OPINIóN
Elecciones 2025

Peinados nuevos, vicios viejos

El nuevo formato de la derecha global chocó en la Argentina con un límite que la sociedad no tolera.

Trump Milei y Boris Johnson 08092025
Trump Milei y Boris Johnson | CeDoc

En 2023 el periódico The Guardian publicó una nota que puso foco en algo que salta a la vista. Boris Johnson, Donald Trump y Javier Milei tienen un peinado parecido. Daría la sensación, que existiera una especie de scouting que los haya convocado. Veamos qué es lo que se decía por entonces. Andrew Anthony, el autor de la nota “‘El populismo tiene que ver con el cabello’: lo que los líderes de derecha intentan decirnos con sus peinados salvajes”, dice el título de la irónica nota. “Milei, que hizo campaña con una motosierra, tiene cara de granjero o de ladrón armado, pero pelo de bajista de una banda de heavy metal que ahora se gana la vida en el circuito de pubs”, indica. En su crónica específica que esa cabellera “grita inconformismo, pero también sugiere cierto encanto irreverente”.

Es cierto que NayibBukele no tiene el pelo como los políticos mencionados. Mucho menos ViktorOrban o Giorgia Meloni. Pero sí es cierto que el encanto irreverente, al menos, el impacto que produce el grito, cierto desequilibrio, una rebeldía de derecha estudiada, por parafrasear a Pablo Stefanoni, marcó la irrupción de este tipo de políticos en el debate público: los outsiders, como señala más de una vez lúcidamente Jaime Durán Barba no solo traen consigo una ideología, sino también muchísimos códigos. Hay una semiótica que los describe. Se parecen, aunque no son iguales: un manual de estilo.

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Javier Milei fue hasta hoy, además de una persona con una responsabilidad inmensa y sin experiencia en política, el resultado de una narrativa. Como si se tratara de una especie de biografía fatalmente autorizada, nos fuimos enterando de su particular vínculo con sus padres, hermanas, mascotas, parejas. Casi como un suerte de selfmademan del político ideal de ultraderecha fue cumpliendo una serie de requisitos que eran también biográficos.

Trump también se inventó a sí mismo. Con un pasado diferente, con una historia distinta, también fue enfatizando algunas cosas de su pasado y enfatizando otras. Tanto que en algún lugar fueron quedando atrás su apoyo a los demócratas, sus vínculos extramatrimoniales e incluso sus deudas con la Justicia.

Hay tres factores que funcionaron como soporte de una narrativa exótica: por un lado, el apoyo de ciertos factores de poder económico. El ejemplo, en los Estados Unidos de Trump, sería el apoyo de los gurúes de Napa Valley. Un segundo factor fue el temor de ciertos sectores sociales: lo que llamamos la ira; o, si se quiere, la insatisfacción democrática. La democracia necesita ser más eficaz a la hora de resolver los problemas de la sociedad, especialmente los más vulnerables. Y la ultraderecha, como Bukele, respondió a temas como la inseguridad. El miedo fue un tema en Italia del 20, en la Alemania del 30 y en los Estados Unidos de hoy. El tercer factor fue el uso potente de las redes sociales. A diferencia del progresismo, las derechas han usado la tecnología con una precisión a veces quirúrgica, otras con fiereza.

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Aquí es donde la discusión sobre el fascismo de la tendencia global no se torna una frivolidad. Es cierto, como dicen algunos, que Milei no puede armar un ejército como el de Hitler. Pero Trump puede. Orban y Meloni juntos pueden hacer cosas. Y aquí hay un peligro para la institucionalidad

Milei pareció ser esa forma que se adoptó a un molde. La construcción discursiva, la motosierra, el “no hay plata”, su posición de rebelde de derecha muchas veces era de libro. “El loco” cumplió con un cometido: responder a esa demanda, ser coherente con una lógica.

La crueldad, el soporte eugenésico que estaba detrás de las políticas en materia de discapacidad, la política para las universidades, eran parte de una lógica tolerada. A eso se suma la decepción ante el último gobierno peronista, el “no tienen con quien perder” al que se refirió Pablo Semán. Incluso, el sacrificio económico podría ser tolerado por muchos ciudadanos. Parecía que Milei, el peinado nuevo se adaptaba a la tendencia mundial y a la demanda de la sociedad.

Hasta que aparecieron las denuncias de corrupción. Y esas denuncias se tornaron verosímiles. Corrupción en la salud, corrupción en la confección de listas. Corrupción como método político. Lo que en $Libra fue tan codificado y quizás difícil de comprender para muchos como la cultura Bitcoin, en el caso Andis llegó hasta la otra parte del poder en la Argentina. Hasta Karina.

Lo que era novedad se tornó algo muy antiguo. Y muy propio de los populismos. La sociedad que estaba dispuesta al sacrificio es intolerante ante la evidencia de una modalidad de funcionamiento repudiada. La honestidad sigue siendo un valor indispensable. Axel Kicillof representa esos valores.

Es cierto que hay pronto elecciones en Chile. Es cierto que la experiencia colombiana no fue exitosa. Pero no hay que olvidar que Javier Milei (que en su breve discurso dijo que seguirá el rumbo de la política internacional) es el principal aliado de un eje global.

La narrativa es muy importante en política. Pero lo que las sociedades no perdonan es la sensación de que los políticos están metiendo en la lata. Algo que deberían tener en cuenta los políticos de un lado y otro. Ayer, Milei perdió contra un político que no tiene máculas en este sentido. Debiera el resto del peronismo tomar nota en lo que viene.