Los dedos de ellos están entrelazados y sólo liberan las manos para agarrar parte del expediente marcado con resaltador que reposa sobre la mesa. La periodista Estefanía Heit y el pastor Jesús Olivera se defienden en el interior de la cárcel que los une. “No pretendo que la gente nos crea”, asegura ella, que habla por primera vez después del escándalo que provocó el presunto secuestro y abuso que sufrió Sonia Molina en una casa de Coronel Suárez.
Según Estefanía, la víctima es una impostora que “mintió”, y en eso radica su sueño por recuperar la libertad cuando termine el juicio que comenzará en el mes de mayo.
La periodista está alojada en el “sector viejo” de la unidad penitenciaria de Villa Floresta, en Bahía Blanca, y comparte celda con una ex policía. Olivera se encuentra en el complejo nuevo, destinado a los varones. Allí fue trasladado desde el penal de Saavedra por pedido de sus abogados Claudio Lofvall y Leonardo Gómez Talamoni. El régimen les permite encontrarse tres días por semana desde las 8 de la mañana hasta las 16.
Heit recibe a PERFIL en una pequeña oficina que no tiene aspecto de cárcel. Su marido la acompaña. No le saca la mirada y asiente con la cabeza cada una de las afirmaciones de su mujer. “Nosotros no pretendemos que la gente nos crea porque con la gran cantidad de cosas que se dijeron de nosotros es muy difícil revertir esa situación. Lo que sí pretendemos es que las cosas que se hicieron mal se paguen como corresponde. Como la Justicia lo hizo con nosotros, que lo haga con la fiscal (por María Marta Corrado), el intendente (Ricardo Moccero) y Sonia Molina, por las mentiras que dijo”, dice la periodista que, antes de ser detenida, conducía el noticiero central del canal de cable de Coronel Suárez.
Heit está presa al igual que su pareja a partir de la denuncia que realizó Molina, en noviembre de 2012. La mujer detalló que permaneció tres meses secuestrada por el matrimonio y que logró escapar de la “casa del horror” gracias a un descuido de Olivera, su supuesto cuidador, quien la maltrataba, violaba y obligaba a comer comida para perros.
Heit recordó que el vínculo que los unía con Molina era el objetivo que tenían en la ONG Visión XXI y el hecho de “compartir principios evangélicos”. Supuestamente tenían pensado crear una sucursal de la asociación cerca de la casa de Sonia, en Río Colorado. Por eso se reunían en Suárez.
Sin embargo, todo cambió a partir de la huida de Molina, en medio de un perverso cautiverio en la casa de la pareja. “Ella sale a la calle y nadie la cuestiona, y eso es una gran ventaja porque le da la potestad de hacer lo que quiera. La gente, la fiscal y los medios la santificaron tanto que ella se cree indestructible. A nosotros nos pasearon por la ciudad como si hubiesen capturado a los monstruos del mundo”, dice Heit a PERFIL. “Pero nosotros –agrega– no tenemos derecho ni a querernos porque se nos cuestiona que yo lo ame y que él me ame y eso que somos un matrimonio consolidado hace cuatro años pese a todo”.
—¿Por qué razón Molina denunciaría todas esas aberraciones si no existieron?
Olivera: Nosotros no sabemos cuál fue el objetivo, pero tenemos miles de hipótesis. La más fuerte es que después de que la Policía la detiene en la ruta para decirle que tiene una denuncia en su provincia, por estafa, ya que vendió dos veces una propiedad, en su contra, ¡oh, casualidad!, le pasa todo. Ella pidió que nos saquen plata.
—¿Piensan volver a Coronel Suárez si la Justicia resuelve que son inocentes?
Heit: Nosotros vamos a volver para recuperar a nuestros perros, porque eran nuestra familia. Nosotros no teníamos hijos por elección, pero teníamos cinco perros que estaban en perfectas condiciones. Igual, no pensamos qué vamos a hacer en el futuro, sino que tratamos de vivir el día a día y superar esta situación minuto a minuto, la cual nos destruye completamente. Nos han humillado.
En la entrevista, Estefanía se muestra como víctima y asegura creer en la Justicia. “Creemos en la Justicia porque nunca dejamos de creer en Dios. Creemos más en la justicia divina que en la del hombre, pero esperamos que evidencien todas estas cosas en el marco del juicio. Que todos se hagan cargo de las cosas porque nosotros nos tuvimos que hacer cargo de hechos que nunca hicimos. Yo creo que vamos a salir en libertad, estoy esperanzada en eso”, dice ella sin soltar la mano de su marido. Segundos después se despiden. Cada uno regresa a su celda y a su rutina
en la cárcel, donde las horas pasan más lentas.
*Desde Bahía Blanca