PERIODISMO PURO
Entrevista

Pablo Echarri: "En una Argentina con menos desigualdad, yo sería bastante más liberal"

Uno de los actores más populares de la Argentina decidió ocupar un lugar definido en la grieta. Luego de conocer a Néstor Kirchner, sintió que debía tomar partido: se transformó en un militante orgánico y pasional que, pese a todo, repudia la corrupción. Reconoce que está en un proceso de evolución que lo puede llevar a ocupar puestos políticos con el paso del tiempo.

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Diferencias de estilo. “Néstor Kirchner tenía un estilo más concreto y de caminar, de embarrar los zapatos, para generar consenso”. | Néstor Grassi

—El 20 de enero de 1981 un actor asumió la presidencia de los Estados Unidos, era Ronald Reagan. ¿Te imaginás haciendo una carrera política?

—Ya lo estoy haciendo. Hace 14 años que soy funcionario dentro de una entidad de gestión de actores e intérpretes.

—¿Y una carrera para un cargo público?

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—Siento que tengo una cierta juventud, más allá de los 51 años. Los 14 años de gestión política me hacen pensar y me llevan hacia adelante en un camino de evolución. Los intereses iniciales cambian y se complejizan. Lo que antes radicaba en el interés artístico, en el deseo de actuar, de expresarse, se complejiza. Para no tener que pelear con el archivo después, digo que voy en un camino cuyo destino no conozco. Pero sí se dio ese deseo de darle lugar a la política. No exclusivamente al ciudadano Pablo nacido en Villa Domínico, sino también a ese Pablo que luego trascendió, que cruzó el charco, que logró a través de la popularidad tener cierto acercamiento a otra gente. Así aparece esa herramienta y la posibilidad de extender más cierta vocación política que existe en mí. Pero no podría asegurarlo al día de hoy.

—Por lo que decís, parece que vas en esa dirección.

—Pero no quiero después pelear con el archivo. Me siento muy contenido en el espacio político en el que me desarrollo. Es un colectivo definido, tiene bordes muy bien definidos, con grandes cifras de desocupación histórica. No solamente por las crisis y sus vaivenes, sino por lo que es la actividad en sí. En ese espacio siempre tuve la posibilidad de utilizar la herramienta política y conseguir los grandes resultados que tuvimos.

—Te referís a la representación de los actores.

—Mi relación con Néstor y Cristina Kirchner también fue a partir de eso, en 2005.

—El tema de los derechos de autor.

—Lo hice ante la llegada de ese gobierno, que miraba un poco más de frente a los sectores más postergados, no solamente a los actores. La Ley 11.723 existe desde el año 33 y estuvo reglamentada para los autores de música, para los intérpretes musicales, para los autores, para los dramaturgos, pero nunca había sido reglamentada para los actores.

“La virtud de perdonar es el primer paso para generar una sociedad diferente.” 

—¿Aquella era la de Roberto Noble?

—Claro. Vaya paradoja.

—Ronald Reagan, que fue uno de los presidentes más de derecha que tuvo Estados Unidos, originalmente había comenzado en el Partido Demócrata. ¿Notás en vos aquello de que quien no es de izquierda cuando joven no tiene corazón pero si sigue siéndolo después no tiene cabeza?

—Siento un arraigo mayor al día de hoy. Y veo también la realidad con otros cristales. Desando el camino. Con el paso del tiempo cierta visión más hacia la izquierda se modera en pos de la concreción de los objetivos. La Argentina de hoy es una respuesta. El gobierno actual es la representación de cierta izquierda posible en estos momentos. Intentar repetir una experiencia como la de los 12 años de kirchnerismo hubiese sido imposible. Ese matiz que voy colocándole a la visión podría acercarse a lo que decís. Tengo un pensamiento crítico respecto a la posición tanto demócrata como republicana en los Estados Unidos. No noto tanta diferencia entre las dos posturas. Especialmente hacia afuera. Hacia adentro, se puede observar que tanto los demócratas como los republicanos tienen posturas bastante diferentes. En cuanto a la política nacional, los reconozco como la misma cosa. Me considero un tipo progresista, peronista. Arribo al peronismo de mano del kirchnerismo.

—Hablás sin parar. Para la política puede ser muy bueno.

—Me dedico un poco a eso.

—En la actuación, los textos son generalmente de otros; no implica una oralidad propia. En tu caso se hace manifiesta.

—También fue la razón por la que comencé a utilizar otra herramienta. Notaba ese hecho: decía la letra de otro. Hubo un momento en que necesité decir la propia.

Pablo Echarri, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
REPRESENTACIÓN SECTORIAL. “Mi relación con Néstor y Cristina Kirchner también fue a partir de una entidad de gestión de actores e intérpretes”. (Foto: Néstor Grassi)

—¿Pudiste ver actuar a Eva Perón en los registros que quedan?

—Muy poco.

—¿Hay algo de su condición de actriz que le hizo más fácil la comunicación con los demás?

—Sin dudas. No solamente la comunicación, también la posibilidad del actor y la actriz de ponerse en la piel del otro. La comunicación es un hecho posterior. Su primer talento fue la posibilidad de colocarse en la piel del otro. Si vemos la vida o el lugar de dónde viene Eva, entendemos que vivió esa realidad en carne propia. Hablabas de Villa Domínico. Y sin tratar de compararme, también vi algo de esa realidad. Lo que me hizo ir por ese camino tuvo que ver con el secuestro de mi papá. Me hizo ver una Argentina que hasta ese momento no había percibido.

En otro reportaje de esta serie, Fernando Marín, un productor audiovisual muy importante en los años 80, dijo: “Evita era artista, pero no de la categoría de Cristina Kirchner. Evita es mucho más grande en la historia espiritual argentina. Pero era una artista mediocre. Cristina Kirchner tiene dotes histriónicas espectaculares, más allá de que es un animal político”. ¿Cristina tiene ese don de los artistas?

—Tiene una extraordinaria capacidad de comunicar, que radica en su conocimiento y trayecto. Fueron dos orígenes diferentes. Cristina es un animal político desde los primeros pasos. Además, sabe manejar los tonos, entre otras cosas.

—¿Más que Evita?

—Seguramente. Son dos épocas diferentes. Pero en ambos casos, era capacidad muy fuerte y comparable.

—¿Cómo es tu vínculo con Cristina?

—No tengo un vínculo personal. En algún momento, ya sea por la gestión de los derechos de intérpretes, había bastante más asiduidad en el contacto. Sobre todo en sus dos presidencias. Pero es una referente, más allá del poco contacto físico.

—Tristán Bauer nos decía que Cristina Kirchner entendía más el fenómeno del espectáculo que Néstor Kirchner.

—Es una consecuencia o una herramienta suplementaria. Cristina Kirchner es un extraordinario animal político. Tiene una visión geopolítica extraordinaria. Después, cuenta con una gran capacidad de comunicación.

—Quizá Néstor Kirchner era más clásico, poseía un sentido del poder menos simbólico y más real.

—Más concreto y de caminar, de embarrar los zapatos, para generar consenso.

—¿Por qué Marcelo Tinelli no llegó a la presidencia hasta ahora? ¿Hay algo de ese exponerse público que lo limita?

—No creo que el rating o la popularidad sea una condición exclusiva para poder arribar a la política. Tiene que ver con el pensamiento, con la formación, con la idea de país.

—Representar una idea.

—Sí. Si lo viese como una perspectiva política, Tinelli estaría posiblemente dentro del peronismo, como para aprovechar su popularidad. Dentro del peronismo se construye de una forma diferente a otros espacios políticos. La derecha utiliza caras y representaciones de popularidad más que un pensamiento. No creo que el peronismo acepte a una figura solo por su popularidad. No creo que la realidad argentina acepte a un Reagan.

—Reagan era más que una persona famosa. Cuando llegó a presidente hacía mucho tiempo que había dejado de ser actor.

—Evidentemente tenía una formación política.

—¿Conociste a Alberto Fernández en aquel 2005?

—Fue el primero que vi para gestionar los derechos de propiedad intelectual porque él era jefe de Gabinete. Me impresionó muy bien por entonces

—¿Es distinto del de hoy?

—No. Está más completo. Se descubrió una capacidad de pararse frente a las masas no visible en aquel momento por el rol que ocupaba. Sí se veía un extraordinario conocimiento de la realidad argentina y una idea muy clara de hacia dónde quería ir.

—¿En ese punto se parece más a Cristina en su capacidad de entender la importancia que tiene lo actoral para la política?

—Alberto Fernández es un extraordinario representante para el tiempo que corre. No son suficientes las ideas y los caminos políticos, también la comunicación es importante. Descubrimos en Alberto un comunicador sereno, un comunicador firme. Se lo eligió por esas características y, de hecho, fue corroborado en las últimas elecciones. Hacés mucha referencia a las representaciones, a la cuestión artística o de puesta, pero lo que tiene Alberto Fernández, como Cristina y lo que tuvo Néstor, es una extraordinaria y muy sólida base política y militante. Eso es lo que los hace fuertes.

—Vos sabés del significado del representar.

—En el peronismo se construye diferente que en los partidos más conservadores. Esos grupos van más detrás de la comunicación per se. Lo entienden muy inteligentemente a través de diferentes estudios. Arman equipos de trabajo en los que la comunicación es más importante que si es verdad o mentira lo que se enuncia.

—¿Miguel del Sel sería representante de esa manera de comunicar?

—Podría ser. Alguien que no tenía un bagaje político, no tenía una construcción previa, pero sí una llegada muy cercana al público. Es uno de los grupos cómicos más grandes de la historia argentina. Genera una gran empatía. Tenía un gran equipo detrás que logró una consecuencia en votos bastante importante.

—¿Cómo evaluás la gestión cultural del macrismo?

—Los sectores más conservadores consideran la cultura como un hecho elitista.

—La alta cultura; el Colón, por ejemplo.

—Le quitan apoyo o no generan políticas de Estado que desarrollen la cultura y que no solamente la tomen como un bien espiritual y de apertura mental para la población sino también como un hecho de desarrollo económico. Hay distintos países en el mundo que comprendieron que no solamente es importante que la población tenga acceso democrático a la cultura, sino que encontraron en la cultura un espacio para desarrollarse económicamente. Es algo que no entienden los conservadores. La cultura es un hecho de expansión mental y espiritual muy grande. Hay sectores que buscan que no esté tan al alcance de la mano.

—Luis Brandoni, radical de Juntos por el Cambio, se refirió a su paso por la Asociación Argentina de Actores diciendo que “había gente que pensaba de muy distinta manera. La diferencia política no era un tema prioritario. Nadie te preguntaba de qué equipo eras. Convivíamos gente que pensaba muy distinto. Recién asumí una militancia en 1982, cuando me afilié a la Unión Cívica Radical. El fenómeno actual de la grieta es mucho más reciente”. ¿Existe una grieta entre los actores?

—En el momento al que se refería Beto, el enemigo era otro. No había dudas de que se luchaba contra un enemigo feroz, que habría de manifestarse de manera muy cruel y muy contundente. Hubo una gran cantidad de actores y actrices desaparecidos y desaparecidas. Los tiempos cambiaron y las dicotomías entre peronismo y radicalismo también se diluyeron o cambiaron de forma. Empezó a generarse la dicotomía progresismo/conservadurismo. Si bien el peronismo es un espacio muy amplio, vimos cómo gente que se autodenominaba peronista cruzó a un espacio más conservador. También observamos cómo radicales que se denominaban progresistas cruzaron. Si la pregunta es si la grieta existe, la respuesta es claro que sí. La grieta es mundial respecto a una postura y otra.

—¿La transformación de la política argentina no va hacia peronismo y antiperonismo sino hacia progresismo y conservadurismo?

—Sería muy positivo que el peronismo/antiperonismo se diluyera o se matizara. No digo que desaparezca. Es muy dañino el antiperonismo per se, generar un movimiento político por oposición a otro movimiento.

—Una evolución sería que eso desapareciera y se transformara en dos categorías que no fueran de uno contra otro.

—Es una esperanza. Cuando toma el poder el antiperonismo, hay como una sensación muy velada de que pudiera acabarse ese movimiento.

“El gobierno actual es la representación de cierta izquierda posible.”

—El deseo de extinguirlo.

—Ese deseo de extinción genera una contraposición muy fuerte del otro lado. Se debe luchar para sobrevivir. Cualquier país que desee desarrollarse debe tener la certeza de albergar los dos pensamientos políticos para algún tipo de acuerdo mínimo que produzca un avance fáctico.

—Brandoni dice: “Me resulta muy difícil perdonar las actitudes del peronismo durante el primer gobierno democrático”. ¿Cómo se hace para perdonar?

—Luis fue peronista alguna vez. También tuvo hechos muy duros. Fue perseguido por la Triple A durante un tiempo. Eran momentos muy tumultuosos en la Argentina. Una situación con muchos pensamientos antagónicos que generaba mucha zozobra.

—¿Vos podés perdonar?

—No tengo mucho para perdonar.

—¿No?

—Cuando definí mi posición política, sabía qué estaba haciendo y que me generaría consecuencias, de las positivas y de las negativas. ¿A quién debería perdonar? ¿A algún productor que no me contrata? No, se trata de gustos personales que pueden tener con lo artístico. La virtud de perdonar es el primer paso para generar una sociedad diferente.

—Quizá fuiste perdonando a medida que pasaban las cosas.

—Seguramente. Pero también lo hago por una cuestión espiritual. Uno no puede avanzar ni centrarse en objetivos presentes y futuros si no perdona.

—El Frente de Todos tiene tres patas: el kirchnerismo, el massismo y lo que representa Alberto Fernández ¿Te llevás mejor con unos que con otros?

—Son tres peronismos progresistas, bastante cercanos, por lo menos en algunos aspectos. El kirchnerismo es el movimiento más representativo de lo que fue la unión entre Perón y Eva y el otorgamiento de derechos.

—¿El kirchnerismo está más a la izquierda, Massa más a la derecha y Alberto Fernández está en el centro?

—Vi tanto a Sergio Massa como a Alberto Fernández, ni hablar del kirchnerismo, del que me siento parte, ocupados por achicar la desigualdad, que sea cada vez menor.

—¿En qué se diferencian?

—El kirchnerismo es más combativo. Es un movimiento que tiene el objetivo claro. Ante la alternativa de poder avanzar de forma concreta, lo haría de una forma muy directa. El massismo y el albertismo son sectores más cercanos a cierto esquema de poder. Construyeron ese poder mucho más cerca de sectores de centro, incluso algunos un poco más de derecha. Por eso es tan virtuosa la coalición. Ese conjunto, esa unión de ideales, es un motor potente. Hay un punto en común que tiene que ver con achicar la brecha de desigualdad.

Pablo Echarri, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
AUTOCRÍTICA. “Podríamos discutir si Lázaro Báez, que no era un empresario hasta ese instante, en un momento determinado comenzó a desarrollar su esquema empresarial de otra manera”. (Foto: Néstor Grassi)

—¿Hay algo estético en la diferencia?

—Puede ser. El kirchnerismo lo demostró en esos 12 años que gobernó con un esquema de poder bastante fuerte. Es la representación de la lucha progresista de los años 70. La reencarnación de esos y esas jóvenes que avanzaban buscando un país mejor. Tiene mayor determinación.

—La semana pasada firmaste una solicitada junto a Horacio Verbitsky, el Indio Solari, Víctor Hugo, Susana Rinaldi, psicoanalistas, conductores radiales, cantantes, Liliana Herrero, Teresa Parodi y muchos colegas tuyos, Cecilia Roth, Cristina Benegas, Alejandra Darín, Paola Barrientos, Carolina Papaleo, Darío Grandinetti, cuyo título era “Pará la mano, Cablevisión”.

—Yo no firmé esa solicitada. Firmé otras. Pero no firmé esa (N de R: tanto Télam como Tiempo Argentino publicaron la solicitada con la firma de Echarri).

—¿La hubieras firmado?

—A ver: tengo Cablevisión y Fibertel en casa, je. Tengo una excelente relación con los trabajadores de Fibertel y Cablevisión. Lo que esconde esa solicitada tiene que ver con el poder dominante en general.

—¿Te pidieron firmarla y decidiste no hacerlo?

—La solicitud de las firmas aparece en grupos de chats y uno a veces se sube si quiere. No por eso estaría en contra de lo que se puede expresar.

—Pero tu decisión fue no firmarla.

—Yo manejo mis apariciones políticas, ya sea en solicitadas o públicas, como el caso de esta entrevista. Trato de manejarlas a mi parecer.

—Dimos por hecho que la firmaste. Nuestro acto fallido.

—La podría haber firmado. También los firmantes de esa solicitada son todos compañeros. Creo que la podría haber firmado por lo que dice. No haberla firmado tiene que ver con una estrategia diferente. Elegir cuáles son específicamente esas peleas.

—¿Cuál es tu posición sobre el lugar que ocupa “Clarín” dentro del sistema solar mediático argentino?

—Tengo una reflexión general respecto al tema de las posiciones dominantes en todos los aspectos del comercio y la industria en Argentina. Tiene que ver con eso y no solamente en materia de comunicación. Lo único que podría decirte del diario Clarín es que en cierto momento fui un asiduo entrevistado por él. En un momento eso dejó de suceder. Son las consecuencias por la cristalización de una idea política. Lo acepto porque es una realidad y una consecuencia; a nivel social no es aceptable. No pude haberme transformado de un momento a otro en invisible. Después, no tengo ningún problema. Hay que trabajar muchísimo para que la Argentina sea un país pujante y en desarrollo. Por eso hay que pelear contra los monopolios.

—¿Qué pensaste cuando Cristina dijo que en ese acuerdo nacional había que incluir a los medios?

—Cristina dio muchas muestras de que, si bien tiene una idea clara de cuál es la Argentina hacia donde quiere ir, entiende también que los momentos políticos son diferentes. Se trata de avanzar en algunos puntos. No de ser amigos. En la Argentina de hoy hay una posibilidad de establecer una serie de puntos de acuerdo para salir del letargo y del pozo en el que estamos sumergidos. Que Cristina hable hoy ya es tomado por un sector como un hecho de disgusto. No importa lo que diga.

—¿Hay presos políticos en la Argentina?

—Sí.

—¿Quién?

—Milagro Sala. Creo que el proceso del ex vicepresidente (N de R: Amado Boudou) está viciado en los procesos de instrucción. Hay cosas poco claras.

—Otro de los presos podría ser Julio De Vido.

—Hablaría de Luis D’Elía, creo que está preso por una causa verdaderamente menor. Creo que hay un ensañamiento. Hasta que la Justicia no sea reformada, hay una utilización política apoyada por ciertos medios que generan una asimetría entre un espacio político y otro. Entre los hechos posibles de corrupción de un espacio político y de otro espacio político.

—Cristina Kirchner dejó de ser presidenta y al año tenía una cantidad de causas, mientras que Mauricio Macri no. ¿No sería justo también decir que ella venía de 12 años de un gobierno?

—Pero podías coincidir conmigo en que la composición de la Justicia es absolutamente desigual en términos ideológicos. La Justicia debiera impartirse con los ojos cerrados, digamos.

—Dijiste que “la política es sucia y la corrupción existe pero que los Kirchner fueron exitosos en su vida profesional y podrían justificar su fortuna”. ¿No hay ninguna causa vinculada a la corrupción del kirchnerismo que te parezca que merece arrepentimiento? Quizás el caso de Hotesur, más allá del tema.

—Cada presidente o cada grupo político que tomó el poder tuvo siempre cerca a empresarios afines, ya sea por amistad, ya sea por conocimiento o por cercanía, por capacidad para realizar contratos con el Estado o la obra pública. Debemos separar eso. Al hablar de la cercanía con Lázaro Báez podríamos nombrar cercanías de otros presidentes a lo largo y a lo ancho de la historia. Después tendríamos que ver qué pudo dilucidar la Justicia respecto a esa unión y si existió corrupción.

—Báez no era empresario antes, ¿no hay algo necesario de la sinceridad en la autocrítica? Te lo pregunto también como actor.

—Báez no era empresario. ¿Qué conexión tiene eso con una posible convivencia con Cristina de Kirchner o con Néstor Kirchner si no pudo ser descubierto en la Justicia? Como autocrítica podríamos discutir si Lázaro Báez, que no era un empresario hasta ese instante, en un momento determinado comenzó a desarrollar su esquema empresarial de otra manera.

—¿Cómo hizo?

—Podríamos también tomar una lista enorme de empresarios que comenzaron su carrera empresarial a través de una relación con alguien. Pero esto no implica decir que Néstor y Cristina sean corruptos. Hay una distancia enorme.

—Bulgheroni comenzó con el petróleo en la época de Frondizi y luego, a lo largo de cuarenta o cincuenta años, construyó una de las empresas más grandes de la Argentina. Acá hablamos de alguien que en un período de muy pocos años de la nada hizo la empresa más grande de construcción de una provincia. También hay secretarios que se enriquecieron.

—Son solo matices. A lo largo de la historia, la mayoría de los empresarios que hicieron enorme fortuna tuvieron contratos con el Estado. Empezaron por la cercanía con una u otra administración.

—¿Para vos hay diferencias entre erotismo y pornografía?

—Podría decir que tienen el mismo fin, pero hay una diferencia de matices.

—Se podría decir que la verdad y Dios están en esos detalles. A partir de ahí se establece una gran diferencia.

—No conozco los matices del ejemplo de la familia Bulgheroni. Tendría que revisarlo. Podríamos hablar de otros matices también.

—El que vos quieras.

—No quiero hacer nombres propios.

—El caso de Fabián Gutiérrez, el secretario fallecido, con 80 millones de dólares.

—No conozco específicamente ese caso. Conozco el caso de Pablo Barreiro, que fue apretado en la causa de los cuadernos para denunciar a Cristina. Ese caso sí lo conozco.

“Si tuviera la posibilidad de avanzar, el kirchnerismo lo haría de forma muy concreta.”

—¿No ves nada a tener en cuenta en la causa de los cuadernos?

—La causa de los cuadernos me parece que fue una tragedia con respecto a la instrucción. Creo que el período de instrucción es un hecho tan importante como la investigación. Tanto como el veredicto final del juez. Si los períodos de instrucción son viciados por los actos que llevan adelante las personas que tienen que investigar, hay un problema grave. A vos mismo te escuché decir que hubo problemas de viciado extremo en los períodos de instrucción de la causa. Como por ejemplo no grabar las entrevistas cuando la ley obligaba a que eso sucediera.

—Yo hago esfuerzo, Pablo, para ayudar en ese proceso de crítica.

—Soy orgánico. No lo digo para disentir con vos.

—Sos orgánico en sentido gramsciano.

—Soy orgánico. Hago esta entrevista con vos. Hay mucha gente que nos ve. Trato de darte una explicación respecto a lo que pienso.

Pablo Echarri, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
MILITANCIA. “Cuando definí mi posición política, sabía qué estaba haciendo y que me generaría consecuencias, de las positivas y de las negativas”. (Foto: Néstor Grassi)

—Aclarándolo así quedó muy explícito. ¿Hay algún escenario en que dejarías de apoyar al kirchnerismo?

—Dame algún ejemplo.

—Si te encontraras con hechos de corrupción que te desmoralizaran...

—¿López, por ejemplo?

—En el futuro, digo.

—No defiendo la corrupción. Es una tragedia, una tragedia mundial. En la Argentina es una de las cosas que no nos permiten avanzar. Condené drásticamente los momentos de la aparición de los bolsos de José López. A lo largo del proceso judicial se descubrieron otras cosas respecto de dónde provenían esos dineros. La corrupción depende tanto de quien recibe como de quien da. En el mundo desarrollado, la Justicia se imparte así. Los hechos de corrupción no se separan entre quien da la dádiva o quien da la coima. Ese es un problema que tenemos en Argentina.

—Ese fue el argumento de Sérgio Moro: “Para poder probarlo hay que ir detrás de los empresarios”. En Brasil devolvieron más de 1.000 millones de dólares. Acá nos quedamos solo con la prisión de Lula.

—Lástima que Lula fue preso por un departamento de su propiedad. Pero no existían documentos concretos para poder acreditarlo.

—El Lava Jato no es solo la prisión de Lula. Fueron presos opositores.

—Pero se anuló la posibilidad del mayor candidato que tenía Brasil en ese momento para poder participar en las elecciones gracias a esa demostración del lawfare. Si bien abrieron el juego hacia ese sector empresarial y utilizaron la delación premiada para tirar de la piola, lo hicieron de mala manera. No existe ningún fáctico concreto de que Lula era propietario de ese departamento.

—Brasil es como mi segunda patria. Me llama la atención la certidumbre que tienen algunas personas respecto de determinados temas. A Lula no solo lo condenó Sérgio Moro; lo condenaron tres tribunales más, más de veinte jueces, la Cámara de Porto Alegre, lo que sería equivalente a la Cámara de Casación y lo que es un Supremo Tribunal de Justicia. Lo que decís me resulta orgánico. Lo que diría es “me quedan dudas” sobre la propiedad de ese departamento, pero no estaría convencido de lo contrario. Coincido con vos en que se sacó al candidato que hubiera tenido posibilidades de ganar. Jair Bolsonaro me parece un personaje despreciable. Pero existe una alternativa útil de una discusión posible.

—¿Pero la herramienta de la prueba no debería ser un hecho definitivo en la concreción del encarcelamiento o no de una persona? Estamos hablando de perder la libertad. Es mucho más que no poder presentarse en elecciones.

—En Brasil, una parte importante de la Justicia considera que está probado y que no era solo el departamento de Guarujá, sino también lo que llaman “el sitio”. Vos hablás desde un lugar orgánico. Como periodista, yo intento matizar.

—Es orgánico. Pero ante la aparición de una prueba yo no defendería semejante estupidez. No dejaría de ser orgánico hasta la aparición de una prueba. Mi organicidad tiene un límite. Pero ante la inexistencia de esa prueba, lo único que me queda es ser orgánico.

—Tu tuit fijado tiene la imagen de Néstor Kirchner. Allí escribiste: “Este hombre me enseñó que el miedo no es una opción a la hora de defender mis intereses y los de mi familia, que la política es una herramienta maravillosa y el darme cuenta de que en verdad soy libre”. ¿De qué te liberaste?

—Nací antes de la dictadura. Cuando sobrevino, tenía un padre radical, mi familia es bastante antiperonista y me hablaban claramente de que la política no había que tocarla, que había que escaparle porque las consecuencias podían ser verdaderamente graves. Posteriormente a eso, llegó el alfonisnimo. Mi viejo era muy alfonsinista

—¿Y vos?

—Mi padre me había casi exigido que no me metiera en política. Y eso me hizo mella. Yo era un pibe que empezaba a caminar la calle. Me importaba más la pilcha, salir de noche, conseguir alguna novia. Luego el menemismo fue un momento de vaciamiento ideológico. Se intentó expresamente vaciar la militancia política. La llegada de Néstor Kirchner fue un despertar. Tengo una hija de 17 años. A ella le llegó la militancia al comienzo de la adolescencia, el momento donde uno lucha contra todo lo que tiene que luchar. Yo desperté casi a la par de ella. Un padre no es solamente el que te dio la vida biológica. Es el que te da las herramientas para poner el cuerpo, ser consecuente, determinante, y no aflojar en la lucha. Así se logran los objetivos.

—Padre sería un maestro: te enseña y da herramientas.

—Hay gente que cree que cuando digo que Néstor fue un padre le estoy faltando el respeto a Antonio. Nada más lejos.

—¿Y Antonio qué visión tenía de Néstor Kirchner cuando emergió?

—Mi viejo se fue de este mundo casi cuando yo empezaba a despertar. Los primeros años de kirchnerismo todavía venían un poco con la inercia del no compromiso político.

—¿En qué año falleció tu papá?

—En 2009. Te voy a contar una anécdota muy simple: hablábamos mucho, pero no de política.

—¿A tu viejo le interesaba la política?

—Era diariero, leía todos los diarios. Se embarraba en el Dock Sud repartiendo diarios, pero después era periodista de verdad. Se hacía llamar periodista. Cuando mi viejo se muere, comienzo con la gestión política por el derecho de propiedad intelectual. Yo no era kirchnerista. No me expresaba peronista tampoco. Hacía una gestión política para conseguir algo determinado para un sector del que era parte. Cuando yo empiezo a ver que ese sector político al que fui a solicitar ese derecho que debería haber sido otorgado hacía un montón de tiempo no me pidió nada como contrapartida, me sorprendió bastante. No me pidieron ninguna contraprestación Además, vi que ese sector político empezaba a ajustar una gran cantidad de derechos de sectores postergados. Allí me sentí identificado. En ese ínterin, no hablábamos de política con mi viejo, que era un tipo muy intenso a la hora de hablar de política. Se enojaba mucho. Yo tenía un par de amigos peronistas, con padres peronistas, que venían a casa. Se ponían a discutir con mi viejo y obviamente discutían. Antonio se calentaba mucho, a punto tal de levantar la voz y golpear la mesa. En la adolescencia, para poder sobrevivir a esa intensidad, fui por un camino bastante común. Acompañé a mi viejo a la 9 de Julio cuando ganó Alfonsín. Con el tiempo, me pregunté si realmente existiría un enfrentamiento con él, con sus ideas. Y un día me desperté, prendí la televisión y vi a Leopoldo Moreau y a Leandro Santoro haciendo una declaración clara y concreta donde ellos se pasaban para el lado del kirchnerismo. Y ahí entendí que tal vez mi viejo y yo estábamos mucho más cerca de lo que creíamos, ahí donde se empezaba también a romper la dicotomía peronismo/radicalismo. Creo que estaríamos bastante cerca. Obviamente, él ahora tendría que bancarse mi intensidad. Si lo tuviera conmigo, hubiera mermado y se hubiera tenido que bancar esa intensidad que estuvo guardada casi cuarenta años.

—Finalmente, piensa igual que vos.

—Parecido, no igual. Creo que él seguiría siendo crítico de ciertos aspectos del peronismo, porque él siempre había sido muy crítico a lo largo de los años.

—¿Cómo afectan Google, Facebook y determinadas plataformas el derecho de autor y la posibilidad de trabajo de los actores?

—Mi función en la gestión no tiene que ver con el aspecto sindical. Es una gestión de derechos de propiedad intelectual, Hay una diferencia sensible con eso. Las posiciones dominantes a lo largo y a lo ancho del mundo son trágicas para el desarrollo y para que las desigualdades se achiquen. En cuanto a Google y Facebook, jamás pensé que me iba a impactar negativamente el cierre de la cuenta de Donald Trump, más allá de lo que decía.

—¿Vos estarías con aquella idea de que “no comparto lo que usted dice pero daría mi vida defendiendo el derecho de usted a decirlo”?

—Me parece terrible que un Mark Zuckerberg le pueda llegar a coartar la posibilidad de expresarse, más allá de que estoy en contra de lo que Donald Trump pregona y llevó. El mundo está generando un nuevo faraón que puede decidir quién escribe, quién no escribe, quién se expresa y quién no se expresa. Estoy en contra de todo tipo de monopolio. Las sociedades que se desarrollaron y lograron que las desigualdades fueran menores, que también hicieron que sus índices de inflación fueran menores, son las sociedades que lograron desmonopolizarse, dictaron leyes rígidas, fuertes, que han generado la verdadera competencia. La inflación no se puede manejar desde la Secretaría de Comercio, difícilmente se pueda manejar con un acuerdo de precios y de salarios. La única forma de manejarla es expandiendo la matriz industrial y permitiendo distintos actores que vengan a competir con los que ya existen. Todos sabemos que cuando solo dos o tres empresas compiten, se cartelizan. Levantan el teléfono, se llaman y generan condiciones económicas favorables. La única forma de desarrollar una sociedad, pero sobre todo económicamente, es asegurarse que no existan monopolios.

—En el fondo hay un componente liberal. La Ley Antitrust en Estados Unidos en 1910 planteó que esencialmente nadie podía tener más del 25% de cuota de mercado ganado. Es la que hizo surgir el periodismo. Hasta el siglo XIX los diarios eran como los libros de caros. Solamente podía comprarlos una élite muy muy pequeña. La aparición de la competencia genera la publicidad. El periodismo que hoy conocemos es el resultado de esa competencia.

—Muy interesante.

—Hay algo que sigue la línea de tu viejo y del radicalismo, que es ese progresismo.

—Sería bastante más liberal si tuviéramos una Argentina más igualitaria. Si logramos generar una brecha de desigualdad menor y que la población en su totalidad tenga acceso a la salud, a la educación y, sobre todo, a la educación de calidad. No una educación privada de calidad y una educación pública menor para que los que estudien en la educación pública terminen asistiendo a los privados. Si logramos este cambio del que vos hablás, este camino hacia una Argentina más igualitaria, seguramente tendría una mirada bastante más liberal. Mientras la Argentina sea tan desigual, seguiré siendo peronista y kirchnerista.

 

Producción: Pablo Helman, Debora Waizbrot y Adriana Lobalzo.