Cada 8 de marzo es una oportunidad para hacer un balance, replantear estrategias o debatir prioridades, entre otras cuestiones para la agenda de los feminismos. En esta ocasión, la fecha está atravesada por la noticia de una violación en grupo a una joven a plena luz del día en una zona concurrida como es Palermo. Una más vez se estará en las calles como aquel 2015 del primer Ni una Menos.
¡Qué reclamamos antes que nada? Justicia y condena a los culpables. Sin embargo, sabemos bien que eso no es suficiente: necesitamos una Justicia transfeminista, preparada también para atender a la víctima y no revictimizarla.
Y en la otra punta de la sanción penal está la necesidad de los cambios culturales que hagan que este tipo de delitos se reduzcan a una mínima expresión. A que dejen de existir. Cuando gritamos “se va a caer” no estamos jugando, estamos apostando a terminar con todo lo que en nuestra cultura habilita y promueve para que se produzcan estos delitos. El tío es toquetón, por algo será, mirá cómo estaba vestida, no te metas, pero ella a lo mejor quería, y las mil versiones de lo mismo en las que estamos inmersos. A tal punto que, cuando en este caso en particular hay testigos, videos y es un caso in fraganti vemos en los medios de comunicación circular discursos que ponen en duda o intentan minimizar una violación en grupo. Ese es el discurso que está impregnado en los medios, más allá de los nombres de los provocadores de turno.
Por año se denuncian en nuestro país 16 mil hechos de violencia sexual, aunque los datos de la UFEM (Unidad Fiscal Especializada en violencia contra Mujeres), más del 80% no realizó la denuncia ante la Justicia. La violencia sexual es el segundo delito menos denunciado después del soborno según la Encuesta Nacional de Victimización del 2017 del Indec.
La cantidad de hechos de violencia sexual y las escasas denuncias judiciales son dos caras de la misma moneda. El desamparo de la víctima frente a la Justicia, al Estado, a los medios de comunicación y a las redes sociales. ¿Qué contención le ofrecemos como sociedad a las víctimas?
La poeta y militante Marina Mariasch escribió: “el feminismo que me interpela piensa en maneras de cambiar el mundo de manera estructural, no en matar al violador, porque así finalmente la estructura patriarcal sigue funcionando y terminamos usando, como dice Audre Lorde, las armas del amo. Podés estar furiosa y pensar”
La necesidad del debate sobre Justicia transfeminista es ese ver más allá de lo punitivo, de la solución fácil y errada de aumentar penas.
Con la noticia de la violación grupal las redes sociales se llenaron de indignación y se publicaron hasta los domicilios de los acusados. Bajo la capa protectora de nuestro enojo brutal compartimos esa información “qué se sepa dónde viven” como un modo de hacer Justicia en nuestras redes. Y en nombre de la víctima y de toda la sociedad quedamos con la conciencia tranquila. Con unos me gusta o unos retuiteos, nos expresamos y después elegimos qué serie mirar o a qué restaurant vamos a ir.
¿Y ese número de la casa está mal? ¿Y qué culpa tienen las hermanitas, madres o novias de los acusados? ¿Y si la nena que vive ahí es la mejor amiga de tu hija? Terminamos usando las armas del amo y damos continuidad al patriarcado.
La espectacularización del punitivismo es una trampa que solo puede generar más violencia sin atacar los problemas de fondo. Los feminismos en Argentina tienen a las Madres y Abuelas como inspiración y ejemplo. Amor y lucha incansable. La calle y la plaza como lugares importantes de lucha.
La historia del feminismo es enorme, pero el 2015 con el primer Ni una Menos fue un punto de inflexión, el inicio de algo masivo y transformador que no paró de crecer.
Otra vez este 8 de marzo, llenas de diferencias y respeto, estaremos en las calles.
*Escritora y periodista.