En un extenso reportaje para el ciclo Periodismo Puro que conduce Jorge Fontevecchia, el líder del Frente Renovador Sergio Massa habló sobre el episodio de inseguridad que vivió por parte de un integrante de la Prefectura, y opinó sobre la caso de Marcelo D'Alessio, al que considera parte del "subsistema" de inteligencia y espionaje ilegal que funciona en la Argentina.
—Aquel integrante de la Prefectura que entró a tu casa y terminó condenado a 12 años de prisión ¿sigue preso?
—Sí.
—¿Qué te quedó de aquel episodio?
—El dolor de ver a mis hijos dos años durmiendo en mi cama porque tenían miedo. La bronca con algunos sectores de la política que quisieron liberar al prefecto porque lo detuvimos, sectores de la Justicia. La satisfacción de ver que un tribunal independiente del departamento de San Isidro lo condenara sin miedo a las presiones políticas de entonces y la certeza de que en la Argentina hay un submundo casi parecido a una cloaca en el que nadan actores nefastos que terminan siendo funcionales a distintos poderes.
—¿Lo enviaron a buscar a tu casa alguna prueba que pudiera incriminarte?
—Se llevó dientes de leche de los chicos (sonríe). Creo que existía la fantasía de encontrar algo que no iban a encontrar. Si lo veo en retrospectiva, diría que en ese momento desde el poder, en lugar de solidarizarse y respaldar a un dirigente opositor, se intentó enlodar la cancha porque había un proceso electoral en el medio.
—¿Cambió algo en relación con los servicios, las fuerzas de seguridad y ese submundo?
—Voy a contar algo por primera vez. Meses después de ese episodio, cuando ya estaba este gobierno, tuve una reunión en el Ministerio de Seguridad con Patricia Bullrich, Eugenio Burzaco y la cúpula de Prefectura. Tanto Malena como yo queríamos saber cómo funcionaba el sistema con el cual amparaban a esa gente de inteligencia. Cuando llegamos a la reunión, me cuentan que existían unas carpetas en la Dirección de Inteligencia Criminal, la Dinicri, y me muestran una de ellas. Me dicen “esta es la tuya”. Me la mostraron. Pero no me la dieron.
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—La conservaron...
—Nunca me la dieron. Quizás lean esta nota o la vean por televisión y me la mandan. Ya me enfrenté a dos presidentes, estuve enfrentado a un gobernador. Si no tuviera la espalda limpia –para no ir más abajo–, no podría dar las peleas que doy. Estoy tranquilo. No tengo causas pendientes.
—¿Te quedó la sensación de que hubo cambios?
—Hay un subsistema que sigue funcionando, tal como demuestra la denuncia de Alejo Ramos Padilla, un subsistema que heredamos de la dictadura, que quedó con células que funcionan alrededor de las fuerzas de seguridad. En algún momento eran herencia de fuerzas militares. Es lo que se supo con Raúl Guglielminetti, y luego con los policías exonerados de la Bonaerense. Desgraciadamente, funcionan acá como también hay que reconocer que funcionan en gran parte del mundo. La diferencia es que hay lugares donde el Estado usa la inteligencia en la lucha criminal, en la lucha contra el crimen, y acá no. Nos entran los iraníes, nos entran las drogas, nos entran con los aviones, nos entran los terroristas y la Argentina no tiene una fuerza de inteligencia enfocada a cuidar la frontera, a proteger a sus ciudadanos, a perseguir el crimen organizado, la trata de personas o el narcotráfico. Usan la inteligencia para ver qué pavada le dice un periodista u otro.
—¿Qué pensás de la causa de D’Alessio que lleva adelante el juez de Dolores, Alejo Ramos Padilla?
—D’Alessio es parte de esa cloaca inmunda de la Argentina. Por lo que planteó el juez en el Congreso, llegó a su casa a hacer un allanamiento y se encontró en una oficina de una agencia privada de investigaciones. Lo que intenta el juez es impulsar una investigación. Pero no me gusta que lo usen algunos para tratar de deslegitimar otra causa. En Cuadernos, algunos tienen que dar explicaciones. Lo mismo sucede en Dolores. Son causas distintas.
"Argentina no tiene una fuerza de inteligencia enfocada a cuidar la frontera, a proteger a sus ciudadanos. Usan la inteligencia para ver qué pavada le dice un periodista u otro"
—¿Les creés por igual a Ramos Padilla y a Bonadío?
—Yo no les tengo que creer. Ellos tienen que probar que su trabajo vale. También es un tema de políticas de Estado. Argentina tiene que ir hacia un sistema en el que cambie el esquema de estabilidad de los jueces. Cada cinco años, los jueces deben recibir algún tipo de evaluación, a través de un tablero de control que mida el tiempo para expedirse en las causas, cada una de las moras procesales en las que haya caído, sus errores. Tenemos que medir el funcionamiento de los juzgados, y el juez que supere ese examen estará apto para ascender, mientras que el que no lo supere se deberá ir a la casa. Hay que terminar con la vaca sagrada de que los jueces sean intocables. La sociedad no está enojada con los jueces: está indignada con la Justicia. Ve que hay a la vez impunidad en los que afanaron en el Estado y en los que violan en los barrios. Lo ve y lo vive y lo tiene que tolerar, y no aguanta más. Si no cambiamos el sistema, un día se van a levantar y nos van a matar a todos. La gente está harta de vivir con el motochorro, de convivir con el violador en el barrio. Tal vez no lo perciben en su microclima quienes viven con seguridad privada, los que viajan en helicóptero, pero sí el ciudadano de a pie.
—¿Deben prosperar ambas causas?
—Es preciso que las dos se eleven a juicio. Hay que evitar el circo mediático. Los jueces federales no son los que aplican la condena definitiva: instruyen y elevan a juicio, son los tribunales los que aplican la condena. Lo que hay que hacer es que esas causas sean cortas, se instruyan rápido y sean elevadas a juicio para que la sociedad pueda saber quién es inocente y quién es culpable.
Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia a Sergio Massa haciendo click acá.
A.G./F.F.