Transitamos un cambio de era, es una era de falsa ilusión, de estar en todos lados y en ningún lugar a la vez, estamos intentando resucitar, luego de una pandemia, que fue lo fallido de la globalización, y seguro deberemos prepararnos para miles de pestes más. Es un hecho que el cambio climático no es un invento y que hasta la naturaleza factura, el daño recibido.
Son tiempos complejos, difíciles, pero es que lo humano no parece ser humano, quizás cuando lo tecnológico tomó más dominio, la Inteligencia Artificial, copó la prensa, las aulas, la casa y el mundo del consumo, es la expectativa del deseo, cuando los vínculos no son la preocupación actual, cuando la vida, pasó a estar devaluada, cuando el ser feliz quedó en las poesías o en los cuentos, debimos haber tomado nota y evaluar las consecuencias.
Ni somos homo deus, ni habitamos el transhumanismo, seguimos siendo apenas humanos.
Las palabras que hoy más resoplan son espanto, horror, violencia, dolor, guerra, indiferencia, pobreza, podemos pensar que son palabras vacías, se repiten, se las lee en los medios, pero no lo son, son palabras que rompen, que derraman sangre, que apartan, que, de naturalizarse, tendrá más corazón Alexa o cualquier bot, menos lo humano.
El Papa Francisco: “Sufro y lloro pensando en la población ucraniana”
No podemos pensar que, si a mí no me pasa, no pasa, ese recorte es infantil, negador de una realidad, que tarde o temprano nos buscará y vendrá por todos.
El reclamo por la pobreza forma parte del cuidado más básico de todos los miembros de la comunidad, no es un número, es una realidad cruel, que la habitan personas, personitas, que necesitan una lectura más profunda, pero que nos involucra a todos.
Las guerras, no solo la de medio oriente, que involucra a varios países, o la de Ucrania y Rusia, sino todos los miles que hoy tenemos, no se reduce a religiones o a defensas por los ataques, se debe hablar diciendo. Que siga habiendo guerras es lo terrible de la moral humana, que cree que con el poder se puede llegar a solucionar todo, y solo lo que se ve, son muertes, orfandad, familias destruidas, destrucción de hogares, escuelas, hospitales y una escalada que, de seguir y no frenar, no tendrá fin, porque inútil es no pensar en los negocios atrás de la guerra, que factura y trae más divisas.
El infante humano no nace violento, nace indefenso, no nace con ansias de venganza, nace con necesidad de ser amado, debemos saber y hacernos cargo que nos hacemos violentos, que se aprende a ser violento, sí, que matar, herir, a destruir se aprende.
Según Anselm Grün, debemos reconciliarnos con el hecho de que en nosotros no existe únicamente amor, sino también odio, de que, a pesar de todos los esfuerzos religiosos y morales, también existen tendencias asesinas en nosotros, rasgos sádicos y masoquistas, agresiones, ira, egoísmo, actitudes depresivas, temor y cobardía, según este autor, quien no acepta la propia sombra la proyecta inconscientemente sobre los demás, no admite la propia falta de disciplina y solo la ve en los otros.
Debemos concebir al sujeto en sus dependencias, en sus debilidades, en sus incertidumbres, también en sus ambivalencias, en sus contradicciones , su simultáneo carácter central e insuficiente, su sentido y su insignificación , su ver las cosas como todo o nada a la vez.
La verdad que lo que necesitamos al decir de Edgar Morin (2002):”Necesitamos por lo tanto, una concepción compleja del sujeto”.
Por suerte, también sabemos que como humanos debemos encontrarle el sentido a nuestra vida, sin ello, vamos naufragando por la misma, por no llevar nuestra brújula que es ese sentido.
Requerimos humildad y valor para descender de la elevada imagen ideal que nos ponen los medios o la sociedad de consumo, bajar a la suciedad de la propia realidad, aceptando y amando el presente y así ver con empatía a los demás.
La empatía por otro lado es clave para construir puentes de comunicación efectiva.
El mundo sigue girando, la prensa amarilla, vende más, que todo lo que pueda resaltar de la bondad o positivo que todavía queda en lo humano, nos acostumbramos a las noticias trágicas, siempre viviéndolas desde son otros, eso a mí no me pasa.
Estamos en una nueva pandemia, la de salud mental
La paz, ya casi ni siquiera es una paloma, la paz, ya se define como lo imposible, se legitimó el vale todo, no podemos frenar, si freno seré un blando, se justifica, se oculta, se esconde, detrás de las víctimas hay historias, detrás de los secuestrados hay personas, detrás de los hospitales, escuelas, casas hay vidas, detrás de las calles destruidas hay personas.
Se trata entonces, de destronar la anhelada seguridad y dar cabida a la vida en un mundo inestable. Nos toca hacer algo con lo que parece ejercido en nombre de una autoridad anónima, un Estado.
No somos omnipotentes, más bien somos sigularidades, que buscamos encontrar nuestra misión, de no encontrarla estamos herrantes , debemos no considerar nuestra sed de dominar, sino más bien debemos afirmarnos queriendo la vida, según una canción del Indio Solario, a la vida se la paga con vida.
Los niños y los adolescentes tienen derecho a ser criados en la verdad
Por dónde empezar, ante tanta desolación, ante tanto desorden, por dónde empezar en la era de lo volátil, en donde se puede estar en todos lados, pero no se está en ninguna parte.
Como no relacionar tanta pulsión de muerte, con todo lo que está pasando, como relacionar, la reacción de las nuevas generaciones, que se las ve menos motivadas, más depres, más encerradas.
Cómo no relacionar lo que es nuestra realidad actual, con el aumento de las tasas de suicidio, autolesiones y consumos problemáticos.
Pensar en que es solo un mal de época, es un reduccionismo, pensar en que lo egocéntrico no es hoy lo que se destila, en todos lados, en el mundo de las redes, en la violencia en las calles, en la gran sintomatología social, es no dar crédito a lo que nos está sucediendo como sociedad.
Lo humano debe estar en la agenda de todas las instituciones, la propuesta de la cuidadanía, debe ser la esencia de la misión, debemos formar al cuidadano, debemos armar mallas curriculares en donde la responsabilidad afectiva, sea el eje transversal de la formación.
Se hace necesario cambiar un modelo depredador, que premia el consumismo, el egoismo, el individulismo, la insensibilidad, la autosuficiencia, por un relato que valore al ser humano real, con todo lo que eso implica, pero no idealizado, el malestar de la cultura hoy es la eterna idealización y la sensación permanente de insatisfacción.
Lo único que es real es que cada minuto es un minuto menos de vida, la vida necesita ser vivida en una dimensión de bienestar y agradecimiento, porque de vivirla desde ese lugar, todo será posible, de la otra manera desde la mirada del odio, solo el resultado es muerte, es sin sentido.
Todas las disciplinas debemos unirnos, para desarrollar programas que alienten a que la salud mental, garantice el cuidado del otro a partir del cuidado de sí, pero desde el armado de esa búsqueda de sentido.
No es una idealización el logro de la paz, no es un imposible vivir sin guerra, no es la violencia parte de nuestro discurso, eso fue lo construido, lo que nos bajan o nos reducen.
La pregunta, entonces, es de qué lado estás o estamos, cada segundo cuenta, podemos desde nuestros espacios, hacer la diferencia y todos en esto somos responsables, nos merecemos una humanidad diferente.