El político chileno más cercano a Alberto Fernández, Marco Enríquez-Ominami, le concedió una entrevista al CEO de Perfil Networks, Jorge Fontevecchia, en el marco del ciclo televisivo Periodismo Puro, que se emite por el canal de aire Net TV.
En uno de los tramos del reportaje, Enríquez-Ominami se refirió a la situación del país trasandino y lo comparó con Argentina: "La sociedad chilena está fundada sobre una promesa: trabajar más para ganar más. Un eslogan estilo Nike dice: 'Just Do It. Solo hazlo depende de ti...'. Y tu problema son los obstáculos que te ofrece la vida, que es el Estado que te va a obstaculizar: tu problema son las reglas, son las normas. En cambio, Argentina tiene un pacto social escrito y no escrito muy sólido. Se basa en la solidaridad intergeneracional en los temas previsionales, en la solidaridad entre argentinos, en la manera en que ustedes disfrutan su identidad. Chile, como decía un gran poeta chileno, Nicanor Parra, 'es más un paisaje que un país'. Somos más que un lindo país, pero Argentina tiene una ventaja: lo que ustedes desprecian como grieta, yo lo quiero. No hay nada mejor que el debate, la contradicción. En Chile no hay grieta pero hay veinte muertos y 2.500 detenidos".
—¿Los propietarios de los medios tendrían que impedirse a ellos mismos actuar en otras actividades económicas que generen conflicto de intereses?
—Debería ser una norma.
—Coincido.
—En segundo lugar, convengamos también que la competencia es esencial. Y el Estado, los medios estatales, pueden ser un factor de competencia, de estímulo a la competencia, como sucede en otras áreas de la economía. Y sí me parece bueno que haya medios públicos, para que exista otra mirada, otros deberes, que atiendan a otro público. También es atendible en un nivel la relación de esos medios con la pauta oficial. No me refiero a los periodistas, seguimos hablando de los dueños de medios, que pueden o no ser periodistas. Y convengamos también que los dueños de medios tienen relaciones impropias con los Estados. Es una forma de corrupción la pauta publicitaria de las ciudades o de nación, y de Estado. Sé de corrupción de la política, pero también hay que referirse a la corrupción de los dueños de medios.
—Cuando eras candidato denunciaste, en el caso de Chile, que el 85% de la pauta iba al "El Mercurio" y a "La Tercera".
—Son los dos diarios de derecha. En algunos casos, sus dueños son de extrema derecha.
—Sería el caso de “El Mercurio”.
—El caso no es el 85%, el problema no era el monto solamente, sino cómo se asigna. Presidí la primera junta investigadora de América Latina, inspirado en Neuquén, el caso Neuquén de ustedes. Como diputado, les pregunté a los dueños de medios cuánta plata recibían del Estado. La respuesta fue: “Nada, un millón de dólares anuales”. Pero hace cuánto: “Cuarenta años”. Un millón de dólares garantizados desde hace cuarenta años para hacer un medio. Sé cuánto significa eso, porque creé un medio. Eso es un acto de corrupción. Eso es corrupción y afecta la democracia. Y no he escuchado nunca al periodismo, ya no a los dueños, incomodarse. Ahora, hablemos del periodismo. Te podrás preguntar de qué vivo. Nunca sé quién les paga a los periodistas. Muchos me dicen que soy populista. Y ahí me doy cuenta de que muchos tienen doble sueldo. ¿Tiene derecho la ciudadanía a saber que ese periodista tan ácido está financiado por quienes yo quiero afectar? Ahí aparece el problema de acceso a la información.
Aquí, la entrevista completa de Jorge Fontevecchia a Marco Enríquez-Ominami
—Es exactamente el mismo problema de antes: un periodista no debería simultáneamente trabajar para una empresa en la que hubiera conflicto de intereses por su tarea de periodista.
—¿Cómo me iría en el sindicato de periodistas si hago esta propuesta? Prohibido trabajar para los bancos como voceros asesores, es un tema de valores.
—Las normas éticas del periodismo de calidad en todas partes del mundo plantean la transparencia. Los grandes medios del mundo tienen un ombudsman. En el caso de China, algunos medios son especialmente arcaicos.
—Algunos. Yo agregaría otra cosa. Tú me entrevistas y hay una pauta comercial, lo que se llama un corte, ¿y quién auspicia el espacio informativo? Un banco X.
—Para eso también los medios tienen códigos de ética: se debe marcar distancias y se debe criticar a los anunciantes. El problema es que en América Latina tenemos un periodismo todavía subdesarrollado. Medios como "Folha de São Paulo" son diferentes.
—Lo sé. Pero pregunto sin insidia. ¿Pasa aquí también?
—Aquí los conflictos de intereses son un tema recurrente. En PERFIL, en particular, hacemos gala de transparencia. Tenemos ombudsman y un código de ética. Existe un capital reputacional. Ante una mirada sesgada o que responde a intereses, aparece el costo reputacional. En el caso de Chile, vos tenés dos diarios y se acabó. Cuando vos fuiste candidato, la Concertación promovió que llegaran medios progresistas, como “El País”. Como “El País”, nos ofrecieron a nosotros sacar una revista como “Noticias”, que era más progresista. Me parece que en Chile hay un problema serio de oferta. Me parece que los dueños de los medios son conservadores, como dijiste vos.
—Y confesionales.
—Confesionales, los principales anunciantes son conservadores confesionales. Los medios son el síntoma de un sistema económico.
—Más o menos. Entiendo que un empresario busque lucrar y es legítimo. Es curioso que se compre canales de televisión deficitarios económicamente. No son tan inocentes, sabemos que les gusta ganar dinero. Compran medios porque saben que hay poder.
—Pero la causa estaría en los anunciantes.
—La discusión es la renta y la propiedad, están a un mismo nivel. La propiedad también importa. Es un tema vinculado a la democracia. La cuestión de la propiedad de los medios no es inocua.
—Ahora, cuando vos viajás, ¿encontrás la misma problemática que en Chile? ¿Lo ves en Argentina y en Brasil?
—En general, sí. También me parece que no es lo mismo un diario que la televisión. Su misión es distinta: los diarios informan, la televisión educa. La televisión ocupa el espacio hertziano, que es escaso. En eso soy crítico de las posturas de centroizquierda y mucho más de la derecha. Crear un diario tiene otro tipo de problemáticas: para crearlos no hay que pedir permiso, más allá de la necesidad de la distribución y de la imprenta. En la televisión solo hay espacio para siete canales, algo que cambió un poco a partir de la televisión digital. Si los ciudadanos dan un lugar para que alguien tenga un canal, se genera ahí un deber público, porque estás usando una carretera pública. No he visto que los canales de televisión acepten presentarse frente al Congreso y expresar una visión que se pueda discutir y renovar su concesión cada tanto.
—Me sonrío: sos moderno en tantas cosas y justo en esta, que es tu tema, estás un tanto desactualizado. Hay muchos medios que no pasan por el aire. Lo que vos decís de que cualquiera puede hacer un diario también aplica a empresas como Netflix y Amazon: existe el streaming, los sitios de internet. La televisión abierta tiende a disminuir en el mundo.
—Pero la televisión abierta a menor ingreso es mucho más vista que a mayor ingreso. Los que podemos pagar tenemos ventaja. Ahora sucede algo mucho peor, porque se genera un fenómeno clasista. La televisión abierta sigue siendo de altísimo consumo para los indigentes, los más olvidados de las economías. No quiero que quede una sensación falsa en esta entrevista: el periodismo es fundamental para la investigación. Mi madre hizo un estudio sobre el valor de la fuente oculta interesada en la prensa escrita chilena, en cómo afecta a la democracia. Es cierto que son importantes estas fuentes. Pero el problema es cuánto: en el estudio se demuestra que más del 60% de lo que se dice viene de fuentes de este tipo en los diarios de los domingos.
—¿Por qué hablás de los domingos y no lo de los demás?
—Porque se lee mucho en Chile el domingo. Es el día que más se lee el diario
—En todo el mundo.
—Para mí los medios impresos son la verdad, el resto es la espuma. Soy un adicto a los diarios.
—¿Se puede comparar a Sebastián Piñera con Mauricio Macri?
—Conocí a Macri alguna vez, cuando era candidato presidencial. Me dijo que su mejor amigo, el hombre que más admiraba en política exterior, era Sebastián Piñera. Son muy parecidos. Me retiré de la política criolla, doméstica, local.
—Dijiste: “No voy a ser más candidato”.
—No voy a hablar de política chilena. Es algo muy contingente. No quiero hablar mal en la Argentina de Piñera. Me enfrenté muy duramente con él, pero no quiero sacar ventaja de su desgracia de hoy ni de la derrota de Mauricio Macri. Ambos pertenecen a una tradición democrática, que está muy en boga en el mundo: la promesa de éxito fuera de la política. Personajes como Donald Trump, Silvio Berlusconi, Sebastián Piñera, Mauricio Macri. Es una vieja fórmula electoral que seduce mucho a los pueblos: porque no eres parte de la política, eres creíble. Séneca decía: “El que nada decía todo lo tiene”. En política pasa algo muy jodido: los pueblos desprecian al que ama la política, y aman al que no quiere a la política. Pero “mientras más lejos de la política, más creíble” me parece a mi un gran error. Por eso estoy tan emocionado con lo que significa en términos intelectuales el triunfo de Alberto Fernández.
—¿Qué mensaje le da a la Argentina lo que sucede en estos días en Chile?
—La sociedad chilena está fundada sobre una promesa: trabajar más para ganar más. Un eslogan estilo Nike dice: “Just Do It. Solo hazlo depende de ti...”. Y tu problema son los obstáculos que te ofrece la vida, que es el Estado que te va a obstaculizar: tu problema son las reglas, son las normas. En cambio, Argentina tiene un pacto social escrito y no escrito muy sólido. Se basa en la solidaridad intergeneracional en los temas previsionales, en la solidaridad entre argentinos, en la manera en que ustedes disfrutan su identidad. Chile, como decía un gran poeta chileno, Nicanor Parra, “es más un paisaje que un país”. Somos más que un lindo país, pero Argentina tiene una ventaja: lo que ustedes desprecian como grieta yo lo quiero. No hay nada mejor que el debate, la contradicción. En Chile no hay grieta pero hay veinte muertos, 2.500 detenidos.