—En otros reportajes de esta serie se habló de una “batalla cultural contra la superioridad moral de las izquierdas”. Nos dicen que la rebeldía está en la derecha, que la izquierda se puso melancólica. Vos también hablaste de “superioridad moral”. ¿Esa superioridad moral de las izquierdas es en cierta medida de clase media?
—Ojalá se ocuparan también de la clase media. Es un tema de discurso. Hay discursos de clase media que dejan afuera a los trabajadores del sector más popular. Prácticamente no hay políticas para la clase media. Está completamente desatendida la clase media. El monotributista debe ser el próximo protagonista del peronismo y de cualquier política que quiera ser exitosa. Los pobres vienen siendo desde lo discursivo, y desde algunas políticas incluso, los niños mimados de la política. Sobre todo, los pobres que tienen una buena relación con el Estado, quienes son segunda o tercera generación de pobres. Personas que se desenvuelven bien en la pobreza. Pero no es lo mismo el empobrecido. No sabe vivir en la pobreza, no tiene buena relación con el Estado. Y no quiere tenerla tampoco, porque no es parte de su cultura. A eso se suma que no encuentra en la política una solución. La busca en el sector privado. Para la clase media solo hay discurso, más que políticas.
—¿Los pobres son mayoritariamente de izquierda o de derecha? ¿Hay posibilidad de encasillarlos ideológicamente?
—Hay estudios que dicen que en la pobreza se es más rigorista y hay más tendencia a la derecha. Hay chistes sobre mi persona que dicen “a Mayra Arena no le creí que era pobre hasta que vi lo facha que es”. Me parece genial el chiste. Amo que me bardeen con sentido del humor. Expresa que se espera que las clases bajas sean más bien de derecha, rigoristas, con un discurso de mano dura. No creo que sea totalmente así, ni que sea completamente mayoritario. Si no, las derechas sacarían el ciento por ciento de los votos en los barrios pobres. Y eso no ocurre. Hay discursos que es más común escucharlos en personas progresistas o con un nivel de instrucción determinado. Y hay otros que son más de lo popular. Muchas veces se asocia simplificadamente al peronismo o a la derecha. Es menos frecuente la izquierda, o esa es mi visión.
—En esta misma serie de reportajes, los coeditores de la revista “Panamá” hablaron de “fracking social” dentro del kirchnerismo: que la base social que nació en 2001 empieza a romperse y los sectores más pobres de la población empiezan a dirigirse a otras propuestas tan disímiles como la izquierda del FIT, que salió tercera en Jujuy, o los libertarios como Javier Milei. ¿Coincidís con ese análisis?
—Coincido en que se está perdiendo mucho caudal de votos, se está perdiendo la lealtad más dura. La gente emigra adonde se siente representada. Hay lealtades muy fuertes que permanecen pese a cualquier cosa. Hablábamos de los monotributistas: los que fueron empleados durante mucho tiempo y se cayeron del sistema con la pandemia o después de 2018, de la crisis económica del macrismo, tuvieron que hacerse cuentapropistas. No les quedó otra. Son emprendedores obligados. Ahora tienen que pagar las cargas sociales mensuales del monotributo y no comprenden por qué. Me parece fascinante, porque en ese nudo hay un caldo de cultivo ideal para el populismo de derecha. Ese sujeto siempre pagó cargas sociales, pero a través de su empleador. Lo hacía sin darse cuenta. Ahora tiene que pagarlo literalmente: debe separar la plata y pagarlo. No lo comprende: lo toma como tener que pagar por trabajar. Le parece ridículo. Y como lo que recibe del Estado ese mismo sujeto es de muy mala calidad en materia de seguridad, educación, salud, termina viéndolo como su enemigo.
—Y ahí cala el discurso de Javier Milei.
—El de Milei, el discurso liberal, no peronista o de cualquier sector que ponga al Estado en entredicho. En mi sector se peca de poner al Estado como centro. Pero funciona muy mal. Se ubica en el centro a un sujeto que no da resultados y respuestas. Esos sujetos ven al Estado como su enemigo, como el que les cobra cada mes para tener el derecho a trabajar y a facturar. Y encima no les devuelve nada de calidad.
—¿Hay un punto en común entre los extremos de las izquierdas y las derechas?
—Milei sostiene un anarcocapitalismo. No comulgo con ninguna de las de las dos posiciones, soy peronista. Los dos tienen potencial en tanto el Estado siga sin dar soluciones y siga siendo el malo de la película, el que te cobra, el que te da un servicio malo, el que no te atiende si vas al médico, no te da clases porque no hay escuela o hay paro cada semana. Ahí surgen esas dos posiciones. Una busca el extremo de que hay que abolir la propiedad privada, que los ricos son los responsables de esto. Llegar a un socialismo. O el extremo de que venga el capitalismo más libertario.
—Los polos se retroalimentan.
—En ese espacio que depende tanto del Estado es donde pueden nacer esas propuestas. Por eso hay tanta migración del peronismo.