Funcionarios y empresarios argentinos del más alto nivel vuelven a ser blanco de una filtración mundial: Paradise Papers. Después de Panamá Papers, la historia hizo “reset”. El diario alemán Süddeutsche Zeitung accedió a millones de documentos internos del estudio jurídico Appleby, con casa matriz en las islas Bermudas.
Inmediatamente compartió la información con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) y juntos emprendieron la aventura periodística: convocar, en estricto secreto, a periodistas de casi todo el mundo para comenzar a investigar el contenido de mails, escritos, bases de datos y facturación de uno de los facilitadores más importantes en el negocio offshore.
El primer aviso llegó a la Argentina el 16 de diciembre de 2016, cuando la directora adjunta del ICIJ, Marina Walker, convocó a los primeros periodistas a una comunicación por un sistema similar a Skype, pero más seguro, para anunciarles que comenzaba a tomar forma “un nuevo proyecto”.
El nuevo objetivo se centraba en Appleby, uno de los tres estudios jurídicos más grandes del mundo para el armado de estructuras societarias offshore; un segundo proveedor sustancial de este tipo de sociedades, Asiaciti Trust; y los registros de 19 jurisdicciones secretas: Bahamas, Bermudas, Malta, Islas Vírgenes Británicas, Aruba, Caimán. Un tesoro desparramado entre 1.4 terabyte de información. Todo indicaba que el proyecto superaría en cantidad de trabajo a “Panamá Papers”.
De entrada, Walker adelantó a los periodistas latinoamericanos que las historias más fuertes estarían centradas en los Estados Unidos y Europa. Pero algo le decía que valía la pena indagar en historias de América Latina.
Las reglas del proyecto: confidencialidad y trabajo colaborativo. Y para eso resultó clave que las decenas de colegas que comenzaron a sumarse acataran las pautas de seguridad para compartir la información en una red cerrada similar a Facebook, pero con varios escudos sucesivos de protección.
La investigación implicaba pasar horas y horas indagando en una plataforma encriptada que abría un universo incansable de material; lidiar con los caprichos de la tecnología; y recurrir a fuentes deinformación y bases de datos externos al proyecto para comprender las historias que comenzaban a surgir. Fue como desvestir a una dama antigua. Capas y capas de mantos hasta llegar a la piel. E intentar calar el hueso. El equipo del ICIJ fue una guía constante, que nos rescataba de los avatares informáticos y perfeccionaba nuestros métodos de búsqueda.
A fines de marzo, los periodistas que ya formábamos parte del proyecto fuimos convocados a un encuentro en Munich, en la sede del diario Süddeutsche Zeitung, receptor original de la filtración. El equipo de ICIJ hizo un curso intensivo de dos días para ayudarnos a comprender el material, cómo buscar mejor los documentos y acordar el protocolo de trabajo que, entre otros puntos, permitió consensuar cuánto tiempo antes llamaríamos a cada sujeto investigado para que hiciera su descargo o brindara sus explicaciones, y cuándo comenzaríamos a publicar.
Cuando llegó el encuentro ya éramos 130 y para fines del mes pasado llegamos a los 380 profesionales, de 96 medios de comunicación en 67 países.
Para complicar aún más el análisis, el material de “Paradise Papers” no estaba completo, procesado y subido a esa plataforma encriptada para una búsqueda integral desde el principio. Los millones de documentos se subieron a una base de datos encriptada a medida que se procesaban -para unificar sus formatos, por ejemplo-, por lo que ciertos nombres aparecieron cuando ya llevábamos meses de revisión y, peor aún, ya los habíamos buscado antes. La última tanda de documentos estuvo disponible recién a finales de agosto. Y debimos reiterar nuestras pesquisas, una vez más. Y los hallazgos crecieron.
La fecha de publicación se acordó en Munich, luego de un debate. Se habló de comenzar a publicar en junio de este año, pero esa opción muy pronto quedó atrás, al igual que julio y agosto -por el verano en el hemisferio norte-, y luego septiembre y octubre por diversos motivos de otros países. Por eso, al marcharnos de Alemania ya se había pautado que el material vería la luz el domingo 29 de octubre o, a más tardar, el siguiente, 5 de noviembre, fecha hasta la cual todo quedaría “embargado”.
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Cuando la información está embargada, el material puede ser analizado y preparado para su publicación, pero bajo ninguna circunstancia puede publicarse hasta la fecha acordada, ya que se podría entorpecer o frustrar la investigación global, bajo pena de quedar excluido de futuras investigaciones del ICIJ. A esto se suma que su publicación anticipada podría poner en riesgo a colegas en zonas conflictivas. El asesinato en Malta de la colega Daphne Caruana Galizia, madre de un miembro de ICIJ, a mediados del mes pasado, resultó un trágico recordatorio sobre cuán real es ese peligro.
Antes y después de aquel encuentro en Munich, en tanto, el equipo argentino se dedicó a hurgar en los millones de documentos disponibles. Algunos no abarcan más que una carilla, en la que apenas se consigna un nombre en una planilla, en un certificado o en un mail.
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Otros, son un manantial de información. Y esto significa cientos de “hits” positivos ante la búsqueda de un nombre, que hubo que abrir, ver y entender, uno por uno, manualmente, para descartar la presencia de “falsos positivos”, es decir homónimos, que los hay, y muchos. Y al igual que con los Panamá Papers, tomará un largo tiempo reconstruir algunas tramas societarias… si es que lo logramos. Hay historias que nunca verán la luz y otras de las que apenas tenemos unas pocas piezas. El equipo argentino de “Paradise Papers” abarca a siete profesionales, provenientes de distintos medios de comunicación: Maia Jastreblansky, Emilia Delfino, Mariel Fitz Patrick, Sandra Crucianelli, Iván Ruiz, Ricardo Brom y Hugo Alconada Mon. Todos convocados por ICIJ, con sus respectivas claves de acceso al material encriptado. Trabajamos en colaboración permanente, coordinando y compartiendo el material encontrado. Será el propio Consorcio el que determinará qué otros colegas argentinos podrán sumarse a este proyecto en marcha y cuándo.