La pandemia afectó seriamente a los choferes que utilizan la plataforma de viajes Uber, porque ellos directamente no pueden salir a la calle. Antes de la decisión que tomó el Gobierno de decretar el aislamiento social obligatorio, las quejas entre los conductores estaban casi todas dirigidas hacia un mismo tema: la seguridad. Es que en los últimos meses varias bandas comenzaron a aprovecharse del marco de ilegalidad de la actividad que existe para asaltarlos, básicamente porque son contados los que deciden iniciar una acción judicial.
Frente a un hecho de inseguridad, los Uber se encuentran ante un dilema: radicar la denuncia con la esperanza de recuperar lo robado y que el autor pague por el delito que cometió (y deje de hacerlo), o agachar la cabeza y seguir trabajando para evitar que el inicio de una causa penal lleve irremediablemente al retiro de la licencia de siete a treinta días y al pago de una multa de entre 214 mil pesos (Capital Federal) o 630 mil (provincia de Buenos Aires).
Uber sostiene que "la actividad es legal en base al artículo 1280 del Código Civil y Comercial argentino", porque ellos dicen ser una empresa de tecnología y no de taxi o remís. Sin embargo, para las autoridades se trata de un "servicio público de transporte ilegal" y que deben regirse por el Código de Tránsito y Transporte.
"No hay ninguna sentencia firme de ningún fuero de la Justicia que diga que es una actividad ilícita. Por el contrario, la Corte Suprema de Justicia de la Nación estableció que la actividad de Uber es “claramente lícita”, responden desde la empresa sobre este punto, y destacan que "en tres sentencias firmes la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires ratificó la legalidad".
Si bien no hay datos oficiales de los robos que sufren los choferes, sí existen voces que dan cuenta del sostenido aumento de los casos. Los únicos episodios que trascienden son los que resultan imposibles de tapar, como por ejemplo el asesinato de Julio Ariel Claus (59), ocurrido el año pasado en el partido de San Martín (ver aparte).
Oficio de riesgo. Oscar comenzó a trabajar para Uber en junio del año pasado. Maneja un Citroën C4 Lounge. En diciembre de 2019 lo golpearon y hasta le gatillaron en la cabeza (milagrosamente, la bala no salió). Lo asaltaron en el Conurbano (no quiere decir el lugar) y se llevaron su auto. Por suerte logró recuperarlo, aunque él reniega porque se lo “chocaron y ahora hace ruidos” que solo él escucha.
Oscar cuenta a PERFIL que lo recuperó porque llamó al 911, aunque aclara que decidió no radicar la denuncia “para no perder la licencia”. “Es una realidad que nadie dice, pero la verdad es que sufrimos robos constantemente. Nadie quiere perder el laburo, y entonces te tenés que resignar a perder la ganancia porque al mismo tiempo la empresa te exige el pago de la comisión”, asegura.
El conductor revela que armaron “un grupo de WhatsApp” que sirve para “asistir a un compañero que sufre un robo” pero también para informar sobre “zonas peligrosas y modalidades”.
Desde Uber aseguran que no pueden revelar números “por políticas de privacidad”, y aclaran que la empresa “solo los comparte con las autoridades que lo soliciten”.
“Para nosotros la seguridad es una prioridad”, indica un vocero consultado. “La aplicación habilitó un Centro de Seguridad, al cual se puede acceder ingresando al botón con forma de escudo que aparece en el mapa de cada viaje. Este centro agrupa la información y las opciones más importantes en materia de seguridad, como las guías comunitarias, coberturas de seguros y consejos para quienes realizan viajes con la plataforma”, explica a este diario.
Fuentes policiales consultadas por PERFIL indicaron que existen al menos dos modus operandi en los casos de roba-Uber: están los que se llevan el auto y utilizan la plataforma para asaltar al pasajero (y en algunos casos vaciarle la casa), y otros que se valen de cuentas truchas o celulares robados para quedarse con el dinero del chofer y no ser identificados.
En la investigación del crimen de Zoe Nerea Cortez, la joven de 18 años que el mes pasado fue asesinada en Monte Grande cuando salió a entrenar junto a unos amigos, se descubrió que el auto que había sido utilizado en el ataque había sido robado a un chofer de Uber.
Siguiendo esa pista dieron con los supuestos autores del homicidio, y al mismo tiempo advirtieron que formaban parte de una banda que tenía como costumbre pedir el Uber desde el teléfono de un inocente que desconocía el objetivo que tenían entre manos. En este caso, fue una chica de 18 años que no solo reconoció que les prestó el celular, sino que además colaboró para que pudieran identificarlos.
El caso más grave
Una característica que tiene Uber en el resto del mundo, y que reduce considerablemente las chances de que el trabajador sufra un robo, es que los conductores solo aceptan tarjetas de débito o crédito. En nuestro país está permitido el cobro en efectivo, y esto desgraciadamente se traduce en un riesgo extra que el chofer debe asumir cada vez que inicia un viaje.
En noviembre del año pasado ocurrió el caso más grave: Julio Ariel Claus, un chofer de 59 años, fue asesinado a tiros en medio de un robo por tres falsos pasajeros.
El caso ocurrió en la localidad de José León Suárez, partido de San Martín. Dos hombres y una mujer subieron a su Chevrolet Meriva, pero antes de llegar a destino lo amenazaron para quedarse con el auto. Claus fue arrojado del coche en la calle Bolívar entre Ada Elflein y Gorriti. Llegó con vida al hospital Eva Perón, pero a las pocas horas falleció a causa de las graves lesiones sufridas.
Un año antes, un agente de la Policía Federal que manejaba un Uber mató a un ladrón que había intentado robarle en Lomas del Mirador.