Está cerca el comienzo de un nuevo año escolar y muchos padres se preguntan sobre el inicio de clases, las escuelas a las que concurren sus hijos, lo que aprenden y cómo lo aprenden.
También se cuestionan si sus hijos tienen problemas para aprender a leer, escribir, comprender consignas, resolver problemas matemáticos, prestar atención, memorizar, realizar las actividades propuestas, trabajar en equipo, aceptar las normas institucionales.
Todos aprendemos de manera diferente, cada uno a su ritmo y capacidad, de allí que en la escuela se debe atender a la diversidad. La diversidad es inherente a todos los seres humanos. Cada uno encuentra maneras singulares de relacionarse, de comprender, de aprender.
Hablar de diversidad nunca implica pensar en “categorías” de alumnos “mejores o peores”. Por el contrario, nos invita a pensar el dinamismo del aprendizaje y a implementar estrategias para acompañar a cada uno. Las diferencias deben convivir en las aulas.
Atender a la diversidad es tener en cuenta las necesidades, condiciones, intereses y características individuales de todos los sujetos. Es facilitar su acercamiento a los contenidos escolares, a que todos se escuchen y acepten las diferencias, a prestar atención a quienes más ayudas necesitan para participar y aprender. Significa conocer, respetar y valorar las diferencias individuales para favorecer el aprendizaje. El enfoque inclusivo se basa en la valoración de la diversidad.
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La valoración de la diferencia se contempla como un algo enriquecedor del proceso enseñanza-aprendizaje. A más variedad áulica más rico será ese aprendizaje. Si las aulas son “diversas” hay más oportunidades para interactuar con sus iguales, para pensar juntos, dialogar, cooperar, sentir, crecer y educarse.
Las aulas diversas les permite divertirse, trabajar cooperativa y colaborativamente, en pequeños grupos o con todos sus compañeros. La solidaridad, cooperación y ayuda mutua, nos hará humanizarnos cada vez más.
El reto de trabajar de forma inclusiva en el aula implica:
- Observar y conocer a cada uno de los alumnos. Escuchar las “voces” de los estudiantes.
- Crear un clima de respeto y tolerancia en el aula.
- Promover el uso de metodologías de aprendizaje activas en clases.
- Promover el interés y curiosidad de sus alumnos por todo lo que se puede aprender.
- Formar diferentes grupos de trabajo en función de las actividades propuestas.
- Generar espacios y oportunidades para que los alumnos puedan aprender unos de otros de forma cooperativa.
- Ofrecer a todos los alumnos oportunidades educativas y ayudas para su desarrollo y progreso.
- Tener en cuenta las diferencias, destacando la individualidad de cada uno y considerar las particularidades de cada alumno como algo enriquecedor.
- Considerar a la diversidad, no como un problema, sino como un aspecto enriquecedor para todos, en la que los alumnos aprenden unos de otros sin importar sus características.
La inclusión debe ser un medio para impulsar el desarrollo de todos los alumnos en un ambiente de gran estimulación, pero también debe promover un cambio en las actitudes sociales para que tengamos una cultura abierta a la diversidad.
El proceso de inclusión es continuo, ya que se debe ir allanando el camino progresivamente y derribar las diversas barreras que se presentan en las Instituciones y que pueden ser de tipo socioeconómicas, arquitectónicas, humanas y administrativas del sistema educativo.
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Pensemos, por lo tanto, en la importancia de las intervenciones psicopedagógicas para construir procesos de inclusión escolar. Las prácticas psicopedagógicas son las que permitirán que cada niño, joven, adulto aprenda todo lo que sea capaz de aprender. Eso es la educación inclusiva.
*Directora de la carrera de Psicopedagogía, Universidad del Salvador.
