—Usted escribió que “un gran número de personas niega las pruebas presentadas por la ciencia médica y se niega a seguir los consejos médicos que ayudarían a prevenir la propagación de la enfermedad. Se han producido importantes manifestaciones en varios países –entre ellos el Reino Unido, Estados Unidos y Alemania– que han vinculado la pandemia a teorías conspirativas descabelladas y manifiestamente falsas como QAnon, con su trasfondo de antisemitismo, su desconfianza en la ciencia y su ideología de extrema derecha”. ¿En las redes se vive una pandemia de paranoia?
—Todas las pandemias dieron lugar a teorías conspirativas de uno u otro tipo. Podemos remontarnos a la Edad Media, a la peste negra. En la peste bubónica en Renania, Alemania, hubo disturbios y horribles pogromos contra los judíos. Como minoría religiosa, fueron acusados de envenenar los pozos y muchos de ellos fueron masacrados a lo largo del Rin. En la década del 30 en Gran Bretaña o en 1900 en la Rusia zarista hubo disturbios contra los médicos que fueron acusados de matar a los pobres para aliviar la carga por el cólera que imponían al gobierno y a los contribuyentes. Siempre hubo teorías de conspiración. Ciertamente, en Alemania, el movimiento socialdemócrata, el mayor partido político, tuvo influencia en la educación de la gente para aceptar la ciencia. Así que no hubo disturbios en la epidemia de 1832 en Hamburgo. Hoy hay mucho escepticismo con la ciencia. Hay mayor desconfianza en los expertos. Y se ve en temas como el cambio climático y el covid-19. Coincidió con un período en que el populismo se convirtió en un movimiento importante. Triunfó en Estados Unidos con Donald Trump; en Hungría, con Viktor Orbán y en Brasil con Jair Bolsonaro. Los populistas consideran que los expertos son parte de las elites contra las que combaten. El número de teorías conspirativas se extendió, especialmente ayudado por internet y las redes sociales. Los guardianes tradicionales de la opinión pública se fueron salteando: los editores de periódicos, revistas, la radio, la televisión, los productores. Estas teorías de la conspiración sobre la pandemia son salvajes y desinformadas, como la idea de que Bill Gates quiere aumentar su poder enfermando a la gente, incluyendo los microchips. La teoría conspirativa de QAnon es antisemita. Acusa absurdamente a Hillary Clinton y a una serie de personalidades de la vida cultural estadounidense de ser pedófilos sin ninguna prueba. Vivimos en una época de posverdad y hechos alternativos. Debemos combatir mostrando pruebas, persuadiendo y educando a la gente.
“La izquierda se equivoca al tratar a Donald Trump como fascista, así como la derecha cuando habla de comunismo”
—En las recientes elecciones de Argentina, el candidato de la ultraderecha Javier Milei se presentó con un programa libertario. Tuvo un éxito particular en las villas miseria y en los barrios populares, que en los últimos años votaban mayoritariamente al supuesto populismo de izquierda del oficialismo actual. Para el dirigente Juan Grabois, “Milei no es otra cosa que alguien enojado que insulta. Por eso interpreta el enojo de la gente”. ¿Qué vínculo hay entre irritación y racismo e ideas paranoicas?
—Se observa este fenómeno en Estados Unidos. La clase obrera blanca se alejó de los demócratas y se acercó a Donald Trump. También en Gran Bretaña: la clase obrera del norte en las zonas industriales en decadencia votó por el Brexit. Ahora en gran proporción se volcaron al Partido Conservador. Esto tiene un montón de orígenes, no fáciles de explicar. El nivel educativo incide. En Gran Bretaña, cuanto más viejo eras, más probable era que votaras el Brexit. Y cuanto más viejo eras, también eras menos educado. En mi generación, la de hombres y mujeres de entre 60 y 70 años, menos del 10% fue a la universidad. En la generación de mi hijo, en los que tienen 20, más del 40% llegó a ese nivel educativo. La generación de mi hijo votó mayoritariamente a favor de permanecer en la UE. Mi generación, por desgracia, votó mayoritariamente a favor de la salida. Tuve la suerte de ser un becado. Mis padres no tuvieron que pagar mi educación. Pero cuando estudié los estudiantes venían de escuelas privadas. Hay muchas variables que explican el desplazamiento hacia la derecha del voto de la clase trabajadora. Por ejemplo, la decadencia de las industrias tradicionales del hierro y el acero en el Cinturón del Óxido de la minería del carbón y la desorientación de la clase trabajadora en las zonas industriales en declive. Es muy fácil para los populistas decir que la culpa de su pobreza y su desorientación es de la inmigración.
—Javier Milei dijo que el referente de la oposición argentina, Horacio Rodríguez Larreta, considerado de centro y moderado, era un “comunista”. ¿Se puede insertar en las teorías paranoides ese tipo de expresiones cuando el comunismo prácticamente no existe en el mundo?
—Hay una tendencia del lenguaje político a devaluarse y a expandirse en todo tipo de formas. Así para la izquierda, por ejemplo, Donald Trump es un fascista. Pero es muy diferente a los fascistas de los años 30. No es un militarista, ni desea que todos lleven uniforme. No quiere que el Estado se trague al resto de la sociedad. Y hay una batalla en la derecha, por supuesto, ya que tiende a llamar a todos los que son liberales o de la izquierda “comunistas”, a pesar de que el comunismo, como usted ha dicho con razón, apenas existe. Si existe en China o Cuba, es de forma muy alterada. Creo que lo que la gente que acusa a la izquierda de ser comunista quiere decir es que está a favor de un mayor papel del Estado, y lo vincula entonces con el autoritarismo o la disminución de la libertad personal. Hay elementos del Partido Republicano en los EE.UU. que acusan a cualquiera esté a favor de la vacuna obligatoria, ya sea en su escuela, en su estado, en su trabajo, de ser un comunista. Lo que quieren decir es que están en contra de la libertad.
Lea la entrevista completa de Jorge Fontevecchia a Richard Evans en este link.