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Silvina Luna y el dilema eterno del cuerpo y el deseo

El cuerpo, nuestro primer hogar, es el lugar que habitamos, el destino de nuestros deseos, no sólo la imagen que nos devuelve el espejo. Qué dicen los especialistas sobre nuestros problemas para habitarnos, vivir en el cuerpo.

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Silvina Luna. | NA

La modelo Silvina Luna estaba internada en el Hospital Italiano desde junio, con idas, vueltas y recaídas, atrapada en un cuadro de hipercalcemia que derivó en una insuficiencia renal aguda. Su “pesadilla” como ella misma la calificaba, la había despertado del mundo de los sueños en 2011, un año después de que el médico Aníbal Lotocki practicara en su cuerpo un tratamiento estético que no salió bien y hoy se considera la causa primera de su fallecimiento a los 43 años.

El cuerpo propio, ese es el tema.

“El cuerpo de las mujeres no puede ser depósito de basura, no se puede abusar ni de la confianza ni del deseo”, escribió en su twitter la periodista y narradora platense Mariana Enríquez ni bien comenzó a circular la noticia del fallecimiento de Silvina Luna.

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El problema es que es muy difícil enrejar el deseo humano.

Cuerpo y deseo

El deseo no tiene límites, siempre busca su realización y cuando se realizó, se va por más. Si eso se aplica al cuerpo, para que responda a cierto estereotipo, se complica más porque se está queriendo fijar algo cuya  naturaleza es cambiante. El deseo es irrefrenable, esta es su esencia. Entonces, el punto es hacer un trabajo terapéutico de aceptación del cuerpo, para que el cuerpo, pero también la mente sean saludables”, dice Pablo Melicchio, Psicólogo y escritor.

Ser feliz no debería confundirse con la alegría o el placer

En su último posteo en redes, Silvina Luna se filmó a sí misma en la sala de diálisis del Hospital Italiano de Buenos Aires. Transmitía a la vez entusiasmo y aceptación. Lo primero, porque los médicos creían haber dado en la tecla con los remedios para combatir la bacteria que deterioraba su salud. Sonreía con sus ojos claros, las cejas perfectas, las mejillas infladas. Se quitó la cofia hospitalaria que le cubría la cabeza y al dejar al descubierto su pelo ralo, demostró aceptación. Era convincente. El tiempo nunca vuelve atrás, pero Silvina todavía lo creía; el futuro era el trasplante de riñón, la luz del mañana entre sus penumbras de cada día. 

“¡Fuerza y a no bajar los brazos! Se lo digo a las personas que están en una situación similar” pidió por último la modelo y comunicadora, antes de apagar su dispositivo.

“Silvina Luna es una víctima más del imperativo de belleza impuesto socialmente, su cuerpo termina siendo el depositario de esa cuestión en torno a la forma que tendría que representar la mujer para agradarse y agradar al otro”, piensa en voz alta Pablo Melicchio.

El caso Silvina Luna, y el anterior de Mariano Caprarola, nos imponen una pregunta: ¿qué nos pasa con el cuerpo, con nuestra imagen?

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“Todo lo que sucede, -o no sucede- lo hace a través de nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo, es el lugar que habitamos, nuestro primer lugar. Lo sepamos o no, nos cobija, aunque muchas veces no sintamos que forma parte de nosotros y entremos en conflicto con él”, reflexiona Margarita C. Marsán, Psicóloga Clínica y Forense.

SILVINA LUNA
Silvina Luna.

“Las emociones también pasan por nuestro cuerpo, y por eso nos enfermamos, algo que parece inevitable. La imagen también forma parte del cuerpo. Es la parte psíquica donde lo concebimos; por lo tanto, la estética, también forma parte del mismo cuerpo que nos acoge. Dicho de otro modo, nuestra estructura de personalidad está formada por una parte física y la otra imaginaria que está relacionada con ella. Serían las dos caras de la misma moneda. Y afuera el mundo real. Lo cual no es poco, porque debemos lidiar con ambos”, sintetiza la especialista. 

Silvina Luna, cuerpo y deseo

Cuando llegó a Gran Hermano, Silvina Luna tenía 21 años, era nacida y criada en Rosario, trabajaba en un restaurante porteño y andaba en rollers. El reality televisivo, que en 2001 la tomó de la mano para hacerle traspasar el umbral de la fama, era por entonces una absoluta promesa de felicidad.

Las mejores fotos de Silvina Luna en CARAS
Silvina Luna: el dilema de habitar el propio cuerpo.

“Algunos me preguntan qué me pasó en la cara. Me pasó la vida. Buscando mi valía en el exterior, tomé una decisión que oí… me hago cargo de las consecuencias, de pie, firme (…) La valía no está en tener la cara más redonda, si estás más gorda o más flaca, no se opina de los cuerpos, la cara, la ropa del otro. A veces siento compasión por esas cosas que escriben, qué proyectan en uno y que les saca lo peor: la ira, la envidia, la bronca”, improvisó Silvina en un video que posteó en sus redes, antes de internarse, indignada por los comentarios en redes sobre su aspecto físico.


Silvina Luna, el deseo del "nunca más"

Tras 79 días de internación, su familia tomó la decisión de desconectarla de los artificios que la retenían de este lado de la vida. “No hay vuelta atrás”, le dijeron los médicos y debieron tomar la decisión más difícil que pueda imaginarse. 

“Quiero vivir”, repitió varias veces en una entrevista televisiva de los últimos tiempos, cuando su triste final parecía lejano. Su mantra se nos cayó como guadaña. En su memoria, otro mantra dolorido se eleva ahora como un rezo universal: paz y justicia para Silvina Luna. 

Cirugía plástica: ¿Cuándo puede fallar?

“Del mismo modo en que Lucio Dupuy hizo repensar el tema en torno a la protección de las infancias, porque no siempre una mujer es una buena madre, como estaba establecido. O Mica García, la chica de Entre Ríos que motivó la Ley Micaela, puso en los medios el maltrato, la perversión y las falsas masculinidades, cuando un perverso preso por abuso y violación volvió a hacerlo cuando salió de la cárcel, del mismo modo, con la muerte de Silvina Luna deberían morir todas las formas de dañar el cuerpo en función de responder a un estereotipo de belleza impuesto”, concluye Melicchio. 

“Si habitamos nuestro cuerpo, si nos habitamos, podremos reconocer los deseos más genuinos o despejar los mandatos, aquello que buscamos para satisfacer a otros, para responder a imperativos. Si me habito, me reconozco y reconozco mis deseos y necesidades genuinas”, agrega el Lic. Melicchio y concluye:

“No hace falta responder con la propia vida para alcanzar un modelo impuesto de la belleza. Hay que protegerse y empezar a pensar en la importancia de la singularidad, lo que cada uno es en cuerpo y mente, sin buscar parecerse 'a' ”.

Algo que en definitiva nunca se logrará.