OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Resurge en el mundo el flagelo de la inflación

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El dólar pierde valor. Biden se enfrenta a una creciente suba de precios. | AFP

En el año 2020, marcado por la pandemia de covid-19, el mundo registró la mayor caída de actividad económica desde la Segunda Guerra Mundial. El aislamiento, dispuesto inicialmente ante la ausencia de una vacuna, atentó contra la base de la economía moderna basada en la especialización y el intercambio. De este modo, el año finalizó con una contracción en el nivel de actividad superior al 3%, luego de haber registrado caídas interanuales de dos dígitos en los momentos de mayor aislamiento.

En la medida en que el aislamiento se fue flexibilizando, el ritmo de actividad se fue recuperando. De acuerdo con las estimaciones publicadas por el Fondo Monetario Internacional en su reporte de Perspectivas Económicas Mundiales, el crecimiento de casi 6% estimado para el corriente año dejaría el nivel de actividad 2,5 puntos porcentuales por encima del registrado en el año 2019. De hecho, si se toma como cierta la proyección de casi 5% de crecimiento para el año próximo, el mundo habrá crecido a un ritmo promedio de 2,5% en el trienio 2020-2022, pandemia incluida.

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La proyección de crecimiento para el bienio 2021-2022 representa un desafío para diferentes mercados. Siguiendo las proyecciones del FMI, el crecimiento acumulado al cabo de estos dos años superaría el 11%, el cual, si bien en parte se explicaría por la recuperación pospandemia y la capacidad ociosa que la misma generó en diferentes mercados, en gran parte resultaría crecimiento genuino. Este fuerte incremento, en un período relativamente corto de tiempo, genera un gran desafío en el abastecimiento de insumos para satisfacer esta producción, como se ve actualmente en el sector energético, donde sus precios registran fuertes alzas, por ejemplo: el petróleo subió 34% respecto de su mínimo reciente, en agosto pasado, alcanzando su valor máximo en siete años.

Dada su participación relativa, lo que ocurre en Estados Unidos, China y Europa determina el crecimiento mundial. Mientras que el PBI expresado en dólares corrientes de estas tres regiones representa casi el 60% del PBI mundial –liderado por Estados Unidos, que explica un cuarto del PBI del mundo–, al expresarlos en paridad de poder de compra su participación se reduce al 45%, quedando el liderazgo en manos de China, con una participación del 18%. De este modo, lo que ocurra en estas economías determinará el crecimiento mundial dada su incidencia directa, pero además resultará determinante sobre lo que ocurra en el resto de las economías del planeta.

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La economía de los Estados Unidos, habiendo dejado atrás la recesión, crece a un ritmo elevado. Luego de haber registrado una caída del 3,4% en 2020, esta economía comenzó un fuerte proceso de recuperación basado en el crecimiento del consumo privado. El ahorro extraordinario generado por los enormes planes de estímulos fiscales, en momentos en los cuales el consumo caía, explica el fenomenal incremento en los precios de activos. En la medida en que las restricciones a la movilidad se van normalizando, parte de este ahorro se destina al consumo, llevándolo a niveles récord históricos.

El ritmo de crecimiento es insostenible y genera dudas sobre la dinámica de la economía norteamericana. El ritmo de crecimiento registrado durante la primera mitad del corriente año es compatible con un escenario de recuperación, donde la economía crece en base a capacidad ociosa. Superado este período, mantener estas tasas de crecimiento resulta imposible, a la vez que genera alarma por lo que pudiera pasar con la inflación.

Diversos indicadores dan cuenta de que el período de recuperación ya fue superado. El fuerte crecimiento de la demanda interna fue abastecido con el incremento en la producción, lo que elevó la tasa de crecimiento del PBI a un nivel muy superior al 2% al que crece la capacidad productiva en los Estados Unidos, algo que no puede perdurar en un largo plazo. Al mismo tiempo, la brecha entre el PBI potencial y el PBI real ya se habría extinguido, muestra clara de la inexistencia de capacidad ociosa. Asimismo, dado que parte de la demanda se abasteció con inventarios, esto generó que los mismos se encuentren actualmente en niveles mínimos históricos. Por último, si bien la tasa de desempleo cayó 10 puntos porcentuales desde el 14,8% en abril de 2020, aun se ubica en niveles superiores a los de prepandemia; sin embargo, la salida de 5 millones de personas del mercado laboral y los incrementos salariales que se observan evidencian un claro problema de oferta laboral y generan dudas sobre la posibilidad de que el empleo pudiera volver a los niveles observados a fines de 2019.

El riesgo de que la inflación se sitúe en niveles superiores al objetivo demanda acciones más temprano que tarde. Si bien los miembros del Comité de Política Monetaria de la Reserva Federal insisten en plantear que los actuales niveles de inflación son transitorios, los riesgos son claros por lo que, más temprano que tarde, deberán comenzar a tomar medidas de política económica para garantizar la transitoriedad de los actuales niveles de inflación.

La economía europea replica el ciclo norteamericano, aunque con algún rezago. Luego de caer casi un 6% en 2020, el PBI de la Zona del Euro recién comenzó a crecer en el segundo trimestre del corriente año. La mayor caída de actividad y el retraso en la recuperación se explican por las rigideces relativas que presenta esta región respecto de los Estados Unidos, a la vez que los planes de estímulos resultaron de menor cuantía. Ahora bien, el ritmo de crecimiento actual, solo compatible con un proceso de recuperación, se ubica varias veces por encima del aumento de la capacidad productiva de esta región. Respecto de los riesgos inflacionarios, los mismos también muestran cierto rezago; sin embargo, el riesgo de corto plazo está asociado con lo que ocurra en Estados Unidos y el potencial traslado al resto del mundo de un eventual proceso inflacionario en este país vía precios de materias primas en general y energía en particular.

China consolidó rápidamente la recuperación; sin embargo, presenta serios riesgos. La caída de la economía china se concentró en el primer trimestre del año pasado, y la recuperación se consolidó durante el segundo trimestre de 2020. Sin embargo, el crecimiento de China durante 2021 viene siendo débil: en los primeros tres trimestres del año acumula un crecimiento de 1,6%. La incorporación de nuevas disposiciones sobre el mercado inmobiliario a principios del corriente año hicieron que se manifestaran muchos de los problemas crediticios de algunas empresas en particular y del mercado inmobiliario en general, lo que afecta la actividad de una industria que incide más de un 28% sobre el PBI de la economía y cuyos efectos podrían tener impacto a nivel mundial. Adicionalmente, China sufre el encarecimiento de los precios del gas natural, el carbón y la electricidad, lo que afecta toda la estructura de costos de la economía y ralentiza su desempeño.

El mundo supo superar la crisis producida por el aislamiento a la vez que resurgieron demandas sociales que ya existían antes de la pandemia. Si bien estas demandas pueden resultar genuinas y los planes de estímulo resultaron imprescindibles en el momento de mayor incertidumbre, continuar con ellos de manera irresponsable comienza a generar temores al resurgimiento a nivel mundial de un flagelo erradicado hace décadas de gran parte del planeta: la inflación.

*Socio y economista jefe de Arriazu Macroanalistas.