OPINIóN
disputa inesperada

Tiempo de conversar

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Saludo y tensión. Los presidentes, Fernández y Piñera, en uno de sus encuentros. | cedoc

Hablando se entiende la gente.  En el último tiempo han surgido diferencias entre nuestros países. Sucede luego de décadas de cooperación y construcción de confianza mutua que nos permitieron superar la crisis de 1978, donde recordemos, estuvimos al borde de un conflicto armado.  

Las bases del entendimiento permitieron recorrer un  fructífero periodo bilateral.  Resolvimos la mayor cantidad de diferendos existentes, algunos muy difíciles. Para no idealizar, recordemos también que vivimos momentos delicados, como la intrusión en el Consulado argentino en Punta Arenas, y el corte de suministro de gas a inicios de siglo. Más, dado el cuadro de confianza construido, pudimos superar esos momentos y profundizar nuestra relación bilateral. En esa dirección se consolidó la interdependencia económica, la paz y la estabilidad democrática se asentaron a ambos lados de la cordillera, e inclusive se proyectó cooperativamente hacia el resto del continente como se reflejó en la presencia combinada en Minustha.  Incluso concluimos el alistamiento de la Brigada Cruz del Sur, la que lamentablemente no la desplegamos nunca.

El Tratado de Paz y Amistad de 1984 es claro. Nos compromete al diálogo y a la solución de las controversias. Y por cierto, como es sabido, cuando estos temas se tratan mas por los medios de comunicación que por los mecanismos diplomáticos, al final se llega a que palabras sacan palabras.

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Temas. Uno de los principales factores en discusión, son los alcances de la llamada plataforma continental.  Todo país tiene el derecho a su definición, eso no está en duda.  Cuando Argentina emprendió su estudio correspondiente, se entendió -varias de sus autoridades lo señalaron explícitamente- que el objetivo era la defensa del subsuelo marino de cara a Malvinas.  Es decir, una definición eminentemente orientadas hacia la profundidad oceánica, en dirección este.   

Por lo anterior, causó sorpresa la versión final que, en nuestra interpretación, abarcaba mas allá del denominado punto F, nítidamente definido en el Tratado de 1984. Hasta ahí, un tema de discrepancia de interpretación se podría decir. Pero pocas semanas atrás el Ministerio de Defensa argentino emitió el decreto 457/2021 el cual, en uno de sus párrafos  afirma que es “fundamental continuar fortaleciendo la exploración, estudio y control conjunto sobre el Estrecho de Magallanes y el Mar de Hoces (Mar de Drake)”.  Es decir,  dicho decreto definía tareas para la defensa argentina sobre territorio chileno determinado en el tratado de 1881. Precisemos que  ante la inmediata nota de protesta, las autoridades argentinas desautorizaron dicho documento y prometieron enmendarlo.  El ministro responsable dimitió a los pocos días y hoy postula al Senado por Santa Fe.

Hace pocos días el gobierno chileno emitió su documentación sobre la plataforma continental, que ha provocado reacciones en Argentina.  En suma, hay una discrepancia, no menor, pero en el marco de la coincidencia de ambas cancillerías que han proclamado su voluntad de activar un dialogo bilateral.

Forma. La sabiduría enseña que es mucho mejor resolver las controversias cuando se vive una etapa de cooperación, que en el caso, ya casi dura cuatro décadas. El diálogo se torna mas áspero cuando reina la desconfianza. ¿Para qué esperar entonces?  Mecanismos tenemos varios, y de todos ellos, me inclino por el llamado “2 + 2”, reunión de los dos cancilleres y los dos ministros de defensa. Vigente desde hace décadas, aunque presumo que es preferible su diseño original: un diálogo espontáneo entre las cuatro autoridades, sin condicionamientos y sin protocolo.  Recuerdo que uno de los primeros tuvo sesiones caminando por una playa.  Permitió frescura, rapidez y por cierto, dejar constancia de lo que se avanzaba y dejar para mejor momento las diferencias. Luego pasó lo que pasa con muchos mecanismos diplomáticos: se empezó a enviar avanzadas, a instaurar reuniones preparatorias, encuentros previos de altos funcionarios  y al final los ministros llegaban, si es que llegaban, a firmar un producto que podría tener muchos méritos pero que en el proceso había perdido la fluidez y la agilidad que se requiere.

Fondo. Lo anterior en cuanto a la forma, porque en cuanto al fondo, los amigos pueden y deben hablar no sólo de las dificultades, sino también incluir temas de común beneficio, inclusive otros temas difíciles.  Está pendiente delimitar una pequeña parte de Campos de Hielo.  Es bueno reafirmar criterios en materia antártica, muchos estrategos argentinos han señalado que a ese tema hay que llegar juntos, chilenos y argentinos.  Chile respalda a Argentina en su demanda de descolonización, en el tema Malvinas.   Ambos países necesitamos unir fuerzas para una común protección sanitaria de cara a la pandemia,  y qué decir de las tareas que nos plantea el cambio climático. De partida una común preocupación por los glaciares. No hablemos de las mutuas necesidades de recuperación económica que ambos países tenemos por delante.  En suma, si vamos a abrir el motor, revisemos todas las piezas.

Lo que no ayuda es politizar el tema, es decir, meterlo en la contingencia. Por cierto, otorgarle toda la importancia que requiere.  Son temas de Estado y no de formulas políticas. Por ello, no es inhabilitante que en ambos países tengamos elecciones pronto, porque es evidente que no son temas que se vayan a resolver en un par de reuniones. Se trata de construir una pista sólida por donde transite la consolidación de nuestro entendimiento y cooperación. En esto corren las leyes no escritas de la política mexicana que señalan que “el que se vá, limpia la casa”.

*Politólogo. Ex subsecretario de las Fuerzas Armadas de Chile y ex embajador chileno en Cuba.