POLICIA

Las mil maneras de huir de la cárcel: como un topo, en un mueble o disfrazado de mujer

Combinación de ingenio y vista gorda. Cómo son las fugas más increíbles que los últimos meses en el país.

Camino a la libertad. El mueble en el que escapó Aboy.
| La Mañana de Neuquén

En la cárcel de Neuquén un grupo de presos estaba armando un exhibidor de tortas. Clavos, martillos, cola de carpintero y un plan maestro. Luis Aboy, condenado a perpetua por homicidio, fue el ideólogo de una fuga increíble. Es uno de los 55 detenidos que escapó en lo que va del año.

El 18 de septiembre pasado, después del horario de visita, dos guardiacárceles sacaron y subieron a un flete el mueble de madera. Adentro, sentado, con las piernas extendidas y el torso en forma vertical, se escondió Aboy. Sus compañeros del taller habían sellado el mueble y esperaban no tener noticias del fugado. Nadie se dio cuenta. El plan había salido a la perfección. Diez días después fue recapturado, pero ésa es otra historia.

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La fuga más escandalosa del año fue la de los trece presos de máxima peligrosidad que estaban alojados en un mismo pabellón del Complejo Penitenciario I de Ezeiza. Mientras otros reclusos festejaban el Día del Niño, ellos trabajaron duro para romper el concreto. Usando ollas como palas sacaron la tierra y le dieron forma al túnel. Se escabulleron uno por uno, arrastrándose por la tierra. Después, y en medio de la noche, rompieron un alambrado y corrieron a la libertad. Dos meses después, y de una manera similar, una docena de presos escapó del penal de General Roca. El viernes pasado hubo otra fuga masiva. Fue en otra unidad de Río Negro: el penal de Bariloche. Allí cinco reos salieron corriendo por los techos después de realizar dos boquetes.

Entre las anécdotas de fugas más espectaculares se destaca un caso inédito ocurrido hace varios años: la historia de un preso que permaneció 93 días bajo tierra. Su apodo no podía ser otro: lo bautizaron “Topo”. Luis Merlo fue obligado por sus compañeros de pabellón a permanecer bajo tierra cavando un pozo en el penal de Batán. Para justificar su ausencia dejaron una peluca en su celda simulando la fuga, cuando en realidad había sido obligado a construir el túnel. Los guardias finalmente descubrieron la maniobra y rescataron al Topo.

Otro caso llamativo es el que protagonizó Marcelo Segovia. El año pasado escapó del penal de máxima seguridad de Florencio Varela vestido de mujer. En La Plata, dos presos reaccionaron rápido cuando el camión de traslado chocó. En segundos salieron por el techo. A las pocas cuadras se robaron una camioneta con tanta mala fortuna que la terminaron chocando. 

Una de las huidas más burdas es la que protagonizó Walter Castro. Fue en la cárcel de Viedma. El 4 de noviembre pasado escapó en muletas de la sala de enfermería. El año pasado, el Servicio Penitenciario demoró casi veinte días en advertir la fuga de un preso de un penal de máxima seguridad. Falsos penitenciarios se habían presentado en la cárcel de Alvear con un oficio trucho que autorizaba el traslado a otra unidad. Los encargados no advirtieron que se trataba de una trampa, y así Poxi Villaverde recuperaba su libertad. Una y mil formas absurdas de escapar de una cárcel argentina.