OPINIóN
Coronavirus

Economía: la cuarentena profundiza los problemas permanentes y de fondo

¿Acaso no es más lógico que quienes no son personas de riesgo puedan ir "normalizando" sus vidas para que el Estado destine todos sus esfuerzos en proteger a los más vulnerables para la pandemia?

Martín Guzmán y Alberto Fernández
Martín Guzmán y Alberto Fernández | CEDOC

Los distintos conglomerados sociales del mundo han adoptado, con matices, las medidas que estiman pertinentes, para intentar frenar la pandemia del coronavirus. Todas ellas, sopesando sus posibilidades basadas en idiosincrasias y realidades diversas. Desde luego, se podrá ponderar o denostar las distintas medidas; y también a dirigentes, actores prestacionales y políticos de la imprevisible realidad.

El “mundo” existe y nos depara sorpresas. Los virus se “viralizan” ahora no sólo en las redes ni en su entorno digital virtual, sino también en la realidad cotidiana. La rebelión, el dolor o la angustia no mejoran la situación social. Nada será igual porque nada tuvo un pasado similar. Y lamentablemente, no hay antivirus efectivo todavía ni geografía donde no prospere.

En cierto modo, la “conectividad” nos ha jugado una mala pasada: las ventajas acumuladas en comunicaciones, paradójicamente, también proliferaron el virus. Advertimos con preocupación como se informa su avance más veloz en las capitales urbanas del mundo: Nueva York, Londres y Milán, entre otras, se ven afectadas fuertemente. Mientras tanto, nuestro Gran Buenos Aires sigue la inercia buscada por el Covid-19 pero, por efecto de la cuarentena, con cifras menores. No obstante, menos intenso o más lento, crece por el interior de nuestro país. Si bien el distanciamiento geográfico y económico han retrasado al interior y a la difusión del virus, la pregunta es: ¿hasta cuándo?

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Lo que quedó entre paréntesis por la pandemia económica

Los Estados buscan minimizar las letales consecuencias de la pandemia. Desde el punto de vista epidemiológico -y con cierto apuro-, establecieron como metodología de mitigación a las cuarentenas, que podrían considerarse con efectos iniciales positivos.

Con los factores prevención y temor, se avanza hacia la rigurosidad máxima de restricciones que se estiman tolerables para la sociedad o para cada grupo de ella. Y en la invariable heterogeneidad, se van asimilando las restricciones de manera distinta, dependiendo de qué sector, actividad o individuo se trate. Pero, con la plena conciencia de que la cuarentena no mata al virus. Con buenos resultados, solo demora su propagación.

La OMS indica: “todavía tenemos mucho por aprender sobre la forma en que la Covid-19 afecta a los humanos, pero parece que las personas mayores y las que padecen afecciones médicas preexistentes (como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes) desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras”. Sin embargo, las herramientas que los distintos Estados establecieron, fueron creadas para realidades diversas y se tornaron ineficientes para entender esta crisis y para mitigar los daños asociados al virus. La mirada pan-economicista de la vulnerabilidad estadística siempre estuvo asociada a lo económico como determinante y las demás circunstancias -la etaria- como un natural agravante. Hoy no es así.

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La edad se transformó junto a algunas afecciones preexistentes en el talón de Aquiles que debemos proteger frente a esta realidad. Y por supuesto, las condiciones sociales desiguales acentuarán esta debilidad. Por ende, al percibir como en las sociedades más desarrolladas el virus avanza, es posible repensar nuestro criterio y las acciones que tomamos.

Desde esta perspectiva, resulta “ilógico” que un trabajador gastronómico pueda ir a su lugar de trabajo para preparar deliverys y un empleado de un comercio como una zapatería, juguetería o librería no pueda hacerlo. Pero, un trabajador de un hipermercado puede vender zapatos, libros y juguetes. En efecto, existe una evidente incoherencia en este escenario. Por supuesto, se busca en la cuarentena evitar circulación social para proteger a todos y fundamentalmente a los más vulnerables. ¿Acaso no es más lógico que quienes no son personas de riesgo puedan ir “normalizando” sus vidas para que el Estado -con su histórica corta frazada en nuestro país-, destine todos sus esfuerzos en proteger a los más vulnerables para la pandemia? ¿Podremos romper con la inercia de una gestión que nos atrapa en acciones poco eficientes para una cuarentena efectiva a largo plazo?

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En una “economía” que cumple un siglo de continuos retrocesos, la cuarentena creó y agravó las condiciones económicas de casi todos los afectados por ella; es decir, desde esa mirada y con los parámetros de siempre, se aumentó la vulnerabilidad económica ya no sólo de los más vulnerables, sino de todos. Por ende, por un lado, mantenemos algunas seguridades momentáneas; y por otro, se profundizan los problemas permanentes y de fondo.

Sin dudas, no se trata de simplificar la situación en un dilema entre pandemia vs cuarentena. Tienen dinámicas distintas y por ello, se podría aplicar a la cuarentena un objetivo más alcanzable. Cuando se piensa en un futuro no lejano podría pasarnos que por pretenderlo “todo”, no seamos eficientes en “nada”. Sin dudas, poner más cuidado, rigor y recursos para proteger, fundamentalmente, a los adultos mayores y a los más vulnerables al Covid-19 es una meta primordial y un diferencial. Así, la vulnerabilidad tiene una nueva categoría, que hoy resulta primordial. ¿Y para el resto? Solidaridad social: cuidarnos y cuidar al otro; cuidarse uno y seguir las directivas del Estado quien debe estar atento para responder a la dinámica que se va descubriendo. En síntesis, en la “toma de conciencia” la cuarentena anota un éxito. En la selectividad del cuidado, aún no.

* Diputado dela provincia de Buenos Aires.