Resulta lícito suponer que alguien en Argentina no haya comprendido la gravedad de la situación actual? ¿Qué nos dice que la actividad económica se haya derrumbado un 26,4% en abril, la mayor baja registrada desde 1900? ¿Qué nos alerta que en abril se contabilizó una caída del 3% del empleo? Estamos refiriéndonos a la contracción del empleo más importante desde la gran crisis de solvencia 2001-2002.
¿Hay alguien a quien se le puede escapar que la característica central de este proceso recesivo es la rapidez con la que se deterioran las variables? Veamos: en diciembre de 2019, el empleo total mostraba una pérdida de solo 34 mil puestos de trabajo. Cuatro meses después, la destrucción del empleo se multiplicó por diez. Algunas proyecciones que incluyen el empleo en negro infieren que durante este año la pérdida del empleo total podría superar el millón de trabajadores, lo que llevaría la tasa de desempleo del 9,8% promedio en 2019 a la zona del 15% para los próximos meses.
Dentro de las muchas cosas que desvelan al Gobierno, y que –paradójicamente– ahora comenzarán a vivirse con cada vez mayor intensidad, están los dos indicadores que hemos comentado: caída de la actividad y del empleo.
El deterioro no solo sigue intacto, sino acrecentándose semana a semana. Y lejos de cualquier otra perspectiva, son los dos vectores que inspiran el trabajo que (en este mismo momento en el que se escriben estas líneas) se está llevando a cabo –no sin sangre, sudor y lágrimas– en la diagramación del plan para el día después. Más aún, ese plan no puede dejar de contar con premisas claves e ineludibles, genuinas reglas de oro que permitan contemplar el despertar del día ulterior.
¿Cuáles son las siete reglas de oro que estarán en la mesa de trabajo todos los días hasta el tan esperado día después? La primera, depurar y perfeccionar el cierre con los bonistas y diagramar la salida del mercado de capitales. Ya existen experiencias anteriores en este terreno y seguramente el camino a seguir no será muy distinto. La segunda, no menos imprescindible, potenciar el mercado local de capitales para la emisión de deuda corporativa. Esto es clave y las SGR pueden aquí desarrollar una activad muy fértil. La tercera, impulsar la obra pública para recortar el índice de desempleo. La obra pública es un vector con extraordinario efecto multiplicador en la economía al igual que la obra privada. Por lo tanto, la cuarta es incentivar la obra privada por la capacidad de volcar dólares. En este sentido, el próximo año puede muy bien la industria de Real Estate, más allá del negocio inmobiliario, convertirse en un espacio de grandes oportunidades. Los recientes anuncios de relanzamiento del plan Procrear van ineludiblemente en este sentido. La quinta, fomentar exportaciones con foco en la agroindustria. La sexta, trabar importaciones para mermar salida de divisas. Por último, la séptima, impulsar Vaca Muerta y la minería en sus múltiples facetas.
Este escenario nos hace pensar en un último cuatrimestre del año absolutamente disímil y más vital, con muy buenas perspectivas para las acciones locales así como también para la recreación de un mercado de valores de corto plazo en pesos a través de las nuevas letras de descuento, con CER y con Badlar del Tesoro Nacional. El Tesoro necesitará irremediablemente reconstruir un flujo de instrumentos que se espera vayan agilizándose (de modo veloz) con el correr de los próximos meses.
Hoy ya se puede tener mayor expectativa de certezas dado, por ejemplo, que en septiembre se va a trabajar sin cuarentena, bajo lo que hoy se llama “nueva normalidad”, pero avanzando hacia una actividad económica sin las restricciones extraordinarias a las que la peste nos tiene acostumbrados. Bajo este supuesto, las empresas van a necesitar pesos para volver a la producción. Las que no los tienen deberán financiarse y las SGR son una muy buena alternativa. Los que tienen posiciones en dólares MEP las van a ir desarmando, total o parcialmente, cosa que también se alinea con las siete reglas de oro para el día después. Es dable esperar un repunte del mercado de capitales y, dentro de la economía real, la industria del Real Estate puede constituirse en la vedette del próximo año. Se descuenta que el escenario es altamente delicado, requiriendo de una postura de mucha cautela.
El desafío principal del Gobierno debería ser el de marcar un rumbo claro que busque ordenar las expectativas, al mismo tiempo que se implemente un programa de corrección de desequilibrios lo más preciso y transparente posible. Un programa focalizado en corregir todo lo que se desordenó en los últimos meses para evitar un desenlace de desborde fiscal, monetario y cambiario que interrumpa la recuperación iniciada en mayo. La economía debe continuar, en los próximos meses, en sintonía con lo que se observa en el resto de los países de la región y del mundo.
La economía, como creación humana, necesita diagramaciones y planes para desarrollarse. Juguemos ese ajedrez.
*Docentes de la Diplomatura en Asesoramiento Financiero de la Universidad Blas Pascal (UBP).