia y hacen falta estrategias de aplicación rápida y a escala masiva.
Hay tres datos que deberían ayudarnos a centrar nuestras acciones prioritarias. La pobreza alcanzó al 35,4% de la población en el primer semestre de 2019. Otro indicador muy preocupante es que la indigencia subió a 7,7% en el mismo período. Y es fundamental comprender que la crisis recae especialmente sobre nuestra niñez y adolescencia: el 52,6% de los niños son pobres; y en ese sector etario, la indigencia subió de 8% a 13,1%.
La tendencia no parece ser mejor para las próximas mediciones. Estos índices no incorporan la fuerte devaluación que sufrió el peso en agosto, así que las estimaciones privadas señalan que la pobreza llegaría al 40% a fines de este año y la indigencia estaría cerca del 10%. A este cuadro debe sumarse que las cifras de desocupación volvieron a los dos dígitos y golpean a los sectores juveniles y, especialmente, a las mujeres jóvenes.
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Hay varias razones para entender por qué suben la pobreza, la indigencia y la desocupación. Es claro que la inflación –y especialmente el incremento aún mayor en los productos de la canasta básica alimentaria– agrava la crisis alimentaria. Hoy ya no se trata solo de una cuestión de calidad nutricional, sino que estamos viviendo situaciones de hambre. Cualquier ciudadano que va a un supermercado, un almacén de barrio o una feria comunitaria ve cómo día a día suben los precios de los alimentos. No hay términos de referencia. Nadie sabe qué puede comprar o no con 500 pesos. Y son muchas las familias que no cuentan con ese dinero y se ven obligadas por las noches a compartir un pedazo de pan y mate cocido.
Otro motivo es la suba de los precios de los medicamentos, que afecta especialmente a nuestros jubilados. Y está claro que vienen siendo un golpe duro al bolsillo los aumentos en los servicios públicos, incluyendo el gasto en el transporte. Además, se cortaron las changas en los barrios y los trabajadores formales sufren mes a mes la pérdida de poder adquisitivo de sus salarios. También se agravó el endeudamiento de las familias, que están atadas a tasas de devolución usurarias y, en muchos casos, sin ningún tipo de control estatal.
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Si la situación de nuestro país no es aún peor es porque hay miles y miles de organizaciones sociales y eclesiales y las escuelas que están dando la pelea en el territorio. Queda claro que esta sociedad en movimiento es parte de la solución de la Argentina.
Es necesario que actuemos de forma urgente, acordando una serie de prioridades básicas. En primer lugar: comer no puede ser un privilegio en un país productor de alimentos como el nuestro. El gobierno debe poner en práctica la ley de emergencia alimentaria que votamos en el Congreso. No hay posibilidades de dilaciones, es necesario reforzar ya el trabajo de los comedores y merenderos.
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También debemos apuntar a una baja rápida en el costo de la canasta básica de alimentos con herramientas como la ley de góndolas y el fortalecimiento de las experiencias de la economía popular y la agricultura familiar. Hace falta generar un sistema de créditos no bancarios con tasas bajas para darle aire a las familias. Es importante fomentar a sectores como la industria textil, la construcción y la metalmecánica, porque tienen un impacto rápido en el empleo de mujeres y jóvenes. En esa línea, debemos impulsar la obra pública con mano de obra intensiva y consolidar el trabajo que se viene haciendo en materia de políticas de cuidado.
Estas son medidas para poner en marcha en la emergencia y que necesitan de una escala masiva. Sin embargo, debemos levantar la mirada y pensar también en estrategias que ayuden a reconstruir esquemas colectivos de movilidad social ascendente, que ayuden a generar un horizonte de futuro para todas y todos. Es momento de unir fuerzas para poner a la Argentina de pie.