Si de casos policiales que estén en el inconsciente colectivo se habla, los apellidos Puccio; Barreda; Robledo Puch y Murano serían de los primeros que asoman como respuesta. Sin embargo, a lo largo de la historia criminal argentina, otros casos han colmado las páginas de los diarios de diferentes épocas por la crueldad en algunos casos- y el cinismo en otros- con el que los asesinos actuaron por sobre sus víctimas. Aquí, un repaso de los diez más resonantes.
El 'Petiso Orejudo'. Si nos ubicamos cronológicamente, Cayetano Santos Godino, más conocido por su apodo, es el primer asesino serial de la Argentina. Y es que con apenas dieciséis años fue detenido y confesó el asesinato de cuatro niños. Con una infancia marcada por los maltratos de su padre, solía pasar más tiempo en las calles que en cualquier otro sitio. "Se lo considera un asesino serial aunque en realidad tiene pocas víctimas, no porque no las quisiera tener sino porque en muchos casos no le salían o no podía concretar los asesinatos. El hecho de que fuera menor de edad tiene que ver con la leyenda que surge de este personaje", sostiene Leonel Contreras, autor del libro La Leyenda Del Petiso Orejudo: Cayetano Santos Godino.
"Entre noviembre y diciembre de 1912 intenta cuatro asesinatos con nenes pero sólo logra cometer el de Gesualdo Giordano, de 3 años, a quien con la promesa de comprarle caramelos, lo engaña y lo lleva a un galpón. En ese lugar lo golpea salvajemente hasta dejarlo inconsciente y luego le introduce un clavo en el cráneo. Todo lo que él hizo el día de ese crimen quedó en la memoria colectiva como que ese era su modus operandi y se construye la figura del asesino serial", añade Contreras. El Petiso Orejudo murió el 15 de noviembre de 1944, a los 44 años.
Mateo Banks, el 'Maté 8'. Chacarero argentino de origen irlandés, cobró notoriedad en 1922 por haber cometido un múltiple asesinato. El día elegido para ello fue el 18 de abril cuando disparó su rifle Winchester sobre la espalda de su hermano Dionisio a quien remató con un segundo tiro. El hombre estaba acompañado por su hija Sarita, que también fue víctima de dos disparos de su tío. Luego terminó con la vida de dos peones, Juan Gaitán y Claudio Loiza. En su raid siguieron las muertes de su hermana María Ana; su hermano Miguel; la esposa de éste, Juana Dillon y una delas hijas del matrimonio: Cecilia (otra llamada Ana, de por entonces 5 años, fue la única sobreviviente de la masacre).
Tras el hecho, el múltiple homicida acudió al pueblo para denunciar que los peones eran los responsables de las muertes. Sin embargo, quedó señalado como el principal sospechoso, aunque repetía una y otra vez en su versión que era inocente. Las inconsistencias y contradicciones de sus declaraciones comenzaron a cerrar un cerco sobre él mismo. Ahora bien, ¿qué lo motivó a hacerlo? Banks estaba completamente arruinado, mientras que sus hermanos tenían una importante fortuna. Terminó por confesar los crímenes; fue condenado a prisión perpetua y enviado a la cárcel. Recuperó la libertad en 1949 e intentó regresar a Azul, pero sólo encontró rechazo por parte de los pobladores y decidió trasladarse a Buenos Aires, donde vivió con un documento falso. Murió de un golpe en la cabeza al resbalarse de la bañera. Tenía 77 años.
Florencio Fernández, “El vampiro de la ventana". Nacido en la extrema pobreza en Tucumán, el hombre padecía alucinaciones y esquizofrenia. Abandonado por su familia, se fue a vivir a una cueva. Con 18 años, en 1953, comenzó a matar y sus quince víctimas fueron mujeres. Su modo de asesinarlas era siempre el mismo: ingresaba por la ventana de sus casas, las golpeaba y las mordía en el cuello a tal punto de arrancarles un pedazo de carne. Al intentar cometer el asesinato número dieciséis, fue detenido por las autoridades que ya lo tenía en la mira como sospechoso, dado que todas las muertes tuvieron lugar en cercanías a donde residía. Confesó los crímenes y tras una serie de pruebas, fue declarado inimputable. Murió algunos años después en una institución psiquiátrica donde fue albergado.
Raúl Aníbal González Higonet, o bien 'El loco del martillo'. Atacó a nueve mujeres y asesinó a tres de ellas. Sus víctimas tenían algo en común: vivían solas. Él atacaba de noche y con el mismo modus operandi: las golpeaba con un martillo. Las que no lograron sobrevivir fueron: Rosa de Grosso, en Lomas del Mirador; Virginia González y Nelly Fernández, en San Justo.
Una vez detenido, el acusado fue enviado al penal de Sierra China donde pasó 36 años. Luego fue llevado al penal de Olmos. El 23 de marzo de 2006, tras pasar 43 años tras las rejas, abandonó el penal de Gorina de La Plata y recuperó su libertad. Murió a los pocos meses de haber salido.
Carlos Eduardo Robledo Puch, 'El Ángel de la Muerte'. Con su vida llevada al cine recientemente, la historia de este asesino serial volvió a resurgir. Y es que además, detenido hace 46 años, se convirtió en el recluso que más tiempo pasó tras las rejas en el país. En 1972 y con apenas 20 años fue condenado a cadena perpetua al ser encontrado culpable de haber cometido 11 homicidios, 17 robos, 1 violación y 2 secuestros.
Seis de los diez crímenes que cometió los hizo con un cómplice: Jorge Ibáñez. Sus víctimas fueron: el sereno de un boliche de Olivos, Manuel Godoy; el encargado de local, Pedro Mastronardi; José Bianchi, sereno de una casa de repuestos de Vicente López (que fue ejecutado a tiros mientras que su esposa fue herida a balazos y violada); Juan Scattone, cuidador de un supermercado; Virginia Rodríguez, raptada, violada y ejecutada a tiros a la vera de la Panamericana y Ana María Dinardo, que corrió la misma suerte.
En agosto del 71, Ibáñez murió en un presunto accidente automovilístico que también involucró a Robledo Puch. Junto a un nuevo cómplice, Héctor Somoza, el Ángel de la Muerte asesinó a Raúl Del Bene, guardia de un supermercado de Boulogne; a Juan Rozas, vigilador de una concesionaria de autos; Bienvenido Ferrini, sereno de agencia de autos y Manuel Acevedo en una ferretería. Tras una pelea, Puch mató con un soplete a Somoza. Ese mismo día la Policía lo detuvo y desde allí permanece preso. Fue juzgado y condenado en 1980 a reclusión perpetua por tiempo indeterminado, la pena máxima en Argentina. Y si bien intentó en reiteradas oportunidades conseguir su libertad, no lo logró.
Francisco Antonio Laureana, 'El caníbal de San Isidro'. Entre 1974 y 1975 violó y tuvo 13 víctimas fatales, entre mujeres y niñas. De profesión artesano, casado y con tres hijos, solía aconsejarle a su esposa: "No saqués a los pibes a la calle porque andan muchos degenerados dando vueltas”. Atacaba a aquellas que tomaban sol en los chalets o que se encontraban en cercanías a algún baldío. Las violaba, estrangulaba y les arrancaba partes del cuerpo a mordiscones. Todas compartían ciertos rasgos: eran jóvenes, bonitas y rubias.
"Mataba por placer, como el ‘Petiso Orejudo’ o Robledo Puch. Eso es típico de un asesino en serie que considera que los humanos son un objeto de su propiedad, sus piezas privadas. Sentía excitación cuando mataba sin piedad. Con su fuerza bestial deshacía los cuellos. Es del tipo de asesinos predadores”, manifestó a durante un reportaje con PERFIL en 2007, el forense Osvaldo Raffo, quien investigó el caso, el cual ocupó gran espacio en las páginas policiales de esa época, aunque en noviembre de 1972 perdió peso mediático por el regreso de Juan Domingo Perón al país, tras su exilio. Laureana murió en un enfrentamiento policial en 1975.
María de las Mercedes Bernardina Bolla Aponte de Murano, conocida como 'Yiya' Murano, o bien, 'La envenenadora de Monserrat'. Ocurre que este apodo se lo ganó al ser condenada por asesinar a dos amigas y a una prima segunda, a quienes mató para no devolverles una importante cantidad de dinero que las víctimas le habían entregado, ya que ella les prometió que multiplicaría esa plata. Sencillamente, para librarse de esa deuda las asesinó. ¿Cómo? se dice que con veneno que ella colocaba en las masas finas con las que agasajaba a sus invitadas. Algo que la acusada siempre negó.
En una entrevista con PERFIL, en abril de 2008 Yiya negaba los crímenes que se le adjudicaban al indicar: "Yo no maté. Lo juro por mi único hijo. Mi familia siempre estuvo a mi lado; si ellos hubiesen creído todo lo que se dijo, me habrían abandonado. ¿Si tengo muertes en mi haber? Sí, dos. Ellos no aguantaron mi detención y murieron cuando estaba presa: son mi madre y mi primer marido". Martín Murano, su hijo, confirmó que su madre falleció sola en un geriátrico del barrio Belgrano en 2014. Su muerte pasó desapercibida.
Arquímedes Puccio, el líder del Clan. Fue el cabecilla de una banda, la cual conformaban también sus hijos: Alejandro y Daniel; el militar retirado Rodolfo Franco; Guillermo Fernández Laborde y Roberto Oscar Díaz. Se los acusó de secuestrar y asesinar a dos rugbiers (Ricardo Manoukian y Eduardo Aulet) a pesar de que habían pagado su rescate, de matar al empresario Emilio Naum al tratar de capturarlo y de mantener cautiva a Nélida Bollini de Prado durante 31 días en la caso de los Puccio, en San Isidro.
Arquímedes fue condenado a reclusión perpetua, y a partir de 2002, dada su avanzada edad, fue beneficiado con prisión domiciliaria. Sin embargo en 2004 lo enviaron a una cárcel de La Pampa luego de que se comprobó que salía de su casa. Durante su detención, se recibió de abogado. Para 2008 recibió la libertad condicional y fijó domicilio en una vivienda del barrio El Molino de General Pico, donde falleció el 3 de mayo de 2013 a causa de un ACV. Tenía 83 años.
Barreda, el cuádruple femicida. Ricardo Barreda asesinó el 15 de noviembre de 1992 a su esposa; sus dos hijas y su suegra, en la casona en la que toda la familia vivía en la ciudad de La Plata. El cuádruple homicidio ocupó las principales portadas de los diarios de la época e hizo de que el apellido de este hombre, que en la actualidad tiene 82 años, resuene entre los casos policiales más emblemáticos de la historia argentina.
"Aquel domingo bajé lo más tranquilo. Ellas acababan de almorzar. Pasé por la cocina y le dije a mi esposa: voy a pasar la caña en la entrada, el plumero en el techo, porque está lleno de insectos atrapados que causan una muy mala impresión (...) Me dice 'mejor que vayas a hacer eso. Andá a limpiar que los trabajos de 'conchita' son los que mejor te quedan, es para lo que más servís'. No era la primera vez que me lo decía y me molestó sobremanera (...) Al contestarme ella así, sentí como una especie de rebeldía y entonces le digo: el 'conchita' no va a limpiar nada la entrada", fue parte de su declaración en el juicio.
Enjuiciado en 1995, sentenciado a prisión perpetua, y con la obtención de la prisión domiciliaria en 2008, volvió a prisión en 2011 por salir de la vivienda en la que se encontraba sin autorización judicial. Sin embargo, un mes después la la Sala I de la Cámara Penal de La Plata le otorgó la libertad condicional por considerar que el cómputo de tiempo transcurrido en prisión “excedía” el de la condena impuesta. En la actualidad, vive recluido.
Juniors, el mal alumno. El 28 de septiembre de 2004, un particular hecho en una escuela de Carmen de Patagones inundó los noticieros. Allí, un chico ingresó al lugar con un arma y asesinó a tres compañeros. Además, hirió a otros cinco. ¿El motivo? las constantes burlas que padecía. Lo declaracon inimputable porque tenía en ese momento 15 años. Pasó por varios institutos de menores y clínicas psiquiátricas. En 2007 comenzó con las primeras salidas transitorias. En la actualidad vive con su familia en Ensenada.
Sus víctimas. Evangelina Miranda recibió un disparo en el corazón; Federico Ponce un tiro en la pierna y dos en el tórax, y Sandra Núñez uno en el pecho.
Los crímenes que cometieron estas diez personas los llevaron tristemente a tener un reconocimiento y convertirse en los asesinos seriales más 'famosos' de la Argentina, aunque también, en los más despiadados.