—¿Dónde estabas vos entre abril y julio de 2008, momento en el que muchos ubican el origen de la forma actual de la grieta?
—El 2 de abril de 2008 fue el primer movimiento de queja del campo ante el atropello de la famosa 125 y nos juntamos un grupo no muy grande con la Mesa de Enlace en Gualeguaychú. Ahí empezó la gesta de 2008, que fue hasta julio. Esa noche del “no positivo” de Julio Cobos en el Rosedal pusimos un escenario y una pantalla gigante. Estuvimos hasta entrada la madrugada acompañando con Luciano Miguens, presidente de la Rural. Un día antes el campo hizo un gran encuentro ciudadano en el Monumento a los Españoles. También estuve.
—¿Te imaginabas en Gualeguaychú, en abril, que iba a escalar a ese punto?
—No, nunca. Veníamos de una semana de paro. Se decretó el levantamiento para empezar a ver si el gobierno reaccionaba y se aflojaba la tensión, pero no. Fue creciendo. Cada vez que hablaba Cristina Kirchner se generaba más enojo. Se percibía en los cortes de ruta. Fue creciendo de una manera importante.
—¿Cuánto tuvo que ver ahí la impronta de personas como Alfredo De Angeli?
—Muhísimo. Se involucró fortísimamente en nuestra zona. Es un tipo con carisma. En ese momento era contratista rural, un tipo de trabajo ligado a la Federación Agraria.
—Y que hablaba con lenguaje llano.
—El “minga nos van a sacar de acá”, por ejemplo. Hablaba fácil Alfredo. Eso cautivó a muchísima gente. La gente se involucraba. Se armaban colas terribles en la ruta. Eran insoportables, pero la gente se lo tomaba bien. Fue bueno que el campo lograra el apoyo de la ciudadanía. Eran momentos tensos. Se peleaba algo fuerte, pero con un humor y una forma de llevarlo muy buena.
—Escribiste en tu cuenta de Twitter el 17 de julio sobre el aniversario número 13 del enfrentamiento del gobierno con el campo: “Hoy quiero destacar que, más allá de lo vivido, el mayor legado que nos dejó ese movimiento histórico fue la unión de los productores: la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias”. ¿Podujo un cambio copernicano en la relación entre el campo y los gobiernos?
—Tenemos que rescatar a la generación y unión de esa Mesa de Enlace. Las entidades del campo, la nuestra, antiquísima, con 155 años, la Federación Agraria, CRA, Coninagro iban cada una por su andarivel. Una situación como la de la 125 nos llevó a juntarnos. Nos dimos cuenta de que peleamos con lo mismo. Quizá tenemos matices al encarar ciertas cosas. Pero ante situaciones límite, el campo tuvo la sabiduría de unirse.
—¿Eso es para siempre?
—Sí. Desde mi lugar voy a pelear para que eso sea.
—Cuando uno analiza los modelos de mayor intervención del Estado en los países latinoamericanos del Pacífico, a un gobierno más estatizante le resulta más fácil en el Pacífico estatizar aquello que produce la mayor cantidad de recursos exportables para el país. En el caso de Venezuela el petróleo, en el caso de Perú y de Chile los minerales. En el caso del campo hay una diferencia que quizá fue el límite que encontró el kirchnerismo, porque en realidad no es un stock, es un flujo. Si no plantás, no te podés apropiar de la renta. ¿Los ubica en un lugar diferente de negociación?
—Tal cual. Por el espacio que tiene nuestro país, las producciones son muy diversas. No es lo mismo producir en la Pampa Húmeda que en Salta o en plena Patagonia. Tenemos ingredientes que hacen más complicado el transporte, poder colocar nuestro producto en diferentes mercados. Necesitamos que el gobierno sea un aliado.
—Pero al mismo tiempo el gobierno los necesita de aliados. Hay un equilibrio que no se da en otras materias primas, donde el Estado puede estatizar directamente el stock y el flujo. En el caso de ustedes, puede estatizar el stock. Pero sin flujo, el stock no hace nada.
—La tierra es un bien de nuestro país. Es importantísimo que los productores seamos los que trabajamos esa tierra. Somos nosotros y no el Estado los que intervienen. Invertimos nuestro dinero para generar más y mejor producción al modernizarnos. Somos muy importantes en la cadena de valor de la Argentina.
—En tu presentación de Twitter, además de consignar tu condición de productor de carne, decís que sos “integrante del Movimiento Compromiso Federal y presidente de la Sociedad Rural Argentina”. ¿Por qué Compromiso Federal antes que la SRA?
—La Sociedad Rural tiene 155 años de historia. Soy el presidente del número 50, pero en toda la historia de la Rural nunca una línea opositora al oficialismo ganó una elección. Hace dos o tres años, cuando yo era miembro de la comisión directiva de la Rural, un grupo de socios encabezados por Alberto Ruete y Marcos Pereda, quien me acompaña hoy como vicepresidente, generó el Movimiento Compromiso Federal, una línea interna con una propuesta más moderna, más federal, y una propuesta para gobernar la Rural más horizontal donde directores, socios y delegados tengan posibilidad de ser protagonistas. La Rural históricamente es muy presidencialista. El presidente toma las decisiones y está en todos lados. En seis meses armaron un equipo, se presentaron a elecciones. Compromiso Federal perdió 60% a 40%.
—Ahora ganaron por 60 votos. En aquel momento habían logrado en muy poco tiempo el 40% de los votos.
—Lo más importante es la cantidad de socios. La elección en la Rural siempre fue muy poco participativa del socio, votaban unos 500 socios. Ahora fueron casi 1.900.
—¿Cómo explicarías ese interés?
—El socio de la Rural estaba ávido de ver la presentación de dos líneas internas con diferencias y matices. Despertó interés. Hicimos una campaña larguísima de un año y pico porque la pandemia iba postergando la elección. El socio no solo demostró que no se cansó, sino que participó votando. Fue algo muy bueno para la institución.
“Ante situaciones límite el campo tuvo la sabiduría de unirse.”
—Desde Compromiso Federal, antes de asumir, hicieron una evaluación y llegaron a las siguientes conclusiones. “Hubo recuperación de precios agrícolas y ganaderos, un incremento de las operaciones comerciales mediante distintas plataformas financieras, los remates virtuales se consolidaron como una herramienta a lo largo del país, la agricultura tuvo muy buen cierre de campaña 2019 y 2020 y los primeros resultados de la cosecha fina auguran buenos rendimientos”. ¿Cómo es hoy la situación del campo promediando 2021?
—Fue una cosecha un poco más magra respecto a volúmenes, ayudada por un cambio en los valores en las commodities, que subieron, gracias a Dios, de una manera importante. Eso incentiva al productor. Falta poco para que se termine la siembra de trigo. Se espera una cosecha buena, porque hubo más cantidad de hectáreas sembradas. En cuanto a la ganadería, somo expertos en generar problemas donde no existen. Veníamos con un repunte importante, se llegó a exportar mucha carne el año pasado. Esta idea del Presidente de cerrar la exportación por un miedo a que la carne esté subiendo mucho en la mesa de los argentinos nos lleva para atrás, a 2006. Ese cierre intempestivo de la exportación de carne trajo consecuencias muy malas. Se perdieron 10 millones de cabezas. El productor se cansó de criar una vaca o de engordar un animal. Se perdieron millones de cabezas. Hubo 120 y pico de frigoríficos cerrados, miles de trabajadores en la calle. Repetimos eso en ganadería bovina. Tratemos de haber aprendido de algo.
—Cristina Kirchner suele citar al editor de Economía del diario “Página/12”, Alfredo Zaiat. La vicepresidenta hizo un hilo con uno de sus últimos panoramas “Las fabulosas ganancias con maíz, soja y girasol en la provincia de Buenos Aires”. El artículo señala: “En la última cosecha, tres de los cuatro cultivos más importantes ofrecieron cada uno el margen bruto más elevado en lo que va del siglo. En promedio, productores bonaerenses de soja, maíz y girasol nunca registraron una rentabilidad tan importante en los últimos veinte años. El trigo les entregó una buena ganancia, pero no fue la máxima, como en el caso de los otros”. ¿Es así?
—Esto es tan amplio. La vicepresidenta y el periodista están haciendo una lectura mala. La Argentina siembra y cosecha en diferentes lugares. Puedo asegurar que en Entre Ríos sembré maíz y no tuve esas ganancias extraordinarias. Hay que ser un poquito más prudente cuando uno emite una comunicación de ese nivel.
—¿Genera perplejidad que un gobierno con el que el campo tuvo conflicto vuelva a tener precios altos de las commodities?
—El otro día le dije a un funcionario del Gobierno: “Me parece que la soja es peronista”. En su anterior gobierno también hubo un pico así de suba de precios de las commodities. Ojalá que los precios sigan siendo de este nivel. Ayuda muchísimo a Argentina.
—Que la soja sea del gobierno que suba.
—Exactamente. Que se mantenga en valores buenos.
“Necesitamos que el Gobierno sea un aliado.”
—¿Cómo vendrá la próxima cosecha?
—Hay buenas perspectivas. De trigo vamos bien; también de maíz y soja, si se mantienen las situaciones. Hace poquito también hubo una intención de cierre de la exportación de maíz. Si dejamos que los mercados se desenvuelvan tranquilamente y abiertos, y trabajando con la oferta y demanda, vamos a ir para adelante. Es nuestra apuesta.
—¿El aumento de las commodities viene para quedarse por la inflación en Estados Unidos?
—El aumento es coyuntural. Depende de muchos factores. Por ejemplo, cuando China está ávida sale a comprar vorazmente y con ansias de compra inmediata. Eso mantiene los valores altos en los países como el nuestro, productores de materia prima. No sé si se va a seguir con este nivel de precios. Ojalá que sí.
—¿La gestión de Daniel Pelegrina fue continuidad o disruptiva con las anteriores?
—Veníamos con una línea con Hugo Biolcati y más que todo con Luis Miguel Etchevehere. Pelegrina era el vicepresidente de Etchevehere. Cuando Etchevehere fue al ministerio y asumió Pelegrina de presidente, lo acompañé terminando de completar el mandato. Por la forma de gestionar de Daniel, preferí dar un paso al costado.
—¿Cómo viviste el conflicto de la familia Etchevehere en Entre Ríos, provincia en la que tenés parte de tu establecimiento agropecuario?
—Fue penoso. La hermana de Luis Miguel tendrá sus temas familiares con sus hermanos y con su madre. Pero ver un grupo de gente que se metió en un campo y lo tomó fue penoso. Se avasallaron derechos. Me daba mucha pena ver esa situación.
—¿Estuviste allí?
—Sí, acompañé a Luis Miguel y a su madre como amigos que somos. Haciéndole el aguante, como quien dice.
—¿Luis Etchevehere abrió un nuevo paradigma en la conducción de la Sociedad Rural Argentina?
—Etchevehere fue un tipo que le puso una impronta muy importante a la Sociedad Rural. Le dio una vueltita más de rosca a la forma de cómo dirigirla. Quizá le puso su impronta como tipo del interior. Fue de los pocos presidentes que venían del interior. Así que le dio una impronta y un perfil diferentes.
“Lo que hicieron en ganadería demuestra que son expertos en generar problemas donde no existen.”
—Se asocia a Etchevehere con Mauricio Macri por haber sido ministro de Macri, y a vos con él. ¿Es un prejuicio pensar que la Sociedad Rural es más dura con el Gobierno?
—No hay nada de realidad. Sí es real que el presidente de la Rural se fue al Ministerio de Agricultura, cosa que festejamos. Pero en la actual conducción de la Rural tenemos gente de todo tipo de partidos políticos. Somos abiertos, es muy heterogénea nuestra actual conducción. El hermano de Etchevehere, Juan Diego, está con nosotros.
—¿Preside en una de las provincias?
—Exacto. Está como director titular del distrito siete, la provincia de Entre Ríos.
—¿Cuánto representa lo que los porteños conocemos como la Rural en el patrimbonio de la Rural?
—El predio de Palermo se compró por el 94, y para hacer las reformas se tomó un crédito muy fuerte con el Banco Provincia. El pago de ese crédito nos llevó gran parte de la historia. Hace pocos años terminamos de pagarlo. Durante muchos años, todo lo que generaba el predio fue para pagar ese crédito. Hará 4 o 5 años que se cumplió con ese compromiso. Tiene un manejo y un management muy profesional. Estamos bien. Es un predio moderno, que permanentemente está inventando cosas. Lamentablemente, hace un año y medio lo tenemos cerrado.
—¿El conflicto con Vicentin marcó un quiebre en la relación con el Gobierno y los referentes del campo?
—Me tocó ser espectador. No era dirigente. El Presidente, antes de asumir, dijo que si se equivocaba se lo hicieran saber saliendo a la calle. También le dijo a la Mesa de Enlace en ese momento que no se iban a tomar medidas sin consultar a los dirigentes del campo. Vicentin fue un cimbronazo. Se quiso avasallar la propiedad privada. Lo de Etchevehere, la toma del campo, son situaciones que no pueden pasar en la Argentina. Por suerte el Presidente escuchó.
—¿Lo de Vicentin o lo del campo de Etchevehere hubiese pasado sin un 2008?
—Es contrafáctico, pero sí. Los argentinos aprendimos con el tiempo. Aun así, con Vicentin y el caso Etchevehere, la ciudadanía hubiese estado en contra.
“Más que el gobierno, nos ayuda mucho cuando el mundo demanda lo que hacemos.”
—Hay una agenda verde con la que cierto sector del kirchnerismo muestra afinidad: menor uso de glifosato, resistencia de los criaderos bovinos para exportación, la palabra soberanía alimentaria. ¿Cómo se escuchan esas ideas en la Sociedad Rural?
—Vamos a darle especial interés. Marcos Pereda, mi compañero como vicepresidente, lleva esa bandera. Viendo esta pandemia, Argentina estaba muy criticada por las vacas. Temas como la emisión de carbono. En un año y medio de cierre del mundo con menos transporte, menos aviones, menos todo, las vacas siguieron estando y está probado que no generaron emisión de carbono. Hay mucha información discutible. La Rural le va a dar mucha bola a ese tema. Pereda se cargó el tema al hombro y lo hará muy bien.
—¿Cuál es tu perspectiva respecto de lo que está pasando con la hidrovía?
—En los 90 fue una buena decisión del gobierno reconocerse incapaz de manejar el río Paraná. El Paraná está vivo. En su recorrido deja mucho sedimento. Necesita trabajo para hacerlo navegable. Argentina no estaba en capacidad de explotar esa hidrovía. Se hizo la licitación y la ganó esta empresa. Llegó el momento en que se terminó la concesión y el Estado no debe meterse en eso. Debería llamar a una nueva licitación. Ahí transportamos el 80%/85% de lo que produce la Argentina No podemos dejarla en manos del Estado. No va a poder. Se necesita una estructura muy pesada para manejarla y hacerla transitable. El Estado debe estar presente, pero para coordinar lo que se haga.
—¿Cuál fue el mejor gobierno de la democracia para el campo?
—Más que el gobierno, nos ayuda mucho cuando el mundo demanda lo que hacemos. Los gobiernos pueden haber sido buenos o malos, el tema es cómo aprovecharon esos momentos. Me cuesta mucho calificar cuál fue buen o mal gobierno. Fueron buenos los que dejaron que la cosa fluyera y se pudiera trabajar ante un escenario bueno.
—¿Es preferible un mal gobierno con buenos precios?
—El gobierno del presidente Fernando de la Rúa fue catalogado como malo, pero tenía unos precios que complicaban. De la Rúa llegó a decir que la soja no valía nada. Depende de cómo se administran los valores y la producción.
—En el año 2009, el economista Mariano Rappaport escribió un artículo que se llamó “Los diez mandamientos de la Sociedad Rural”. La primera referencia era “La patria”, Rappaport escribe: “Desde los comienzos de su vida pública, el lema de la Sociedad Rural Argentina es, entre comillas, cultivar el suelo es servir a la patria”. Y lo que este economista planteaba es toda una definición sobre la noción de patria desde su perspectiva, que confundía el sector agropecuario con la tierra, con sus labores. ¿Cómo es la idea de patria y cómo es la idea de tierra?
—Nuestra tierra está en nuestra patria. Aunque no seamos los titulares o los dueños de esa tierra, somos los que la trabajamos y lo hacemos en convivencia con los dueños. Es muy importante no mezclar las cosas. No por no ser dueño de la tierra no sos productor. La tierra tiene un dueño, la propiedad privada es un bien que no se puede discutir. Pero los productores somos los que la trabajamos. Por eso apareció esa figura de rentista de campo. Es virtuoso porque se generan más y más productores. La tierra y la patria van muy de la mano.
“La propiedad privada no se discute, pero somos los productores los que trabajamos.”
—Hay un libro del economista Pablo Gerchunoff que se llama “¿Por qué la Argentina no fue Australia?”. Uno podría plantearse, él mismo lo decía, por qué la Argentina no fue Argentina. ¿Por qué con esa ventaja competitiva nuestra patria no logró desarrollarse?
—Argentina tuvo muchos gobiernos con una modalidad populista. Esa forma de gobierno ayuda a la gente, pero en el largo plazo no hace bien a la sociedad. Tuvimos muchos años de egocentrismos y soberbia. Creíamos que éramos lo mejor del mundo. Ahora pagamos las consecuencias.
—Existió una idea de que, para poder darle trabajo a toda la sociedad argentina, el campo no alcanzaba. Un economista, hoy político, como José Luis Espert, plantea que es al revés: hoy de vuelta el campo podría ser suficiente para un país como la Argentina, con casi 50 millones de habitantes, si se creara a su alrededor toda una industrialización. ¿Cuál es tu análisis?
—Debemos sacarnos de la cabeza que el campo es un señor que está en su tierra y que trabaja ahí y cría sus vacas. El campo en sí es un gran dador de empleo directo y mucho más indirecto. En Rosario, en el sur de Santa Fe, creció la metalmecánica, las nuevas empresas que desarrollan productos, máquinas para el desarrollo del campo, todo lo que genera la industria frigorífica con más inversión y mano de obra. Campo somos todos, no solo la tierra y los productores. Involucra a la agroindustria. Somos grandes dadores de empleo. Argentina puede estar tranquila. Mientras el campo produzca, el país irá para adelante.
—Hay un malentendido porque se asocia la producción agropecuaria a la posesión de la tierra. Si se toman todas las organizaciones de la Mesa de Enlace, la cantidad de asociados llega a más de 10 mil personas. ¿Cuántos trabajan la tierra pero no la tienen? ¿Una mayoría?
—No. En nuestra entidad, la mayoría de los productores son dueños de sus tierras. Conozco infinidad de tipos productores que siembran su campo y alquilan muchos más.
—Por ejemplo, los “Grobo” (Grobocopatel) casualmente se especializaron en desarrollarse en campos que son de terceros.
—No tengo trato con ellos. Sé que tienen una fracción de campo propio, pero son enormes sembrando en campo de terceros.
—Quizá vos vengas a representar que una cosa es el negocio agropecuario y otra cosa es la posesión de la tierra.
—Hubo una reforma agraria natural que se generó a través del desarrollo y que se fueron agrandando las familias. ¿Por qué mucha gente alquila? Porque tienen una situación familiar determinada que hace que no los puedan explotar ellos.
—Por aquello del flujo y del stock, la posesión de la tierra no es el elemento determinante.
—La tierra es una. Siempre será la misma.
—Es condición necesaria, pero evidentemente no suficiente. En el agregado de valor hay mucho más invertido sobre la tierra que la propia tierra.
—Seguro. Siempre hago un ejemplo con los amigos. Si te regalo mil hectáreas en Pergamino, pero no tenés capital y no las podés alquilar, las tenés que trabajar y no vas a poder. No importa la calidad del campo si no se invierte plata, tecnología, pasión y conocimiento.
—En algún momento, me comentaste qué te dijo tu padre cuando te recibiste.
—Aparte de la felicitación del caso, me dijo: “Andá a rebuscártela por otro lado”, porque eran mil hectáreas de campo de cría en Olavarría. Me dijo: “Rebuscate la vida”.
—¿Cuánto valía la hectárea por entonces?
—400 o 500 dólares.
—¿Y qué hiciste?
—Empecé a mandar currículos. Y me fui a trabajar a una firma consignataria muy conocida, Colombo y Magliano, un monstruo. Tenían un campo muy grande en Quimilí, Santiago del Estero, y un campo en Formosa. Me mandaron al principio. Para mí era la expedición a los indios ranqueles. Llegué allí, un lugar casi desértico. Eran como 20 mil hectáreas de campo, todo de monte con picadas por dentro, difícil de recorrer. El campo en ese momento valía 15 o 20 dólares. Volví enamorado. Le dije a mi viejo: “Vendé Olavarría y vámonos a Quimilí”. Pero no hubo forma de convencerlo. Después de veintipico de años volví.
—¿Cuánto vale la hectárea hoy?
—Calculo que 1.000/1.500 dólares. Pero cambió por lo que veníamos charlando. Conocimiento, tecnología, inversión. Trajeron pastos que no se trabajaban en esa zona, se empezó a trabajar la ganadería en convivencia con el medioambiente, con el monte. Es fantástico lo que se logró. Por eso es muy importante lo que decías: no solo es la tierra, sino lo que le ponemos arriba.
“Mientras el campo produzca, el país irá para adelante.”
—¿Por qué cada vez se consume menos carne en Argentina?
—Somos de los países que más consumen proteína animal, 115/120 kilos per cápita entre las carnes bovina, porcina y aviar.
—¿Hay una transferencia hacia las otras carnes blancas?
—Exactamente. Se bajó el consumo de carne vacuna y aumentaron el pollo y el cerdo. Al Gobierno le habrá llamado la atención lo que subió en un momento el kilo de carne en el mostrador, en la heladera, en el negocio. Eso le generó un susto. Por eso cerró la exportación, pensando que con eso habría abundancia de carne en la Argentina y los precios se iban a normalizar. Le dijimos que no iba a ser así. No es que fuésemos inteligentes, veíamos lo que sucedería. Lo que pasó tampoco es virtuoso, porque si bien se cerró la exportación o se cuotificó, se abrió parcialmente, bajó el precio de la hacienda en pie. A los productores nos bajó nuestro precio y la carne en el mostrador no bajó. Se estabilizó, pero no bajó.
—Dijiste: “No sé si hay un turro que se queda con todo”, y recomendaste que antes de cuestionar el rol de los productores ganaderos, se prestara atención a toda la cadena.
—No soy de expresarme de esa manera, pero falta una parte en que la periodista me dijo: “¿Entonces hay un ‘h de p’ que se queda con algo?”. No creo que haya turros que se queden con todo. Todos vivimos con un 40% o 50% de inflación. Si el ganado en pie o la carne no acompaña ese proceso inflacionario, nos vamos a fundir trabajando, como decimos en el campo. La intermediación existe, pero nosotros tenemos un costo muy alto en fletes. Compramos, vendemos, pagamos comisiones. El trabajo de la carne, una vez que sale de la tranquera y se la lleva el frigorífico al Mercado de Liniers, está compuesto por costos muy altos. Hay un costo de intermediación elevado.
—Comparado con cuando vos te recibiste, ¿el sistema de comercialización se hizo más eficiente o empeoró?
—Hay más gente involucrada en la comercialización de carne que paga impuestos. Antes no pasaba. Eso incrementa también el costo.
—El mito que acompaña a Alberto Samid, que hay un rey de la carne.
—Era realidad. La informática, la modernidad que hay en el Estado, en la AFI, hace que todo sea más prolijo. Eso implica una carga impositiva que no se tenía en cuenta.
—Vos participaste de la manifestación el 9 de Julio en San Nicolás. Dijiste: “No solo se manifestó el campo. Evidentemente, el Gobierno está haciendo algo mal”. A tu juicio, ¿qué hace mal el Gobierno?
—No escuchar a los actores que hay que escuchar. En nuestro caso, el Gobierno para decidir un cierre de exportaciones se sentó con los representantes de un grupo de frigoríficos de exportadores y no negociando, sino comunicándose con ese grupo, tomó la decisión. No nos consultó a los representantes de los productores primarios. El Gobierno tiene que escuchar porque tenemos cosas importantes para decir y podemos colaborar para evitar estas tomas de decisiones que entendemos son malas.
—Jorge Chemes, el presidente de CRA, participa en la política. También estuvo Patricia Bullrich con una comentada llegada a caballo. ¿Qué pensás de ambas situaciones?
—Estoy encantado de trabajar codo a codo con Jorge Chemes. Me gustó que en su momento se dedicó a la política grande y me gusta que hoy esté en la Mesa de Enlace con nosotros. El 9 de Julio cada uno llegó como pudo, incluso Patricia Bullrich. Algunos fuimos en auto, otros en camioneta y otros a caballo.
—¿Por quién votaste en las últimas elecciones presidenciales. No sé, las de este siglo: 2003, 2011, 2015, 2019?
—En la última voté por Mauricio Macri. Pero voté también a Pino Solanas.
—¿Y votaste alguna vez al peronismo?
—A Carlos Menem.
—¿En la del 95 o la del 89?
—89.
—¿Y en el 95 no?
—No.
—¿Y en ese caso votaste por José Octavio Bordón?
—No me acuerdo. No me acuerdo tampoco quién era el radical en ese momento.
—No sos gorila.
—No. Cero gorila. Pero en mi casa no se lo quería a Perón.
—¿Hay algo que no te haya preguntado y quieras agregar en este reportaje?
—Hay un tema. El diálogo es una capacidad que no debemos perder nunca. En la época de Malvinas, tenía a mi hermano en la guerra.
—¿Un año mayor que vos?
—Dos años. Después la vida me llevó a conocer a mucha gente que estuvo en el conflicto desde el lugar de soldado, más que todo. Soy muy amigo de un tipo, un soldado, que estaba al lado de Galtieri en los últimos días. En el final de la guerra hubo un personaje muy importante que se llamaba Menéndez, el gobernador de allá. ¿Y por qué digo tan importante? Porque el tipo, en el momento crucial de la toma de decisiones, desoyó a su jefe y dialogó, y mucho, con el general Jeremy Moore, que era el que tenía prácticamente tomada toda la isla. Si el diálogo entre Menéndez, desoyendo a su jefe que le decía “combata”, con Moore no hubiese sido tan amplio, virtuoso y sano, habría sido otro cantar lo que pasamos en la guerra. Nos hubiesen arrasado.
—¿Tu hermano estaba allí en ese momento?
—Sí, a cinco kilómetros de Puerto Argentino.
—O sea que hubiera sido una de las personas que hubieran muerto si hubieran seguido la instrucción de Galtieri.
—No te quepa duda.
“El campo no puede irse del país; la producción es aquí”
—Se dice que no existe en Argentina un equivalente de la Unión de Industriales y Empresarios de Brasil, fundamentalmente como la del estado de San Pablo, la Fiesp. ¿Puede ser que ese papel lo cumpla ahora la unión de las cuatro entidades agrarias?
—Ojalá. Podemos llegar a tener eso evitando los egos y los personalismos y siendo todos más generosos en nuestra postura personal.
—¿Qué rol tiene el campo para solucionar esa grieta creada en 2008?
—El campo no es solo la tierra en sí, sino que somos todos: los productores y los diferentes eslabones que hacen que esa producción llegue al consumidor, a la mesa de los argentinos. De 2008 a ahora, se crearon muchos vínculos con actores y eslabones de la cadena. Lo más fácil es ver la relación que los productores tienen con la industria frigorífica. Antes estábamos apartados. Nosotros defendíamos la producción primaria, el novillo, la vaca, y veíamos en la industria de los frigoríficos, no un enemigo, pero sí a un tipo que quería venir a comprarnos barato. El 2008 nos enseñó mucho. Hoy podemos hablar y hacer negocios con industrias frigoríficas y ponernos en la misma situación. Vamos por esa unión.
—¿El kirchnerismo fue un problema para el campo?
—El kirchnerismo planteó un problema que generó una situación muy fea en 2008. Ahí se generó esa grieta. Con el correr del tiempo, esperemos que el kirchnerismo o el Gobierno vean al campo como un aliado. No del Gobierno, sino del país. Vivimos y producimos en nuestra tierra. No nos vamos a llevar la tierra a ningún lado, porque la tierra está acá. El campo es acá. Seguiremos aquí, esté el gobierno que esté. Trabajaremos de manera más cómoda y fácil cuando el gobierno nos genere previsibilidad y reglas claras hacia adelante. Todo lo que hacemos nosotros es en función del tiempo.
“Cuando éramos chicos, cada vez que mi padre cargaba nafta, decía: ‘Acá se va un ternero’”
—En la asunción en la Sociedad Rural, se señaló: “La disputa por el máximo cargo de conducción se dio entre un dirigente no dedicado actualmente a la producción agropecuaria y un productor que no es propietario de sus tierras, secundado por un fuerte empresario agroindustrial. Eso da cuenta de las transformaciones socioeconómicas que vienen sucediendo en el agro desde hace varios años, donde el sujeto central de la producción mutó de propietario de tierras a empresario agropecuario”. ¿Cómo fue cambiando el campo en los últimos tiempos?
—La vida es así. En las grandes extensiones de campo, las familias fueron creciendo y los campos se fueron dividiendo. Como en mi familia, algunos decidieron no seguir con la producción. Yo seguí con lo mío, haciendo lo que me gustaba. Hoy alquilo campos a un dueño. Se generó el rentista del campo, un señor que no lo produce y lo pone en alquiler. Bienvenido sea, porque los productores podemos trabajar ahí. Es virtuoso que ocurra de esa manera, porque podemos entrar más jugadores. Se generaron los pooles de siembra desde 2000 y pico. Mucha gente que no estaba en el sector empezó a mirarlo, le empezó a gustar esa forma de trabajar, habrá visto una renta lógica para poder invertir, y eso agrandó la cantidad de dinero y de inversión que se genera. Empezaron a crecer los feed lots, los pooles de compra de ganadería vacuna también existen.
—¿Ya no es tan importante ser dueño de la tierra, al punto que los que compiten por la presidencia no necesitan tener un campo?
—En el caso de mi amigo Daniel Pelegrina, su familia tiene un campo. Lo conocí hace más de treinta años. Él trabajaba en la explotación familiar, se dedicaba al tambo. El campo no lo vendieron pero se deshicieron de la actividad del tambo.
—¿Es la misma situación la de tu papá?
—A mi padre le fue mal en los 90. Cuando éramos chicos e íbamos en los Falcon al campo, mi viejo paraba en la estación de servicio, llenaba un tanque de nafta y decía: “Acá se va un ternero”. Nada valía nada. Los campos en ese momento valían 400 o 500 dólares la hectárea. Era una depresión total. Mucha gente no pudo seguir.
—En un reportaje de esta misma serie, Domingo Cavallo atribuía a los 90 el gran salto del campo. Ponía como ejemplo la hidrovía, la modernización de puertos, la desregulación de sistemas de exportación. Al mismo tiempo, la aprobación de cambios como la siembra directa, otro tipo de semilla. ¿Hubo un cambio? ¿Cuándo se produjo ese cambio de la frontera agrícola que se multiplicó por tres?
—Los 90 deben haber sido buenos para cierto sector que le encontró la vuelta. También si se quería aumentar el rodeo de cría o sacar un crédito para sembrar y las tasas eran altísimas. Era imposible trabajar con créditos. Te fundías trabajando, y eso es lo que les pasó a muchos productores. En los 90 se perdieron muchos productores.
—¿Cuál fue el punto que hizo ese multiplicar por tres la inversión, la tecnología, la posibilidad de poder importar tecnología?
—Cuando las cosas tomaron un nivel lógico, los productores que habían sobrevivido, o gente que venía de otro sector, empezaron a ver el campo como un negocio muy potable.
—¿Los 90 fueron diablo o santo para el campo?
—Se mezclaron las dos formas. Hubo gente que anduvo muy bien y productores para los que fue muy complicado, como nosotros.
Producción: Pablo Helman y Debora Waizbrot.