El futuro aparece incierto. ¿Cuándo es el futuro? ¿Cómo será? ¿Quiénes estaremos?¿Qué y cómo será la pospandemia? Son preguntas con respuestas imprecisas. No existe una representación clara del futuro, sólo brumosa. Vivimos en un presente continuo.
En La psicología social ante el COVID-19, publicado en el International Journal of Social Psychology del 2020, Darío Páez sostiene que “quizá las sociedades se vuelvan más igualitarias, la importancia otorgada a la salud y a la educación aumente, la solidaridad y la empatía reemplacen al egoísmo y la avaricia. Pero también es posible que el sufrimiento nos haga más insolidarios, más temerosos de los demás, de los diferentes, cerrándonos en nosotros mismos y en nuestros entornos conocidos, y aparentemente seguros”.
¿Qué se espera o prevé en la pospandemia? Es muy difícil anticiparlo, ya que la representación de lo presente supera en mucho al pasado y al futuro, y continuamente se habla de estar en un proceso dinámico, en el que todo cambia repentinamente, acrecentado por la experiencia de vivir un presente continuo, vaticinando un futuro esperado, aunque dudoso, borroso.
Edgar Morin, en Connaissance, ignorance, mystère del 2017, plantea la existencia de un posthumanismo, que anticipa dos tipos de consecuencias: las positivas y las negativas. Entre las negativas figuran las amenazas, en el contexto ambivalente de la globalización, con áreas de prosperidad de intercambios humanos, pero también con desigualdades, destrucción de las solidaridades y alteración de la biósfera. Estos aspectos conducen a una serie de catástrofes en cadena: aumento de la polución, desforestaciones, calentamiento global y empobrecimiento de grandes masas de población.
Algunas situaciones novedosas simulan haber llegado para no partir, tal como la virtualidad basada en los avances tecnológicos, que se instalaron y se revalorizaron. Pero este desarrollo también aumenta el cisma entre generaciones jóvenes y adultos mayores, que no tienen la habilidad para el manejo de las aplicaciones, y entre población con conectividad y población sin conectividad. Aumenta de esta manera el cisma entre diferentes grupos sociales.
De cualquier modo, la magnitud de los cambios es tal que se prevé que muchos de los beneficios que trajo esta situación, impuesta por la naturaleza y transformada en coactiva por las autoridades de cada país, seguirán siendo utilizados e incorporados a las rutinas cotidianas habituales, bajo la forma de esquemas híbridos en las diferentes áreas de desempeño.
Igualdad y desarrollo, los desafíos de la pospandemia
El período posterior requerirá esfuerzos de colaboración, apoyo y solidaridad, para los cuales se requieren habilidades interpersonales. Muchas ideas y nuevas prácticas se implementarán e invitarán a transgredir lo dado para encontrar nuevos caminos.
Existen muchas instituciones rígidas, renuentes al cambio, porque la gestión, la cultura institucional y los sujetos que a ellas pertenecen las obstaculizan. Para cambiar, hay que estar atentos a los eventos que nos depara el futuro, mientras se va desplegando en el presente. Las necesidades y los contextos están en permanente movilidad.
Pierre Bourdieuy Loic Wacquant sostienen en Una invitación a la sociología reflexiva, del 2005, que la fuerza de los hábitos consiste en sistemas de disposiciones duraderas y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas para funcionar como estructuras estructurantes, pero muchas tradiciones fuera de época se mantienen por las relaciones sociales existentes.
Que no nos sorprenda la postpandemia
La pandemia del coronavirus nos coloca frente a la tarea de desafiar lo instituido. Seguramente, el futuro será totalmente diferente a lo que conocemos y con el que muchas veces procedemos automáticamente.
La resignación de la frase “es lo que hay” nos impide afrontar creativamente problemas insólitos, desafiantes, difíciles, diferentes. En tiempos de incertidumbre y encierro, la capacidad de encarar situaciones extraordinarias, la fortaleza y la solidaridad resultan desempeños de gran valor. La esperanza y la creatividad son ingredientes necesarios para intentar resolver nuevos desafíos de la vida.
* Susana Seidmann, decana de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Belgrano.