El economista Daniel Marx, exdirector del Banco Central de la República Argentina (BCRA), durante la presidencia de Raúl Alfonsín (1987-1988) y jefe negociador de la deuda externa argentina de 1989 a 1993, fue consultada por Jorge Fontevecchia sobre las responsabilidades del endeudamiento actual de la Argentina.
—Fuiste jefe de la negociación de la deuda externa entre 1989 y 1993. ¿Qué diferencia encontrás ahora?
—En esa época había una inflación mucho más alta que la de ahora; también era una economía bastante más chica. En ese momento, Argentina tenía una conciencia mayor que ahora de sus dificultades estructurales de funcionamiento de la economía. Hoy nos sentimos un poco más holgados al respecto. Tenemos una actitud un poco más relajada.
—¿La hiperinflación hizo tomar conciencia de la gravedad de la situación?
—Sí. Y también eran habituales los cortes energéticos, los teléfonos eran muy escasos. Había todo tipo de dificultades en el día a día. En los supermercados solía no haber lista de precios, uno se enteraba cuánto tenía que pagar en el momento de llegar a la caja. Los acreedores estaban concentrados en bancos. Hoy, la concentración es en bonistas, está mucho más dispersa. Tambiénhabía mucha mayor influencia que ahora de la parte oficial internacional: de países, organismos de crédito multilateral. Eso tiene ventajas y desventajas.
—Que las tasas de interés fueran más altas en aquel momento hoy es una ventaja.
—Es una ventaja sustancial. Ahora es mucho más fácil. Es muy bueno tu punto. Recordemos: cuando Argentina en los 80 tenía que enfrentar esos temas de deuda, la tasa de interés normal para Estados Unidos era superior al 7%. Hoy estamos con tasas de largo plazo inferiores a 2%. Y en muchos lados están esas negativas, lo cual es insólito.
—Te volvió a tocar renegociar deuda en épocas de Domingo Cavallo, en 2001 con el megacanje.
—El llamado megacanje fue una decisión política concentrada del ministro. Teníamos bastantes reservas técnicas al respecto. Pero una vez tomada la decisión, resultaba mucho más costoso dejar de implementarla. El riesgo de default era muy grande. Las tasas de interés eran altas también. Una situación muy distinta a las circunstancias actuales donde las tasas son mucho más bajas, lo que permitiría un esquema más ordenado.
—¿Esta sería la renegociación más fácil?
—No digo que la más fácil. Cada una tiene sus características. Esta es por un monto más grande y puede tener sus complejidades obtener las mayorías para un acuerdo. Tenemos también una economía un poco más ordenada. No diría que estamos en una situación satisfactoria ni remotamente, pero hay algunas bases de mayor posibilidad de crecimiento.
Esta es por un monto más grande y puede tener sus complejidades obtener las mayorías para un acuerdo
—Dijiste que IMF (la sigla inglesa de FMI) quiere decir en realidad “it’s mostly fiscal”. El Fondo, al poner acento en lo fiscal, va al corto plazo, mientras que en un verdadero plan de largo plazo lo fiscal es menos importante. ¿Hay un cambio en aquel Fondo de hace veinte años de 2001 y este de hoy?
—Algo de eso sucede. Para empezar, el Fondo hoy pone a disposición magnitudes de dinero muy superiores a las de esa época. Y hay un cambio también en la manera de ver la trayectoria fiscal a lo largo del tiempo. En ese momento era muy de corto plazo. Hoy existe la visión de que es mejor intentar hacer compatible el corto con el mediano y el largo plazo. Nuevamente, un tema que nos lleva a la coordinación y la coherencia que se presente desde el conjunto económico, que esto es fiscal, monetario y de mejoras en el funcionamiento de la economía, cosa de darle posibilidades.
—Así como se aprendió de la megarrecesión de 1929, ¿también se aprendió de las crisis de deuda soberana?
—Uno desearía que las cosas se modifiquen más rápido, pero percibo algo de eso, por ejemplo, en las llamadas cláusulas de acción colectiva. Antes se requería como unanimidad y eso dificultaba mucho y incentivaba el tratar de quedarse afuera y no ser colaborativo en una solución beneficiosa para el conjunto. Otro cambio es la magnitud disponible de financiamiento en determinadas circunstancias.Pero lo fundamental está en salir en el cortoplacismo. Y también en otorgar libertad a los países para llevar adelante políticas.
Cada país tiene que hacerse cada vez más responsable de sus propias acciones
—¿No hay solo una receta?
—No es una receta. Cada país tiene que hacerse cada vez más responsable de sus propias acciones. Lo cual tiene sentido, porque para empezar sus autoridades son quienes responden al electorado y quienes ejecutan sus propias decisiones también.
—¿Y el plan económico que acordó el gobierno de Macri con el Fondo Monetario fue una receta? ¿El Fondo es corresponsable del resultado?
—Es un plan que hizo Argentina discutido con el Fondo. Quizás el Fondo influyó en determinados elementos, quizás lo sometió a cierta coherencia. Una de las cosas que ocurrió en la administración anterior es que muchas veces, las partes no coordinaban entre sí. Eso generó inconsistencia en la macroeconomía. Inconsistencias, por ejemplo, entre las políticas de precios con la política monetaria, la receta de manejo cambiario y el endeudamiento.
—Pero eso es previo al acuerdo con el Fondo.
—Luego intentaron ser más coherentes. A eso se sumó una evaluación de trayectorias futuras incorrecta. Creo que se trató de un plan preparado por la Argentina. El rol del Fondo fue dar coherencia y corregirlo en algunas circunstancias.
* Aquí la nota completa a Daniel Marx con Jorge Fontevecchia.