El síndrome de Estocolmo es un fenómeno psicológico en el que una persona desarrolla empatía y simpatía hacia su captor, incluso cuando está siendo retenido o maltratado. Puede darse en situaciones de secuestro, pero también puede manifestarse en otras circunstancias en las que hay una relación de poder desigual y una persona se encuentra en una situación de dependencia. En el contexto de los equipos de trabajo, el síndrome de Estocolmo puede manifestarse de varias maneras, y a menudo ocurre sin que las personas involucradas sean conscientes de ello. Existen diez signos que nos ayudan a identificar si estamos experimentando el síndrome de Estocolmo.
◆ La lealtad incondicional hacia jefes o compañeros de trabajo, incluso cuando estos son injustos o abusivos.
◆La negación o minimización de los problemas y abusos en el lugar de trabajo, incluso si son obvios para los demás.
◆ La justificación de los comportamientos abusivos de los demás y culparse a sí mismo, o a otros, por las acciones de los agresores.
◆ El miedo a las represalias si se habla de los problemas en el lugar de trabajo.
◆ Permanentes sentimientos de impotencia e indefensión ante el contexto.
◆ La dependencia emocional y psicológica de los agresores.
◆ El sentimiento de agradecimiento hacia los agresores por cualquier muestra de amabilidad o compasión, por más mínima que esta sea.
◆ La pérdida de la autoestima y la autoconfianza.
◆ El aislamiento social y falta de apoyo de los amigos y familiares.
◆ La creencia de que el agresor es la única fuente de seguridad y protección en el lugar de trabajo.
Es importante que las organizaciones sean conscientes de estas dinámicas y trabajen para crear un ambiente laboral saludable y equilibrado para todos. Para ello, existen algunas alternativas útiles para desarrollar una estrategia adecuada y así poder combatir esta situación. Una de ellas consiste en reconocer el problema, lo que implica aceptar que los comportamientos de los jefes o compañeros de trabajo son inapropiados y no deben ser tolerados. También es valioso buscar apoyo de amigos, familiares, y/o colegas de confianza como medio de ayuda para fortalecer la autoestima y la confianza en uno mismo, y proporcionar una perspectiva más objetiva sobre la situación laboral.
De ser posible, es recomendable hablar con los responsables de los comportamientos abusivos para intentar llegar a una solución. Establecer límites saludables y claros con quienes crean este contexto abusivo es algo importante para protegerse de futuros abusos. Esto implica hablar claramente sobre lo que se espera y lo que, de ninguna forma, se tolerará. Si esto no funciona, es posible hablar con los responsables de recursos humanos o buscar ayuda externa (por ejemplo, una línea de asistencia para empleados o un abogado).
Algo adicional (y muy útil) consiste en desarrollar habilidades para afrontar estas situaciones, como la meditación, la terapia, el yoga o el ejercicio físico, lo que puede ayudar a reducir el estrés y la ansiedad asociados con el síndrome de Estocolmo en el lugar de trabajo. Finalmente, y si no es posible solucionar la situación en el lugar de trabajo actual, buscar nuevas oportunidades laborales puede ser la mejor opción.
Nils Bejerot, psiquiatra y criminólogo sueco que originó el concepto, destaca que el síndrome de Estocolmo es una enfermedad que surge de la incapacidad de la víctima para procesar el terror que le produce su captor. Y lo que hace es transformar ese terror en amor. Por ello, superar este síndrome en las organizaciones puede requerir tiempo y esfuerzo, pero con el apoyo adecuado y la toma de medidas prácticas, se puede romper el vínculo emocional y psicológico con los “agresores” y recuperar el control de la situación laboral.
*Ingeniero especialista en estrategias, innovación y transformación digital, conferencista, autor del libro Inspiración Extrema.