OPINIóN
¿Una discusión semántica?

Casi todo preso es político

Se generó un debate feroz que no solo daña la integridad y la estabilidad de un Gobierno, sino que también esconde otro problema aún más grave.

Milagro Sala
Milagro Sala | NA

En medio del fuego cruzado entre altos funcionarios del Gobierno Nacional, surgido de una coalición con más diferencias de formas que de fondo, que incluyó declaraciones del gobernador de la provincia más importante del país, ministros, de su jefe directo y hasta del mismísimo Presidente de la Nación, se generó un debate feroz que no solo daña la integridad y la estabilidad de un Gobierno, sino que también esconde otro problema aún más grave.

 Alberto Fernández, quizás quien mayores paños fríos intentó ponerle a este cuerpo que levanta cada vez más temperatura, habló de una cuestión ‘‘semántica’’: lo es y, de una forma extraña, no lo es. Acostumbramos llamar presos políticos a todos aquellos que sean dirigentes o tengan una importante trayectoria en la discusión o la gestión de la res pública siempre que ellos sean detenidos o apresados con una condición (tener ideas contrarias al poder de turno) y una intención, que es acallarlo, sacarlo de la escena y volverlo, como se dice en la jerga, un muerto político. Esto sucedió en gobiernos de facto, donde los detenidos estaban ‘‘a disposición del Poder Ejecutivo Nacional’’, que no era más que la tristemente célebre Junta Militar.

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A partir del escándalo acaecido estos últimos días, que ha desatado una discusión acerca de qué es y qué no es un preso político, parece prudente hacer una mínima diferencia entre detenidos durante un Gobierno de facto o dictadura, generalmente con una insignificante injerencia del Poder Judicial y a completa discrecionalidad del armado Poder Ejecutivo, con políticos acusados de corrupción que han sido detenidos, en la gran mayoría de los casos, en un período de Gobierno democrático.

Sin entrar en la discusión de si son solo ladrones comunes y entendiendo que la gran mayoría de ellos fueron detenidos en procesos teñidos de algunas irregularidades y que podrían transitar el proceso judicial en libertad (quizás esto sea lo verdaderamente reprochable), es dudoso que, otra vez, esta discusión típicamente criolla nos lleve a algo. La Justicia decidirá si son culpables de hechos de corrupción y si deben pagar las consecuencias como cualquier delincuente; la Justicia también deberá explicar, en cada caso, qué peligro representa para ella que estos detenidos arbitrarios transiten el proceso en libertad y así disipar la neblina que nos lleva a muchos a pensar que, si bien se ven expedientes complicados por acciones terriblemente reprochables, como el enriquecimiento ilícito a costa del erario público, estos mismos han sido encarcelados por pensar diferente y no por los hechos imputados.

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El Presidente de la Nación, en ningún caso, podría admitir que hay presos políticos: está absolutamente condicionado y de hacerlo, básicamente solo afirmaría, a la Justicia, a los medios y a la posteridad, que su Gobierno tiene en cárceles a personas que no piensan como él.

Creo que se esconde, entre este debate, algo que pocos se animan a cuestionar: ¿hacen falta ideales políticos contrarios al gobierno de turno para que un preso sea preso político? Si la política engloba gran parte de nuestra vida, y nuestras cárceles están pobladas con porcentajes abismales de humildes y analfabetos, ¿no sería sensato también pensar que todos ellos están presos por pobres? Ser pobre es, sin duda, una de las grandes facciones políticas, el hecho de no tener recursos económicos te define aún más que tu religión, tu color de piel o tu etnia: definitivamente, el no registrado Partido de los Pobres es, sin dudas, el que más es perseguido por la policía y la justicia, y el que más presos dispone para rellenar nuestras cárceles superpobladas.

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En cualquier caso, quizás el Presidente Alberto Fernández tenga razón: la discusión muy probablemente sea semántica, y en Argentina haya miles de presos políticos o miles de detenidos de forma arbitraria. La verdadera solución no está en buscarle un rótulo, sino, en destrabar el nudo y que el Poder Judicial haga de forma correcta su tarea, porque hoy las condiciones están más que configuradas para que por tu dinero o tus ideas, se defina la posibilidad de que estés en una celda cuando quizás, puedas esperar ser juzgado en tu casa.