POLITICA
la politica exterior del presidente electo

El sensible equilibrio entre lo ideológico y Estados Unidos

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Como presidente electo, Luiz Inácio Lula da Silva dejó en 2003 un ejemplo que por estos días Alberto Fernández parece seguir. Visitó el Foro Social en Porto Alegre y, al otro, día viajó al Foro Económico Mundial en Davos. Su amigo argentino multiplica los gestos de afinidad con el progresismo latinoamericano a la par que abre canales de diálogo con la administración de Donald Trump. Sabe que la relación con Estados Unidos será un factor fundamental en la gestión de la deuda con bonistas y el FMI. Lula y Alberto lo saben, el progresismo realmente existente requiere dominar el arte del equilibrio.

El Departamento de Estado de Estados Unidos también lo sabe. Antes de las elecciones varios funcionarios vieron signos preocupantes para Cambiemos –por ejemplo, un estudio les mostró que la conversación en las redes sociales era predominantemente negativa en relación con el Gobierno–, y con el imperativo de la relación de Estado se comenzaron a tejer redes con la oposición. Primero hubo whatsapps del embajador Edward Prado y, una vez que se confirmó la victoria del Frente de Todos, comenzaron las reuniones y los llamados, como el que realizó Donald Trump para felicitar al presidente electo.

La última reunión de alto perfil fue la que tuvo esta semana Alberto con Mauricio Claver-Carone, director de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional de la administración Trump. El futuro mandatario dijo tras la difusión del encuentro que “la realidad es que” deben “trabajar juntos, Estados Unidos y Argentina, más allá de alguna diferencia que podamos tener”.

Otro signo más del enfoque pragmático que marcará la gestión son las reuniones de Guillermo Nielsen –quien suena como ministro de Economía– en el país del Norte con financistas y funcionarios del Fondo. Para equilibrar, Alberto se muestra con el Grupo de Puebla y celebra la liberación de Lula. En Estados Unidos también están dispuestos a buscar equilibrios, pero marcaron tres líneas rojas: romper con el Fondo, salir del Grupo de Lima y abrir las puertas a inversiones chinas en sectores sensibles.