POLICIA
un caso estremecedor

Los duros relatos que complican al empresario acusado por abuso sexual

Marcelo Porcel, hijo del fundador de Argencard y ex concesionario del shopping Oh! Buenos Aires, está imputado en una causa penal por presunto abuso sexual y corrupción de menores contra al menos diez adolescentes, compañeros de colegio de sus hijos. La investigación, que se tramita en la Justicia Nacional porteña, se apoya en testimonios coincidentes, pericias psicológicas y material incorporado al expediente.

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Acusación. Porcel está sospechado de abusar de varios alumnos de la escuela Palermo Chico (der.), a la que concurren sus dos hijos mayores. | cedoc

“Vos te tenés que dejar tocar por un millonario para tener plata”. La frase figura en la causa judicial que investiga los presuntos abusos de Marcelo Porcel, un poderoso empresario que está en la mira de la Justicia tras la denuncia que presentaron las familias de los compañeros de la escuela de sus hijos.

La causa, que se tramita en el Juzgado Nacional en lo Correccional Nº 50, a cargo del juez Carlos Bruniard, y la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional Nº 1 de Pablo Turano, reúne declaraciones coincidentes de al menos diez jóvenes. Los hechos denunciados habrían ocurrido entre los 2022 y 2024, cuando las víctimas tenían entre 13 y 14 años.

Los testimonios describen una dinámica que se habría consolidando de manera progresiva y sostenida en el tiempo. Según relataron los jóvenes, el hombre —padre de uno de los estudiantes del colegio Palermo Chico— habría construido un vínculo de cercanía con el grupo de amigos de su hijo, aprovechando la relación previa y el espacio compartido. Varios de ellos, además, integraban divisiones juveniles de un reconocido club de la Capital Federal, un dato que aparece reiterado en las declaraciones.

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En ese contexto, los chicos señalaron que el acusado se fue ganando su confianza con gestos que, en un primer momento, fueron interpretados como actitudes de generosidad. Con el paso del tiempo, sin embargo, esas conductas comenzaron a generar incomodidad y sospechas. Las reuniones del grupo, de acuerdo a los relatos, terminaban casi siempre en su vivienda, donde solían quedarse a dormir.

Siempre según los testimonios, en ese ámbito el hombre les habría facilitado bebidas alcohólicas para que consumieran y los incentivaba a hacerlo mediante desafíos, juegos y distintas consignas. En algunos casos, también los habría involucrado en apuestas online, una práctica que aparece mencionada de manera reiterada en las declaraciones y que forma parte de la presunta metodología bajo investigación.

Los relatos coinciden que durante viajes a Europa o Punta del Este Porcel llevaba cremas y les proponía a los chicos “masajes para las piernas cansadas”, que derivaban en manoseos de las partes íntimas. Al hablar entre ellos, los adolescentes advirtieron que no se trataba de hechos aislados sino de un accionar que se repetía.

La acusación describe algo más que abusos físicos. Sugiere un proceso de captación con ofrecimiento de dinero y alcohol. Y muchos de ellos refirieron una situación traumática: en una ocasión les pidió que se bajaran los pantalones y corrieran desnudos alrededor de una mesa.

Los testimonios indican que los abusos habrían ocurrido en una lujosa torre del barrio porteño Palermo o a una oficina ubicada en Cerrito y Libertador.

Según las víctimas, Porcel los pasaba a buscar uno por uno en una camioneta, les pedía que guardaran silencio sobre el destino y se ocupaba, al final de la noche, de que nadie los viera mareados.

Incluso -relatan- les ofrecía enjuague bucal y dentífrico antes de dejarlos en sus casas para borrar cualquier rastro de alcohol. Uno de los episodios más violentos ocurrió, siempre según la denuncia, cuando un chico vomitó sobre una alfombra de la oficina del empresario. La reacción fue violenta: dos cachetazos en la cara. El relato es textual y está incorporado al expediente como parte de una secuencia que excede el abuso sexual y suma violencia física y humillación.

A partir de los testimonios, la causa comenzó a avanzar derivando en una serie de allanamientos, donde se secuestraron teléfonos celulares. En uno de ellos se hallaron imágenes de un menor completamente desnudo dentro de una ducha, tomadas sin consentimiento. Los padres del chico reconocieron a su hijo al ver las capturas.

Otro denunciante declaró que, mientras se bañaba en la casa del acusado, advirtió un celular colocado de manera tal que parecía estar filmando. Al salir, cuestionó la situación y Porcel, siempre según su testimonio, tomó el teléfono, pidió disculpas y le mostró cómo borraba el contenido.

Pese a la cantidad de material reunido en la causa, el empresario aún no fue citado a indagatoria. El fiscal Pablo Turano, a cargo de la Fiscalía Nacional en lo Criminal y Correccional N.º 1, avaló la acusación y solicitó que se lo indague. Sin embargo, el juez Carlos Bruniard, del Juzgado Nacional en lo Correccional Nº 50, optó por esperar a que se complete el plexo probatorio y que todos los jóvenes pasen por Cámara Gesell para evitar revictimizaciones.

En ese marco, la defensa solicitó autorización para que el empresario viajara a Punta del Este por un casamiento familiar. El fiscal no se opuso y el juez concedió el permiso al considerar que no existía riesgo de fuga. Porcel viajó el 17 de diciembre y permanece en Uruguay, aunque en el entorno judicial descuentan que podría abandonar el país en las próximas horas.

Un hombre de bajo perfil

R.P.

Marcelo Porcel no tenía un alto perfil. Hijo del fundador de Argencard, una de las tarjetas de crédito que marcó una época antes de desaparecer del mercado, creció en un entorno atravesado por los negocios, el dinero y los vínculos de poder. Ese origen le permitió moverse con naturalidad en circuitos empresariales y sociales de alto nivel, donde el apellido funcionaba como carta de presentación y blindaje.

Durante años, Porcel se consolidó como un empresario habituado a los espacios exclusivos. Fue concesionario del shopping Oh! Buenos Aires, un emprendimiento comercial que apuntó a un público de alto poder adquisitivo.

Casado y padre de cuatro hijos, su vida privada se desarrolló —al menos hacia afuera— bajo los parámetros de una familia tradicional. Los hijos mayores asistían a un colegio privado del barrio de Palermo, donde el empresario era conocido por su cercanía con otros padres y por participar de reuniones, encuentros y viajes compartidos. Ese entramado de confianza fue, según surge del expediente, uno de los factores que permitió que su figura se integrara sin cuestionamientos en el círculo íntimo de varias familias.

En el plano patrimonial, Porcel contó con propiedades y espacios que no estaban destinados a un uso cotidiano: un departamento vacío heredado tras la muerte de su madre, oficinas amplias en una zona neurálgica de la Ciudad y vehículos de alta gama. Lugares que, en el relato judicial, aparecen desligados de su actividad comercial formal pero íntimamente asociados a su modo de vida.

Hasta el avance de la causa, el empresario mantuvo una imagen pública cuidada y sin antecedentes judiciales conocidos. Incluso a partir de las denuncias recibidas, sostuvo que siempre se presentó a derecho y que no tuvo restricciones para viajar al exterior. Hoy, mientras permanece fuera del país con autorización judicial, su apellido quedó asociado a una causa que reconfiguró por completo su perfil público.