El primer día de agosto del 2022 arrancó con una señal de alarma en la central nuclear Atucha II. El reactor, el más grande del país, venía de una parada programada y llevaba poco tiempo en marcha cuando el sistema de alerta temprana detectó que el caudal de refrigerante del canal de combustible era menor al esperado. Ante la irregularidad, era necesario tomar una decisión rápida: pasar de la potencia plena a operar al 60%. Y claro, averiguar cuál era el desperfecto.
Atucha II lleva el nombre de Néstor Kirchner y está ubicada en la localidad de Lima, en el partido de Zárate, a unos 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y al borde del río Paraná de las Palmas. Cuando se detectó la falla, los expertos de Nucleoeléctrica Argentina, la empresa estatal que la controla, concentraron sus esfuerzos en determinar de qué se trataba. No les llevó mucho.
Detectaron que debajo del tanque del reactor, en el núcleo, se había soltado un bloque metálico cilindrado de alrededor de 15 kilos llamado “separador”. Al hacerlo, el movimiento, sumado a la presión de los combustibles, hizo que se bloqueara parcialmente una de las boquillas por las que sube uno de los líquidos componentes del reactor. Si bien para los expertos se trató de “un desperfecto menor”, de entrada supieron que arreglarlo iba a ser difícil. Al bloque había que retirarlo si o si porque dejarlo implicaba un riesgo importante.
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La gran duda: cómo hacer para sacarlo de un lugar en el que es imposible la presencia humana, a 14 metros de profundidad y tratándose de un elemento más grande que el canal por donde se lo podría sacar. Las posibles soluciones empezaron a surgir casi como una lluvia de ideas.
Desmontar el reactor, retirar el separador y volver a montarlo: entre 5 y 6 años con la central paralizada sin producir energía y generando la necesidad de importarla, inviable. Descartado.
¿Cortar el separador en pedazos y retirarlo? Mucho mejor.
Cuatro meses de desarrollo
Así fue como se trabajó cuatro meses en el desarrollo de una herramienta de corte bajo agua, con un método conocido como electroerosión. Pero también tenían que desarrollar otras herramientas para manipular el trozo metálico que generaba el problema.
Por eso, se pusieron a trabajar en una ventosa para poder agarrarlo, una mesa para fijarlo y, una vez cortado, una pinza para colocar las barras metálicas en una canasta y retirarlos. Todos instrumentos operados robóticamente desde arriba del núcleo, con las imágenes de las cámaras sumergidas como referencia para ejecutar los milimétricos movimientos.
Las herramientas, que fueron adaptadas a las dificultades del reactor, se prueban desde hace semanas en Atucha II, donde no solo tienen en cuenta su funcionamiento, sino que ponen especial énfasis a la transmisión de conocimientos y capacitación constante de los operarios de la central. Hay casos de trabajadores que participaron de la reparación de Atucha I en 1988 y hoy le transfirieron los conocimientos a sus hijos que desde junio comenzarán a reparar Atucha II.
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“Hay todo un grupo creado que puede desarrollar herramientas en esta empresa que no solo opera, sino que además es la responsable del diseño. Y por ello conocemos qué es lo que hay que hacer, cómo hacerlo. Eso es importante con todos los cuadros nuevos que tenemos, tanto técnicos como profesionales, que creo que hay que mantenerlos. Mi esperanza es que no se dé un paso atrás en todo eso”, expresó a PERFIL Jorge Sidelnik, vicepresidente de Nucleoeléctrica Argentina.
Ultiman detalles para Atucha II
La fase de prácticas está en marcha. Para probar las herramientas y el dominio de los operarios entró en funciones un tanque conocido como “Mock Up”. Funciona como maqueta y simula ser el núcleo del reactor sobre el que tienen que trabajar, a una escala 1:1. Es el mismo que usaron cuando salió de servicio Atucha I en 1988.
“No hay imposibles cuando se trabaja con pasión, dedicación y en equipo”, es la leyenda estampada en una placa pegada a ese tanque de ensayos, en medio de un imponente edificio repleto de máquinas y cañerías. Por más difícil que sea, todos y cada uno de los trabajadores y trabajadoras de la central que intervienen en la reparación llegan cada día entusiasmados por concretar esa solución, por volver a poner en marcha el reactor y que la turbina vuelva a funcionar, en una muestra más de soberanía energética.
En la actual crisis por escasez de dólares que atraviesa el país, ese fin se torna aún más imperioso. “Si no está Atucha II, la energía se tiene que compensar con combustibles, con gas, con líquido, que significa para el país importaciones dolarizadas mientras que la idea de Atucha es generar nosotros y suplantar esas fuentes para tener un menor costo para el país”, añadió Sidelnik.
Así las cosas, la firma estatal se prepara para intervenir en el reactor y ejecutar las maniobras para retirar el bloque en cuestión. Desde la empresa afirman que esas tareas comenzarán en junio y que para julio estará en marcha el proceso de arranque de la planta para volver a producir. Eso será luego de que la Autoridad Regulatoria Nuclear termine la revisión y aprobación de todos los diseños y maniobras propuestas por la empresa para la reparación.
Los próximos proyectos en Atucha
Mientras tanto, en el complejo se preparan para encarar el proceso de extensión de la vida útil de Atucha I, la central inaugurada en 1968 y que en la actualidad produce 362 MW. Para ello será necesaria una parada de reacondicionamiento de 30 meses, entre 2024 y 2026, con una inversión que se estima en 450 millones de dólares.
El otro punto que mantiene expectantes a las autoridades del complejo nuclear es la construcción de la cuarta central nuclear de Argentina: Atucha III.
La nueva central estará ubicada en el mismo predio de Zárate y se proyecta que generará una potencia bruta de 1.200 MW. Su construcción se anunció a comienzos de 2022, cuando las autoridades argentinas informaron una inversión china de 8.300 millones de dólares.
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"Nuestra expectativa es que lo puedan financiar al 100%, ese crédito lo tiene que tomar el Estado Nacional porque no es un acuerdo entre Nucleoeléctrica y su contraparte China, sino que está enmarcado entre un acuerdo país-país. Entonces, el que tiene que tomar el crédito, pagado después con la energía que producimos, es el Estado Nacional y el proceso tiene sus dificultades", dijo Sidelnik consultado respecto de la parálisis de la construcción.
La intimidatoria presencia estadounidense
La construcción con financiamiento de China claro que no pasa desapercibida en términos geopolíticos. A Estados Unidos no le cayó nada bien que Argentina haya acordado la inversión y desde su anuncio se sucedieron una serie de visitas casi sorpresivas de funcionarios norteamericanos a la central ubicada en la provincia de Buenos Aires, con el objetivo de desacreditar la construcción.
La última visita fue a principios de abril, cuando un representante nuclear de Washington fue hasta el lugar junto a agentes del FBI.
Fuentes de la firma contaron que en una de esas visitas se trajo como novedad un supuesto informe reservado que avalaba, por medio de recortes de artículos periodísticos, la teoría yankee de que la central nuclear proyectada y financiada por China presentaría serias deficiencias. “Todas mentiras, rebatimos cada uno de los planteos que nos hicieron”, dijo una fuente de la firma a este medio.
"La presencia estadounidense no fue más que un acto de presión, intimidatorio", opinó.
“Que yo sepa, Argentina es un país soberano”, le habría respondido uno de los integrantes de Nucleoeléctrica a la comitiva estadounidense.
AS / ED