OPINIóN
Repensar el concepto de belleza

Silvina Luna: la belleza y la muerte

Para muchas personas es un problema complejo el efecto que causa verse y compararse con los cuerpos "ideales" que desfilan en las pantallas y en los discursos, imponiendo modelos de belleza.

Silvina Luna
Silvina Luna | Instagram

Suena bien y resulta fácil aconsejar: “Querete tal cual sos”. Pero el camino de la autoestima, de respetarse y saber lo que se quiere, no es tan sencillo porque ese transitar está lleno de curvas peligrosas y de carteles que desorientan. ¿Cómo somos? ¿Cómo queremos ser? ¿Cómo quieren que seamos? ¿Cómo nos quieren? Preguntas existenciales y profundas que marcan la vida psicoemocional, física y social de todos los seres humanos. Y Silvina Luna no fue una excepción; en el curso de su vida quiso verse y sentirse mejor, sin saber que detrás de esa búsqueda estaba agazapada la muerte.

Los cuerpos femeninos son los principales depositarios de ciertos mandatos de belleza, de estereotipos signados por el mercado del deseo y por lo tanto de las presiones de las miradas, los comentarios y los prejuicios estéticos. Para muchas personas es un problema sumamente complejo el efecto que causa verse y compararse con los cuerpos “ideales” que desfilan en las pantallas y en los discursos, y que se viralizan imponiendo modelos de belleza. ¿Y qué es bello, lo que nos venden? Hay que repensar el concepto de belleza ligado a un determinado formato corporal que si no es alcanzado, especialmente las mujeres, deja fuera del mercado de los deseos y desencadena diversas problemáticas psicoemocionales.

Silvina Luna y el dilema eterno del cuerpo y el deseo

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Tenemos un cuerpo, ya no solo biológico y animal, sino un cuerpo mordido por el significante, por los discursos, por los hacedores de la cultura que imponen modas y modos de ser y de estar en el mundo. Sustraerse de esos imperativos es sumamente complejo. Ya nadie tiene una total naturalización de su cuerpo porque hay un espejo social que devuelve miradas de aprobación o de rechazo acorde a los patrones de belleza reinantes, y porque además de lo impuesto, en la decadencia física se vislumbran las marcas del paso del tiempo y por lo tanto de la inevitable muerte; cuestiones que el ser humano rechaza, de las que nada quiere saber y que busca evitar, en vano.

Somos singularidad en la diversidad, sin embargo hay un empecinamiento por copiar la similitud impuesta. El discurso único, la verdad única y los cuerpos hegemónicos destrozan la belleza de lo singular, de lo diverso; las diferencias que nos diferencian. Hay una existencia moldeada por la ideología de la época que pone de moda no solo la ropa sino también las ideas, las curvas, los labios y los pechos. ¿Y cómo se sale de estos mandatos que enferman y matan? Siendo conscientes de que el cuerpo no es solo un envase, una simple exterioridad. El cuerpo es, como la banda de Moebius, un afuera/adentro, lo externo tiene efectos en lo interno, y viceversa. Habitamos un cuerpo que es borde, que es piel y sentimientos, un cuerpo a través del cual vibramos pero también sufrimos. Un cuerpo que representa más que una materialidad, es imagen que miramos y que nos miran, es un espacio, un territorio de lo propio en interacción con otros cuerpos y sentires.

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El cuerpo de la mujer ha sido, históricamente, tratado con crueldad, como un territorio a conquistar por el hombre. Defender la propiedad privada del cuerpo, de las diversas formas de maltrato, implica un trabajo no solo personal sino de conciencia social, de cambios de paradigmas. El trabajo de aceptación, de búsqueda de un equilibrio psicofísico para alcanzar una autoestima suficientemente sana, lleva un tiempo, un tiempo de trabajo interior hoy denostado por las ideologías del mercado que imponen resolver rápidamente, no pensar, tapar el malestar con medicinas cosméticas o con psicofármacos, y seguir, seguir repitiendo el discurso, consumiendo modos y modas, sin saber que en esa rueda del existir el que es consumido es el ser humano devenido consumidor.

¿Dónde se encuentra la frontera que separa y define el cuidado personal de la obsesión? ¿O el bienestar de la búsqueda obsesiva por responder a los cánones de belleza impuestos? Apostemos a un cultivo sano y por lo tanto responsable del cuerpo y de la mente. Antes de una operación debería hacerse un profundo trabajo psicológico para discernir con claridad las razones por las que no se acepta el cuerpo o una parte de él. Y clarificados los motivos, ser libres a la hora de elegir qué hacer con el cuerpo propio, libres para practicarse intervenciones y tratamientos, pero con suficiente información acerca de las posibles consecuencias de esas prácticas estéticas, prácticas que a su vez tendrían que ser seguras, reguladas por los organismos de salud del estado.

Que toda decisión de una cirugía estética sea motorizada por el deseo de un cambio meditado y consciente y no para responder a las demandas ajenas, a mandatos sociales para conseguir miradas de aceptación, pareja o trabajo.