—En 2015 ganaste por una diferencia mínima, era 42,3% contra 39,4% del candidato de Cambiemos, el dirigente rural Alfredo De Angeli. En 2019 los resultados fueron muy distintos, ganaste por el 58%, con más de 20 puntos de diferencia sobre Atilio Benedetti, que era el candidato de Juntos por el Cambio. ¿Cómo fue que la diferencia aumentó diez veces?
—En 2015 hubo un contexto nacional desfavorable para el justicialismo en muchas provincias. En la provincia más importante, Buenos Aires, se perdió por alrededor de cuatro puntos. Al estar unificadas las elecciones nacionales con las provinciales en Entre Ríos, se constituyó una desventaja que dejó ese muy escaso margen de diferencia. En números absolutos eran 22.300 votos. Cuatro años después cambiaron muchas cosas.
—Como dijo Mauricio Macri: “Pasaron cosas”.
—Se hizo una gestión que estuvo a la altura de las expectativas que la población. Nos posicionó realmente de manera muy buena. Por otro lado, la impronta de la gestión, que es la misma ahora, es una propuesta convocante, que va por el camino del diálogo para construir con oficialismo y con oposición. Leyes importantes como el Presupuesto casi todos los años se aprobaron por unanimidad. Eso sucedió también en general este año. Luego, en particular, la oposición siempre realiza sus planteos. Entre Ríos es una provincia que tiene una muy buena distribución demográfica. La capital solamente concentra el 25% de la población, algo que ocurre en pocas provincias argentinas. Normalmente las capitales aglutinan un porcentaje muy alto.
—El 50% o más.
—También hay mucha población que sostiene la ruralidad. Por tanto, para llegar con una propuesta electoral hay que tener en cuenta muchos factores. Luego incide el desdoblamiento de las elecciones. Planteamos una elección primaria y general desdoblada, que nos permitió discutir para los entrerrianos. También tienen mucho que ver las propuestas en las intendencias.
—En 2015 fueron unificadas y en 2019 desdobladas.
—Fueron desdobladas. Y también pudimos construir un frente que fue el antecedente más inmediato del Frente de Todos. Era muy difícil lograr un acuerdo político entre el kirchnerismo y el sector que representábamos. Hubo negociaciones intensas. Las llevó adelante Alberto Fernández, cuando nadie imaginaba que podía ser presidente. Fue uno de los interlocutores que logró ese proceso de unidad. Se había hecho en San Juan, en un escenario menos complejo.
“Cristina Kirchner descifró el mecanismo para consolidar la unidad.”
—En la elección presidencial fue diferente. Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto ganaron por un porcentaje mínimo.
—Sí. Se explica por la dinámica del proceso político. En las PASO se había ganado por entre 9 y 11 puntos.
—¿En las PASO para presidente?
—Sí, en agosto. Hubo aciertos de Cambiemos en ir hacia una franja de la población que abarca la región productiva, la región centro, con un mensaje que llegó mucho a esos sectores. Después de las PASO hubo una fuerte polarización y división realmente muy marcada. Las provincias de la región centro del país tomaron decisiones similares. Pasó lo mismo en Santa Fe, donde se ganan las provinciales y no se dio el mismo resultado en las nacionales. Lo mismo Córdoba. San Luis es el otro caso. Mendoza, no.
—Alfredo Cornejo y Ernesto Sanz plantearon en reportajes como este que hay dos Argentinas: una que produce y otra que vive de los planes y la asistencia del Estado. Para ellos, la primera vota oposición; la segunda, oficialismo.
—Hay una Argentina fragmentada. No es de ahora, viene desde hace muchos años. Este año se conmemoran los 200 años de la creación de la República de Entre Ríos, una efímera independencia con Francisco Ramírez, conformada por lo que es hoy Entre Ríos, Corrientes y Misiones. No fue una cuestión segregacionista. No era la intención romper con la Confederación que se había gestado. En las democracias modernas, esas diferencias no deberían ser llevadas al extremos. La confrontación es permanente. Vamos de una banda a otra. Debe haber políticas públicas que trasciendan gestiones de gobierno, que se continúen y que se fortalezca la institucionalidad. Es cierto que hay provincias eminentemente productivas, como las nuestras, y otras que quizás no lo son. Tenemos que vivir en un país integrado. No podemos tener un concepto de insularidad en cada provincia. Sería muy desventajoso para alguna provincia en el norte que no tenga sistemas productivos como los nuestros. El país es el mismo. Los dirigentes políticos tenemos que abogar para que esa fragmentación se reduzca a un mínimo.
—¿Cómo es ser gobernador peronista en esa Chetoslovaquia que se usaba como metáfora de dos países en uno, en la que están Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba?
—La clave está en la cercanía que se genera con los ciudadanos en cada uno de nuestros distritos. Interpretar cómo piensa una persona de campo y llevarle una propuesta con un concepto local o regional. En una elección presidencial todo es mucho más macro. Se centraliza mucho en lo que sucede en AMBA y en Ciudad de Buenos Aires. La agenda que tenemos difiere mucho de la que se instala en Ciudad de Buenos Aires o en el Gran Buenos Aires. Los hechos que son noticia no son los mismos.
—¿Se podría decir que hay una agenda común en Entre Ríos, en Santa Fe, en Córdoba, en las provincias productivas?
—Sí, claro. Formamos parte de la Región Centro, que funciona desde mediados de los 90. En la gestión anterior teníamos una muy buena relación con el gobernador de Santa Fe, con el ingeniero Miguel Lifschitz, del socialismo. Teníamos una agenda de trabajo común. Se sostuvo durante muchos años. Es importante no solo el funcionamiento intergubernamental entre las tres provincias, también tiene mucho que ver cómo se involucran los consejos empresariales, las asociaciones comerciales, otras asociaciones civiles, deportivas, culturales. Es algo muy internalizado en la sociedad.
—En marzo de 2019 dijiste: “Alternativa Federal es una propuesta que ha generado expectativa en poder sellar la unión nacional. Alternativa Federal, si algo expresa, es esa idea de cerrar la grieta”. Y agregabas: “Esto lo compartimos con varios gobernadores. Tenemos que salir de esta situación de división frente al modelo que lleva adelante el gobierno, al que uno a priori no le encuentra rumbo”, te referías obviamente al gobierno de Macri. “Creo que de Alternativa Federal pueden salir los candidatos que necesitamos para el futuro”. Agregabas: “Roberto Lavagna podría ser un muy buen presidente para la transición”. ¿El Frente de Todos captó esa necesidad?
—Sí, el peronismo de Entre Ríos tiene también matices. Teníamos una división y era necesario unirnos. Participé de la construcción de Alternativa Federal, que en ese momento no estaba reducida solamente a la candidatura de Roberto Lavagna.
—Estaba también Sergio Massa.
—Y Juan Manuel Urtubey. Estaba Sergio Massa, Juan Schiaretti. Éramos varios gobernadores que participábamos de ese pensamiento, como Sergio Uñac.
—¿Qué pasó con ese proyecto?
—No cobró la fuerza necesaria. Vimos que si no teníamos el proceso de unión que se daba en las provincias, difícilmente podíamos tener un triunfo electoral. Cambiemos estaba consolidado con su propuesta política y no íbamos a tener éxito si íbamos fragmentados. Fuimos varios gobernadores los que desarrollamos ese proceso. Después Sergio Massa integró el Frente de Todos y Alternativa Federal quedó reducida a una expresión más acotada.
—¿Sin Alternativa Federal Alberto Fernández no hubiera sido elegido por Cristina Kirchner para ser presidente?
—Cristina Kirchner interpretó muy bien el momento político. Nadie había descifrado el mecanismo que nos permitiera consolidar un proceso de unidad. Cambiemos no reaccionó cuando salió aquel video. Y fue lo que permitió después un triunfo electoral del Frente de Todos. La etapa que viene es consolidar el Frente, lo cual no es una tarea sencilla.
—¿Cómo se dio el proceso para que Alberto Fernández trabajara en la unidad del peronismo entrerriano?
—En la provincia necesitábamos agotar las instancias de un proceso de unidad en un gran frente común. Me senté a hablar con Cristina Fernández de Kirchner en febrero y le manifesté por qué debíamos hacerlo. Ella me planteó que no quería ser la responsable de que el peronismo perdiera en nuestra provincia por falta de unión. De mi parte manifesté la vocación de abrir las listas para integrarnos. Allí comenzó un proceso de trabajo que duró cerca de un mes. Ella designó como interlocutor a Alberto Fernández y yo designé al senador Edgardo Kueider y me sumé a la charla activamente. Fueron negociaciones arduas. Ahí conocí bien a Alberto.
—¿No lo conocías previamente?
—Había conversado, pero solo una charla informal. No lo conocía en el trabajo político. Me encontré con una persona cautivante, capaz de liderar un proceso muy difícil. Llegamos con mucho éxito. Hasta el día de hoy funciona así. Esa unión está reflejada en la Cámara de Diputados de la provincia. Hasta hoy funciona perfecto, respetando cada uno su identidad, pero sin desacoples.
—¿Te sorprendió su designación como candidato a presidente?
—No me sorprendió por la persona. Si alguien podía sintetizar y generar confianza hacia sectores que veníamos de los gobiernos provinciales, era justamente Alberto.
“La familia Etchevehere tradicionalmente recibió beneficios de los distintos gobiernos; no fue mi caso.”
—¿Por venir de la construcción de Sergio Massa?
—Sí. Y también por la negociación provincial. Era una persona altamente confiable. Lo que sorprendió fue la claridad del análisis político que tuvo Cristina para plantear la fórmula. Fue brillante en ese sentido.
—En Entre Ríos se da algo análogo a San Juan. Sergio Uñac también era parte de este proceso de Alternativa Federal. Los dos tienen la complejidad de suceder a gobernadores importantes y con un sesgo más kirchnerista. En San Juan, José Luis Gioja y en Entre Ríos, Sergio Urribarri. ¿Cómo se dio esa transición?
—No se dio de una manera traumática, pero sí con altibajos y tensiones políticas. Tiene que ver mucho con la impronta de gobernar. Más allá de la pertenencia a un espacio político interno, tiene mucho más que ver con las formas de gobernar, con la impronta que se impone a la gestión. Las tensiones se fueron acomodando y limando. Estas diferencias internas no son tan marcadas en las provincias, y la gestión ocupa un lugar clave.
—Tanto Gioja como Urribarri gobernaban en el momento de mayor apogeo del kirchnerismo y vos y Uñac llegaron tras un proceso de desgaste del gobierno kirchnerista a nivel nacional?
—En la provincia de Entre Ríos nunca había ocurrido, por lo menos en la democracia moderna, el antecedente de un presidente de un partido y un gobernador de otro. Nunca había ocurrido, de 1983 a la fecha. Hay que ir muchos años más atrás para encontrar una situación de esa naturaleza.
—¿Podríamos decir que Entre Ríos adelanta? ¿Es un espejo de un promedio del país?
—Un analista político hablaba de la Ohio argentina (N. de la R.: Gustavo Marangoni fue uno de los politólogos que usó la metáfora). Decía que el resultado que se da en Ohio es el que se da en la media de Estados Unidos; ocurre lo mismo en Entre Ríos. Refleja la media del país.
—Y está cerca de Buenos Aires. Como se dice de México: “Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.
—Sí.
—¿Hay un kirchnerismo que es casi un partido del conurbano bonaerense y un peronismo que en general es mayoritario en el interior?
—Lo que sucede en el conurbano bonaerense, donde está la mayor cantidad de votantes, es transversal. Atraviesa a todos los partidos políticos. En el peronismo se ve con más fuerza, porque el peronismo tiene más municipios. Sus particularidades constituyen una agenda diferente a la de las provincias. No lo veo como una polarización kirchnerismo o antikirchnerismo. En todos los espacios internos que dominan la vida política del peronismo siempre hay diferencias: por el caudal electoral, por la complejidad que tiene el sistema de partidos en el Conurbano y por su peso electoral.
“Alberto consulta permanentemente con los gobernadores; un ejemplo es la gestión de la pandemia.”
—Decías que Entre Ríos, Santa Fe y Córdoba tienen una agenda común que tiene que ver con el sistema de producción y la distribución geográfica. Marcabas que en Entre Ríos la mayoría de la población es rural y que ese sistema genera más riqueza. El Conurbano es el sector más pobre de la Argentina. ¿Hay una explicación de las diferencias a partir del nivel socioeconómico?
—El Conurbano tiene un proceso de industrialización también muy alto, que no tenemos en nuestras provincias. Nuestras provincias producen alimentos, lo transformamos en un complejo agroalimentario; hay industria de maquinarias agrícolas, industrias metalmecánicas incipientes en Entre Ríos, y está mucho más desarrollada en Córdoba, donde hay industria automotriz. El cordón industrial de la Argentina está dado en el Conurbano. El Conurbano tiene necesidad de obras de infraestructura, justamente uno de los objetivos que se planteó el presidente Alberto Fernández, como el gobernador Axel Kicillof.
—¿La salida de María Eugenia Bielsa del gabinete constituyó una pérdida de representación de la zona centro?
—No. No me gusta cuando se integra el gabinete parcelado por una distribución geográfica. Nos pasa lo mismo en Entre Ríos, donde está la costa del río Uruguay y la costa del río Paraná. Hay que nombrar a los mejores mujeres y hombres para ocupar los cargos. No lo sentimos como una pérdida. Fui intendente de mi ciudad ocho años. Que un intendente de un municipio importante como Avellaneda esté a cargo justamente de la política de viviendas habla a las claras de qué va a pasar en la gestión futura con un programa ágil para construir viviendas. Hay una ecuación y un cálculo muy sencillo: si se destinan fondos para construir viviendas, 50 mil viviendas a cuatro personas, por cada vivienda hay 200 mil puestos de trabajo. Se puede hacer rápidamente. En la gestión de Mauricio Macri, el gobierno nacional no tenía una política clara de vivienda. No se construyeron nuevas dentro de lo que era el antiguo Plan Federal de Viviendas. Nosotros salimos a construir con un plan provincial 2 mil viviendas, que quizás no sean mucho, pero eso nos dio un efecto redinamizador muy importante. Generalmente estaban destinadas a pueblos pequeños, a juntas de gobierno. Las empresas que ganaban las licitaciones eran pequeñas. Posibilitó generar trabajo. Me entusiasma mucho la política de vivienda como método keynesiano para poder salir a generar fuentes de empleo y cumplir con un derecho constitucional.
—¿Y qué sentiste cuando leíste la carta de la vicepresidenta Cristina Kirchner cuando hablaba de funcionarios que no funcionan?
—Es una opinión. Expresó con mucha autenticidad que era necesario realizar cambios. Quizá Cristina tiene la estatura política para hacerlo a través de una carta. No es el rol que nos cabe como gobernadores.
—Alberto Fernández dijo que ejercería su cargo con los gobernadores. ¿Se cumplió esa expectativa este año?
—Sí. Se cumplió con creces, a pesar de lo atípico que ha sido este año, que no nos permitió reuniones presenciales. Permanentemente hay consultas. Este año se motorizó muchísimo lo que es la obra pública, sobre todo obras viales. En Entre Ríos se puso en marcha la autovía de la Ruta 18, que atraviesa toda la provincia. Hay una consulta permanente, y el ejemplo que mejor lo grafica es cómo se abordó la pandemia. Fue con interconsultas entre todos los gobernadores y con consensos para implementar medidas muy duras, como aislar a la población. Son medidas desconocidas, porque no son de manual. Es la primera vez que ocurre en el planeta desde la gripe española en torno a 1918.
—Antes de ser gobernador, fuiste intendente de Concordia, el lugar donde además fue intendente tu padre. A principio de año, el ministro Daniel Arroyo anunció el lanzamiento del Plan Contra el Hambre en Concordia afirmando que era una de las provincias que tenía mayor necesidad de asistencia alimentaria. ¿Cuál es la situación en la ciudad?
—Concordia es una ciudad que tiene muchas asimetrías, quizás muy marcadas. También hay un mito construido en torno a la pobreza de Concordia. En la Encuesta Permanente de Hogares, que mide un poco más de treinta ciudades en todo el país, Concordia está siempre al tope, o cerca de la medición, como la más pobre. Pero si uno la conoce, encontrará una ciudad pujante, con economías regionales fuertes. Hay citricultura, forestoindustria, arándanos.
—¿A qué atribuís esa pobreza?
—A múltiples factores. Concordia empezó un proceso de inmigración poblacional cuando se construyó la represa Salto Grande. Comenzó en 1973 y se terminó en el 80. A la construcción de la represa vinieron 7 mil personas de distintos lugares del país porque eran muy buenos los sueldos que se pagaban. Cuando se terminó la construcción, esas familias quedaron desocupadas. Eso coincide con el momento en que se cierra el ramal Urquiza, cuya gerencia central estaba en Concordia. Eso implicó que 2.500 trabajadores perdieran su empleo. Cerró Pindapoy, la empresa citrícola más importante que había, con 900 puestos de trabajo. Cerró el frigorífico CAP Yuquerí, que empleaba 1.800 personas.
—¿Concordia sería un espejo del Conurbano?
—Sí, pero diferente porque tiene un flujo permanente de personas que vienen por trabajo. La citricultura o la cosecha de arándanos insumen mucha mano de obra, y mano de obra no calificada. Los salarios son bajos. Un cosechador de citrus o de arándanos está debajo de la línea de pobreza para la medición de la Encuesta Permanente de Hogares, pero tiene empleo. En el momento pico de la producción de arándanos se necesitan 17 mil trabajadores. Tienen que venir de otras ciudades. Pero quitando el tema de la pobreza, hay una Concordia muy potente que vive de la actividad privada.
—¿Por qué sos partidario de suspender las PASO?
—De suspenderlas transitoriamente este año. De haber PASO estaríamos enfrentando un proceso electoral de armado y cierre de listas en mayo. Nos quedan cinco meses. Tenemos la pandemia sin resolver. Tenemos que hacer un plan masivo de vacunación como nunca. Nos exige un esfuerzo enorme que nos pone a prueba. La pandemia, a pesar de la vacuna, no va a estar solucionada. Hemos tenido gastos realmente extremos. Por eso es mejor que las internas las resuelvan los partidos políticos. Es mucho más importante lo de la pandemia, más allá del costo. Todavía queda la incertidumbre de que comiencen las clases presenciales. En Entre Ríos ya empezaron en escuelas de todos los departamentos. Nuestra aspiración es que en marzo esté la presencialidad completa.
—Si se puede ir a la escuela, también se puede votar. ¿El esfuerzo logístico debe aplicarse a la pandemia?
—Absolutamente.
—¿Cómo afectó la pandemia el empleo, la creación de riqueza? ¿Qué cantidad de empleos se perdieron, y empresas y comercios cerraron?
—Entre Ríos es una provincia que produce alimentos. La producción de alimentos nunca se detuvo, incluso en el primer semestre de este año. A pesar de todas las dificultades, las exportaciones entrerrianas aumentaron un 7%. Nunca se detuvo el proceso de producción agropecuaria y de transformación de los productos primarios en proteínas animales, como el pollo, nuestra principal economía regional. Pero hubo otro sector muy castigado, servicios como el turismo, por ejemplo. Recién en diciembre se pudo rehabilitar. Fue muy duro. Se solucionó en gran medida por los ATP que sostuvieron muchas fuentes de trabajo. El IFE que contribuyó para quien trabaja por cuenta propia, como un emprendedor o alguien que hace changas. No hubo catástrofe en Entre Ríos. Pero sí dificultades; y muchísimas.
“El Conurbano tiene una industrialización también muy alta, que no tenemos en nuestras provincias.”
—¿Fue una de las provincias menos afectadas?
—Exactamente, en términos económicos. Hay excepciones. Gente que lo pasó muy mal.
—Dijiste que “el turismo es el motor del desarrollo de muchas localidades en Entre Ríos y genera una gran cantidad de puestos de trabajo genuinos. Nos alegra poder dar este paso y sabemos el difícil momento que le tocó atravesar al sector a partir de la pandemia”. Vos tenés, decías, dos Entre Ríos, la del río Uruguay y la del río Paraná. La del Río Uruguay limita con Uruguay y con Brasil. ¿Cómo es la comparación entre el manejo de la pandemia de un lado y del otro del río Uruguay y cómo afectó económicamente?
—Con Brasil prácticamente no tenemos frontera. Pero sí tenemos 450 kilómetros con Uruguay. Tenemos una relación de muchos años que es muy buena.
—Te expresaste frente a la muerte de Tabaré Vázquez.
—Lo sentí mucho. Me había entrevistado con él en un par de oportunidades. Era una persona muy interesante. No solo para conversar, sino también en sus conceptos y posiciones. Lo respetaba mucho. En cuanto a la pandemia, Uruguay tiene una población mucho más pequeña. Y su población es como la de una provincia argentina.
—¿Comparable a Entre Ríos?
—Nuestra población es menos de la mitad de la de Uruguay.
—¿Como Entre Ríos y Corrientes?
—La suma es más o menos la población de Uruguay. Tiene solamente fronteras terrestres con Brasil, únicamente al norte. Eso le dio una barrera. También se abordó la pandemia con un criterio sanitario exitoso para Uruguay. Hoy las fronteras están cerradas. Pedimos la apertura de las fronteras. Nos beneficia mucho el hecho de la diferencia de cambio. Hay ciudades con familias entrecruzadas. Jóvenes que estudian de un lado y de otro del río.
—¿Entre Ríos se parece más a Uruguay?
—Entre Ríos estuvo aislada durante muchos años por su situación geográfica y por aquella vieja hipótesis de conflicto donde no había que construir puentes en Entre Ríos porque habría una invasión lusobrasileña. Fue algo bastante disparatado. Recién a mediados de los años 70 se empezaron a construir los primeros puentes. Con quienes más se interactuaba históricamente era con Uruguay, porque estábamos enfrente.
—Concordia está sobre el río Uruguay.
—Está frente a Salto. Si una persona se para en la orilla del río ve desde muy lejos a otras personas. Cada vez que pierde Argentina, Uruguay toca bocina del otro lado, y cuando pierde Uruguay, lo hacemos nosotros. Cuando volvió la democracia a la Argentina en 1983, todos los vecinos de Salto fueron a la costanera a tocar bocina para saludar su regreso. Pasó lo mismo en 1985, cuando se recuperó la democracia en Uruguay.
—¿Cómo será el resultado electoral en octubre próximo? Ernesto Sanz dijo que Juntos por el Cambio obtendría un resultado mucho mejor que el de 2019?
—En Argentina los procesos políticos son muy rápidos. Lo más importante es fortalecer nuestro frente y encontrar soluciones económicas que permitan una rápida recuperación de la economía. Si eso ocurre, el Frente de Todos va a ganar ampliamente las elecciones en octubre.
“Previo a 2019, en Entre Ríos construimos un frente que fue el antecedente inmediato al Frente de Todos.”
—¿Ocurrirá eso?
—Trabajamos para que ocurra. Desde lo político, el fortalecimiento de nuestro espacio permitirá que podamos cumplir con los objetivos.
—¿Cómo se vivió en el electorado de Entre Ríos el episodio del intento de expropiación de Vicentin?
—Como Vicentin es una empresa santafesina no tuvo mayormente repercusión en Entre Ríos. Para una provincia productiva como la nuestra generó que muchos sectores pudieran ver con algún temor algo que el Presidente se encargó permanentemente de desmentir: que no habría expropiaciones y que se garantizaría la propiedad privada. La oposición lo usó para decir que vendrían por la propiedad privada, cuando no fue la intención del Gobierno.
—Durante el conflicto de la familia Etchevehere escribiste que “en Entre Ríos no se usurpan tierras”. ¿Cuál es tu lectura del conflicto?
—Lo que pasó se inscribe en el marco de una larga disputa familiar que viene por la herencia y los bienes residuales. Muchos fueron enajenados, como el diario de Paraná. Hay un proceso judicial donde hace poco toda la familia declaró de un lado y del otro por la venta de propiedades que supuestamente se desviaron hacia otras sociedades con el fin de vaciar los bienes a distribuir de la herencia. Es un problema judicial que no me incumbe.
—No es un tema público.
—Exactamente. En ese marco, aparece la toma o la usurpación del campo cerca de Santa Elena. Cuando me enteré de la situación, me preocupé muchísimo. Pensé que si se estaban usurpando campos en Entre Ríos era realmente grave. Cuando fui intendente de mi ciudad, cada vez que veía un intento de usurpación actuaba automáticamente. Cuando vi que dentro del campo estaba la hermana de la familia, que se había mezclado el tema de Juan Grabois con su movimiento social y se había judicializado, esperamos la resolución en primera instancia, que fue en un sentido; luego hubo otra en otro sentido en la Cámara de Apelaciones en Paraná. El desalojo lo hizo la Policía de la Provincia de Entre Ríos sin lastimar a nadie. En el medio de todo eso hubo una pirotecnia verbal inusitada acerca de que corría peligro la propiedad privada en la provincia. Me cansé hasta el hartazgo de decir que en Entre Ríos se respetó y se iba a respetar a rajatabla la propiedad privada. Pero no hay peor sordo que el que no quiere oír. Se buscó instalar el mensaje de que el presidente de la nación y el gobernador estaban poniendo en riesgo la propiedad privada. Tanto el Presidente como yo dijimos de manera enfática que no había ningún riesgo de que se usurparan campos, que este problema se iba a solucionar por la vía judicial y rápido. Algo que efectivamente ocurrió. Lo que pasó es que los Etchevehere fueron una familia que tradicionalmente recibió beneficios de los distintos gobiernos; no fue mi caso. Quizá por eso haya tanta animosidad. Este campo perteneció en primera instancia a la fábrica Bovril, un frigorífico inglés, y después le compraron a un precio muy bajo al estado entrerriano las tierras. Después se tomaron más tierras que correspondían a una escuela agrotécnica. Siempre fue una cuestión conflictiva y con prebendas del Estado. Cuando uno tiene un concepto de ser liberal o ser socialista, tiene que serlo en todo el sentido de la palabra: uno habla de ser liberal, pero resulta que después aprovecha las prebendas del Estado.
“Si se encuentra un modo rápido de recuperar la economía, el Frente de Todos ganará tranquilamente en 2021.”
—¿El diario puede ser la causa de que distintos gobiernos le otorguen privilegios a la familia Etchevehere?
—Tiene que ver con el diario, por supuesto. Con un sistema de querer imponer por historia, por peso familiar.
—¿Los gobiernos compraban el beneplácito y las posibles críticas del diario con alguna ventaja económica a la familia Etchevehere?
—No todos; pero fue una práctica habitual para poder tener beneficios desde el Estado. En mi caso querían que tomara decisiones que le correspondían al Poder Judicial. Cuando se vende el diario, que se vende, creo, el 66% de las acciones, la familia Etchevehere se queda con un 33%. Ahí hay un despido de cerca de ochenta trabajadores.
—¿Hubo un punto en el que fue perdiendo su peso específico?
—Sí. Después de los despidos, el diario quedó en una situación realmente muy precaria, y sigue estando ahí. Después se transfieren las propiedades del diario, se transfieren todas a otras sociedades. Esto es lo que reclama justamente la hermana de la familia, que dice que vendieron las propiedades para vaciar el diario. Es un culebrón familiar y económico. Como gobierno no teníamos absolutamente nada que ver. Esta gente quería que nos involucremos a favor de ellos. No tengo ningún compromiso con la familia Etchevehere, ni lo quiero tener.
—¿El hecho de que Juan Grabois haya estado allí apoyando a Dolores Etchevehere y que haya habido algunos funcionarios nacionales te generó alguna incomodidad?
—Un funcionario prestó un auto para que fueran al campo y automáticamente lo separé del cargo. Era director de la Casa de la Cultura en la ciudad de Paraná (N. de la R.: se refiere a Sebastián Bergallo). No lo dudé ni un minuto. Sin embargo, se tomaron de eso para hacer un escándalo.
“Cuando fui intendente de mi ciudad, cada vez que veía un intento de usurpación actuaba automáticamente.”
—¿Cuál es tu opinión sobre Dolores Etchevehere?
—No quiero entrar en temas familiares sobre quién tiene razón y quién no. Es un problema intrafamiliar que tuvo ribetes políticos al intervenir Grabois.
—¿Te afecta electoralmente?
—No en Entre Ríos. En Entre Ríos todo el mundo sabe que hay respeto a la propiedad privada. Hay un campo en la provincia de Entre Ríos de 2 mil hectáreas que, fruto de una denuncia de enriquecimiento ilícito de un legislador, pasó al Estado. Nos pusimos de acuerdo con la Federación Agraria para hacer una colonia. En la provincia hay muchos. Hacía cincuenta o setenta años que no se constituía una colonia nueva. Hicimos una colonia de productores con Federación Agraria, que funciona espectacularmente.
—¿Hay algo especial del realismo entrerriano y el valor de la tierra que es simbólico y tiene aún más dimensión que en cualquier otra provincia?
—Mis abuelos eran chacareros, tenían pequeñas porciones de campo, no más de 200 hectáreas. Esto es muy frecuente en la provincia, no hay grandes extensiones ni terratenientes. Es una provincia de gente de trabajo; la ruralidad es muy fuerte. Alfredo De Angeli es un emergente de esa ruralidad.
—¿Cómo imaginás las posibilidades de Juntos por el Cambio en el futuro y el escenario a 2023?
—No me gusta opinar acerca de cómo va a construir la oposición. Hoy Cambiemos tiene problemas en la provincia para poder integrar la coalición.
“No tengo ningún compromiso con la familia Etchevehere, ni lo quiero tener.”
—¿Necesitan de un Alberto Fernández?
—A lo mejor la llaman a Cristina y les soluciona el problema.
—¿No está amalgamado?
—Para nada. Porque el radicalismo es un partido que tiene muchos años, con mucha tradición. El PRO irrumpió en los últimos años y compatibilizar hoy resulta sencillo. Rogelio Frigerio puede encabezar por el PRO. El radicalismo tendrá otros dirigentes que disputarán ese espacio político. Nosotros tenemos que fortalecer nuestro espacio político.
—¿Dónde te ves en 2023?
—Como gobernador seguro que no. La Constitución me lo impide. Entre Ríos es la única provincia que tiene una cláusula de reelección tipo americana. Un gobernador solo puede serlo dos veces. Después nunca más. Cumplo ocho años. Pero sí me siento o me veo siendo parte de la construcción del proceso político en 2023 en Entre Ríos.
—Sergio Urribarri fue embajador.
—Cuando dejó la gobernación fue presidente de la Cámara de Diputados en la provincia, después embajador...
—¿Alberto Fernández es un presidente de transición?
—Para que un ciclo presidencial sea exitoso tiene que ser de ocho años. Depende de la voluntad popular. Mauricio Macri no lo pudo lograr. Alberto Fernández debería ser el candidato del Frente de Todos en 2023.
Producción: Pablo Helman, Débora Waizbrot y Adriana Lobalzo.