Angélica Gorodischer, quien nos dejara recientemente, es, sin duda, una de las voces más destacadas de la literatura argentina, en especial, dentro de la ciencia ficción en habla hispana. Pero esta no es la única faceta admirable en su escritura. En una entrevista que le hiciera Pablo Gigena en 2015, la autora sostenía dos afirmaciones rotundas: “Me interesa lo inexpresable, lo oculto, lo que no se nombra o es difícil de nombrar” y “¡Estoy harta de las mujeres vencidas en la literatura!”.
Gorodischer irrumpirá, entonces, en el mundo literario argentino con sus mujeres triunfadoras. Un buen ejemplo de ello lo constituye su cuento “La cámara oscura”, incluido en Mala noche, parir hembra (1983), y llevado al cine por María Victoria Menis, en su película homónima de 2008. Cuento y película parecen conjurarse para exorcizar la maldición que trenzan aquellas frases: nos presentan a una mujer fea, casi enmudecida, hablada por los otros, que la condenan como alguien indigno de ser mirado o escuchado, pero que triunfa ante la lente del artista, un fotógrafo que, como ya lograra el surrealismo, descubre en ella una nueva forma de belleza, que muestra lo que está oculto a simple vista.
Una historia que nos dispara infinidad de interrogantes: ¿qué miramos y qué no miramos? ¿La mirada es un gesto que implica solo recepción, o es también un acto que construye, ordena, imparte un orden jerárquico? ¿Cuál es el criterio de belleza que el mundo adulto hace circular en el orden de lo social? Y acercándonos más todavía: ¿cómo miramos a nuestros hijos e hijas? ¿Cómo se inscribe en sus cuerpos la mirada de su madre y aún la paterna? ¿Cómo esa mirada va construyendo comportamiento, personalidad, cómo habita la intrepidez, resolución, audacia o, por el contrario, la timidez o el miedo?
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Vemos en “La cámara oscura” el recorrido sensible de una niña largamente entrenada por su madre a esconderse en las fotos. Ser fea es una acusación de la que difícilmente pueda defenderse una niña… ¿Cómo se crece en este compas de tiempo en el que la enseñanza impartida dirime su contenido en ocultar/borrar la propia presencia? Reflejos indeseados, huellas, cicatrices… Finalmente, el cuerpo de una mujer ya adulta, entrenada en la sustracción, sobrellevando sus elecciones afectivas, construyendo una familia en la que el propio silencio es la condición de su presencia.
Pero hay magias aguardando en rincones inesperados del destino. Emerge así el fervor de un deseo tan largamente sostenido que por su potencia atrae otra mirada también deseante, que es capaz de descubrir en un minúsculo gesto, una belleza extraordinaria, macerada en el anhelo de caricias que, a fuerza de no suceder, cuando el estallido acontece, develan la intensidad de una fragancia única en cada rincón de la piel.
Gorodischer y Menis nos invitan delicadamente a reparar en el silencio poderoso de esta mujer que, eludiendo la violencia de la palabra censora, se abre camino y despierta la mirada creadora de nuevos significados. Mujer y Arte, en un entramado silencioso y secreto, nos descubren un modo otro de ver el mundo, uno más compasivo y libre.
Hoy, a las 18:30, nos encontraremos con los artistas que asumieron el desafío de Gorodischer y crearon un sublime relato fílmico: María V. Menis, Mirta Bogdasarián y Fernando Armani, así como con algunos de sus lectores críticos: Claudia Carbonell, Marcela Crespo, Luciana Belloni, Jimena Hernández Alcalá y Maximiliano Linares, en La Botica del Ángel (Luis Sáenz Peña 543, CABA), para honrar el legado extraordinario de esta gran escritora argentina. La entrada es libre y gratuita.
Claudia Carbonell y Marcela Crespo Buiturón se desempeñan en el Área de Letras del Instituto de Investigaciones de Filosofía, Letras y Estudios Orientales.