POLICIA
lo llaman “el santuario”

Fuerte Apache, la nueva industria de los secuestros exprés

Los golpes son cometidos por jóvenes de entre 19 y 25 años. Les adjudican al menos treinta casos en los últimos cuatro meses. A muchas víctimas las llevan al barrio mientras negocian el pago de un rescate. Galería de fotos

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Fuerte Apache | Marcelo Silvestro / Cedoc

Un retén, una carretera y autos elegidos al azar para secuestrar a sus ocupantes y negociar, según el valor que consideren pertinente, el precio del rescate. “La pesca milagrosa” fue, en los últimos años de la década del 90, una de las fuentes de financiación más utilizada por las FARC en Colombia. Lejos del contexto histórico y social, los secuestradores de Fuerte Apache utilizan una metología similar, probablemente sin conocer los antecedentes del modus operandi que se expandió a varios países de Latinoamérica.

Como si salieran de caza, buscan en los barrios más acaudalados de la zona oeste, sur, norte, Capital Federal, incluso de Campana, a su próxima víctima. El anzuelo: vehículos de mediana y alta gama, acompañados por la oportunidad; a veces, sólo roban el vehículo, otras cometen entraderas, pero el objetivo principal es el secuestro de corta duración: entre una y dos horas es la marca ideal. Piden sumas elevadas, pero las que terminan aceptando son muy inferiores.

En los últimos años, Fuerte Apache se convirtió en “el santuario” para los delincuentes dedicados a esta modalidad. Fuentes judiciales indicaron a PERFIL que el ex hogar de Carlos Tevez es la mayor cantera de secuestradores exprés del país. Hay al menos una veintena, identificados e investigados. Son jóvenes, de entre 19 y 25 años. La mayoría tiene antecedentes por robo o tenencia de armas, delitos con penas bajas. Van armados y son violentos. Si son descubiertos, no tienen reparos para enfrentarse a la policía. “Son desafiantes. Caer presos los eleva. Perdieron todo horizonte”, advirtió un importante investigador durante una recorrida de PERFIL por el corazón del barrio de Ciudadela entre las 20 y la medianoche, la franja preferida para salir de cacería.

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Detectives familiarizados con el devenir del barrio indican que el abandono reinante fue germen del fenómeno. Luminaria deficiente, calles rotas y repletas de autos desarmados, la llegada del paco, la pobreza y la ausencia de oportunidades, junto a estigmas que cargan son el escenario en el que crecieron los secuestradores. Los huecos de las torres dispuestos para ascensores repletos de basura son un símbolo de la degradación que sufrió el barrio desde su concepción.

Desde diciembre de 2016 hasta abril, personas que residen en Fuerte Apache cometieron más de treinta golpes con la modalidad, que tiene subas y bajas en las estadísticas pero no logra ser controlada debido a las características de su estructura, o la carencia de ella.

“No llegan a conformar bandas porque funcionan de forma inorgánica y no tienen logística, simplemente se juntan y salen a robar, como si fuera juntar gente para un partido de fútbol. Generalmente, hay dos o tres que participan en la mayoría de los secuestros y otros cinco que alternan. Si alguno cae preso, lo reemplazan con otro del barrio o algún conocido de otro lugar, principalmente de la Villa Carlos Gardel (en Morón), Merlo y Pilar. Se reciclan y se transmiten conocimientos entre ellos”, apunta otra fuente.

Los investigadores abocados a terminar con la modalidad creyeron que la detención de seis miembros de uno de estos grupos, conocido como M19, iba a disminuir los golpes. Pero continuaron, incluso aumentaron. En lo que va del mes, hubo 14 secuestros, es decir, uno cada dos días. Si la tendencia continúa, duplicará la cantidad del año pasado.

Según datos de la Unidad Fiscal Especializada en Secuestros Extorsivos, a cargo de Santiago Marquevich, en marzo de este año se percibió una baja respecto al anterior (de 36 a 27), pero en enero y febrero aumentaron de 16 a 26 y de 19 a 24, respectivamente.

En seis de las treinta calles de entrada aún hay apostados veinte hombres de Gendarmería. No tienen autorización judicial para ingresar al barrio. Desde esos puestos fijos y blindados, presencian el ingreso de los secuestradores con sus víctimas o sus botines.


Un operativo nocturno en el barrio más temido

Los secuestros exprés preocupan al jefe de la Policía Federal Argentina (PFA), Néstor Roncaglia. Así lo reconoció tras el último golpe de esta semana, en el que una mujer fue raptada en Liniers, delante de su hijo de 9 años, y liberada en Fuerte Apache, luego de que su marido pagó un rescate.

El jueves, la PFA desplegó un operativo en cercanías del barrio. El procedimiento, supervisado por Roncaglia, contó con la participación de entre setenta y cien efectivos. Mientras un helicóptero de la fuerza sobrevolaba la zona, los jefes monitorearon el operativo desde un móvil equipado con última tecnología en materia de seguridad. La policía apunta a la prevención y a la investigación para atrapar a los delincuentes, debido a los riesgos que implica intervenir durante un secuestro extorsivo. En ese sentido, el jefe de la PFA reclamó a la Justicia terminar con “la puerta giratoria” para evitar que las personas que son apresadas sean beneficiadas por los jueces y así vuelvan a delinquir.

Fuerte Apache es uno de los objetivos dentro del plan del nuevo despliegue territorial de la fuerza de seguridad en todo el país. Las intervenciones en los barrios más complejos serán de forma estratégica y sorpresiva.