Los distintos conglomerados sociales del mundo han adoptado, con matices, las medidas que estiman pertinentes, para intentar frenar la pandemia del coronavirus. Todas ellas, sopesando sus posibilidades basadas en idiosincrasias y realidades diversas. Desde luego, se podrá ponderar o denostar las distintas medidas; y también a dirigentes, actores prestacionales y políticos de la imprevisible realidad.
El “mundo” existe y nos depara sorpresas. Los virus se “viralizan” ahora no sólo en las redes ni en su entorno digital virtual, sino también en la realidad cotidiana. La rebelión, el dolor o la angustia no mejoran la situación social. Nada será igual porque nada tuvo un pasado similar. Y lamentablemente, no hay antivirus efectivo todavía ni geografía donde no prospere.
En cierto modo, la “conectividad” nos ha jugado una mala pasada: las ventajas acumuladas en comunicaciones, paradójicamente, también proliferaron el virus. Advertimos con preocupación como se informa su avance más veloz en las capitales urbanas del mundo: Nueva York, Londres y Milán, entre otras, se ven afectadas fuertemente. Mientras tanto, nuestro Gran Buenos Aires sigue la inercia buscada por el Covid-19 pero, por efecto de la cuarentena, con cifras menores. No obstante, menos intenso o más lento, crece por el interior de nuestro país. Si bien el distanciamiento geográfico y económico han retrasado al interior y a la difusión del virus, la pregunta es: ¿hasta cuándo?
Lo que quedó entre paréntesis por la pandemia económica
Los Estados buscan minimizar las letales consecuencias de la pandemia. Desde el punto de vista epidemiológico -y con cierto apuro-, establecieron como metodología de mitigación a las cuarentenas, que podrían considerarse con efectos iniciales positivos.
Con los factores prevención y temor, se avanza hacia la rigurosidad máxima de restricciones que se estiman tolerables para la sociedad o para cada grupo de ella. Y en la invariable heterogeneidad, se van asimilando las restricciones de manera distinta, dependiendo de qué sector, actividad o individuo se trate. Pero, con la plena conciencia de que la cuarentena no mata al virus. Con buenos resultados, solo demora su propagación.
La OMS indica: “todavía tenemos mucho por aprender sobre la forma en que la Covid-19 afecta a los humanos, pero parece que las personas mayores y las que padecen afecciones médicas preexistentes (como hipertensión arterial, enfermedades cardiacas o diabetes) desarrollan casos graves de la enfermedad con más frecuencia que otras”. Sin embargo, las herramientas que los distintos Estados establecieron, fueron creadas para realidades diversas y se tornaron ineficientes para entender esta crisis y para mitigar los daños asociados al virus. La mirada pan-economicista de la vulnerabilidad estadística siempre estuvo asociada a lo económico como determinante y las demás circunstancias -la etaria- como un natural agravante. Hoy no es así.
Gastronomía, hotelería y turismo en crisis
La edad se transformó junto a algunas afecciones preexistentes en el talón de Aquiles que debemos proteger frente a esta realidad. Y por supuesto, las condiciones sociales desiguales acentuarán esta debilidad. Por ende, al percibir como en las sociedades más desarrolladas el virus avanza, es posible repensar nuestro criterio y las acciones que tomamos.
Desde esta perspectiva, resulta “ilógico” que un trabajador gastronómico pueda ir a su lugar de trabajo para preparar deliverys y un empleado de un comercio como una zapatería, juguetería o librería no pueda hacerlo. Pero, un trabajador de un hipermercado puede vender zapatos, libros y juguetes. En efecto, existe una evidente incoherencia en este escenario. Por supuesto, se busca en la cuarentena evitar circulación social para proteger a todos y fundamentalmente a los más vulnerables. ¿Acaso no es más lógico que quienes no son personas de riesgo puedan ir “normalizando” sus vidas para que el Estado -con su histórica corta frazada en nuestro país-, destine todos sus esfuerzos en proteger a los más vulnerables para la pandemia? ¿Podremos romper con la inercia de una gestión que nos atrapa en acciones poco eficientes para una cuarentena efectiva a largo plazo?
Cuáles son las 60 actividades esenciales permitidas en la cuarentena "administrada"
En una “economía” que cumple un siglo de continuos retrocesos, la cuarentena creó y agravó las condiciones económicas de casi todos los afectados por ella; es decir, desde esa mirada y con los parámetros de siempre, se aumentó la vulnerabilidad económica ya no sólo de los más vulnerables, sino de todos. Por ende, por un lado, mantenemos algunas seguridades momentáneas; y por otro, se profundizan los problemas permanentes y de fondo.
Sin dudas, no se trata de simplificar la situación en un dilema entre pandemia vs cuarentena. Tienen dinámicas distintas y por ello, se podría aplicar a la cuarentena un objetivo más alcanzable. Cuando se piensa en un futuro no lejano podría pasarnos que por pretenderlo “todo”, no seamos eficientes en “nada”. Sin dudas, poner más cuidado, rigor y recursos para proteger, fundamentalmente, a los adultos mayores y a los más vulnerables al Covid-19 es una meta primordial y un diferencial. Así, la vulnerabilidad tiene una nueva categoría, que hoy resulta primordial. ¿Y para el resto? Solidaridad social: cuidarnos y cuidar al otro; cuidarse uno y seguir las directivas del Estado quien debe estar atento para responder a la dinámica que se va descubriendo. En síntesis, en la “toma de conciencia” la cuarentena anota un éxito. En la selectividad del cuidado, aún no.
* Diputado dela provincia de Buenos Aires.