OPINIóN
PODER LEGISLATIVO

Caso Ameri | La lista sábana no es el problema

A partir del escándalo protagonizado por el legislador se abrió un debate que incluye a la lista sábana como la gran responsable.

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Sesión | Cedoc

Giovanni Sartori sostenía que “… el partido tendrá el dominio absoluto de la selección y de la elección de los candidatos cuando las listas son cerradas…”. Y previno con preocupación cómo “… en las más tradicionales democracias occidentales la identificación con un partido y sus símbolos se están debilitando”.

Por su parte, Dieter Nohlen afirma “no hay que perder de vista que los partidos políticos son los fundamentos de la democracia. En América Latina, la lista cerrada y bloqueada constituye un baluarte contra el caudillismo y el clientelismo”.

A partir del escándalo digital protagonizado en la sesión de diputados de ayer, donde Juan Ameri se comportó de un modo absolutamente impropio, mucho se ha debatido sobre las buenas y las malas costumbres, sobre legisladores que no califican para ocupar un puesto de tamaña responsabilidad, y sobre la lista “sábana” como gran responsable de que esta infeliz situación haya sucedido.

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Suena acertado repudiar que un legislador se comporte obscenamente en público, manifestando conductas sexuales o de cualquier índole, que corresponden exclusivamente al ámbito privado. Suena acertado que un legislador que se presenta a sesionar deba contar con la preparación y profesionalismo acordes al puesto asignado y conozca a la perfección sobre la cuestión a debatir. Suena erróneo pensar que la solución a ambas infracciones encontrará su solución a partir de que los ciudadanos elijan de modo directo a personas “conocidas” en lugar de elegir una lista de legisladores diseñada y confeccionada por un partido político.

En una república, los partidos políticos presumen, afortunadamente, ser los actores fundamentales en el juego electoral, restándoles protagonismo a las candidaturas personales, tan viciadas en la región latinoamericana, donde el paternalismo y caudillismo suelen vulnerar el correcto funcionamiento de las instituciones. Así, elegir candidatos “conocidos” no garantiza el mejor funcionamiento de la cosa pública y con frecuencia nos conduce a modos de gobernar más cercanos al patronazgo estatal y más alejados de la procedente representación política.

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Las conductas obscenas, la corrupción, los delitos de cualquier índole deberían ser sancionados o penados según la legislación vigente; solamente de tal modo se puede convivir con la debida legalidad en una sociedad organizada. Los representantes que legislan deben estar lo suficientemente calificados e informados para ocupar cargos que implican una enorme responsabilidad y afectan inmensamente la vida cotidiana de los ciudadanos. Sin embargo, que determinadas personas sean elegidas de modo directo por los ciudadanos, no garantiza una mejor representación ni conductas más apropiadas de quienes nos representan, al mismo tiempo que impide la existencia de un tipo de representación más orgánica y pluralista.

Si en una lista partidaria existen legisladores que no son merecedores o no están capacitados para el puesto asignado, o que no se informan sobre los temas a debatir en sesión, o existen legisladores que no se presentan infinidad de veces a sesionar (que no trabajan), tal vez debería repensarse el modo en que las autoridades partidarias seleccionan a sus candidatos en las listas (exigir condiciones y normas en torno a la selección de éstos) en lugar de pretender restar fuerza a los partidos políticos y empoderar a líderes individuales, situación que tantas veces quebrantó las vitales instituciones que fortalecen una república.

 

* Sandra Choroszczucha. Politóloga y Profesora (UBA). www.sandrach.com.ar