Aunque hay consenso dentro de la coalición gobernante de no convertir el dato de inflación del viernes próximo en una bala de plata; la preocupación por la suba de los precios y el desplome del poder adquisitivo es el talón de Aquiles de este gobierno y del equipo económico.
Pero fundamentalmente es el principal padecimiento cotidiano del ciudadano común que solo puede especular con cuántos pesos le quedan en el bolsillo para llegar a fin de mes.
En este sentido el papelón de la marcha y contramarcha en torno a la difusión del dato clave del IPC de abril que, finalmente se conocerá el viernes 12 de mayo, es una muestra menor de la desorientación gubernamental en torno a la crisis inflacionaria.
El Indec anunció que para no interferir en los resultados electorales de parte de las ocho elecciones que hay en mayo correría del 12 al 15 de mayo la difusión del IPC de abril. Es un indicador clave porque seguramente volvería a tener un piso del 7%, así lo estiman la mayoría de las consultoras, pero también el resultado del REM que se conoció ayer y arrojó un resultado de 7,4% para abril.
Retrotrajeron la decisión al dimensionar lo que no supieron advertir a tiempo
La marcha y contramarcha del titular del Indec, Marco Lavagna, generó temblor dentro del gabinete económico. “Marco reacomodó rápido”, sintetizaron en su entorno más cercano aunque claro que fue luego de un llamado del ministro de Economía, Sergio Massa. En esa comunicación quedó claro que no hubo intención de generar ruido ni tampoco de desprestigiar el trabajo estadístico de esta gestión.
Pero hubo pase de facturas. Fuertes pases de facturas. “Es el costo de la soberbia” dijeron también cerca del entorno del titular del Indec, un organismo en el que aún persisten en los pasillos y en las planillas las tensiones políticas de otros tiempos no tan lejanos de intervención política.
Por eso pareció torpe si el Instituto se banca el costo político de difundir indicadores inflacionarios que son superiores a los que el propio gobierno anhela que despierte innecesarias sospechas metodológicas por un cambio de calendario de último momento sin sentido.
Lo cierto es que los datos de inflación ya se corrieron. Antes de la pandemia se difundían antes del 10 de cada mes y luego, con las excusa de las dificultades de la presencialidad se fue corriendo y acercando al 15 de cada mes.
Con o sin corrimiento en el cronograma de comunicación, la inflación golpea fuerte a los sectores más vulnerables. Las subas en alimentos y bebidas siguen estando por encima de la media cada mes y en abril podría rozar los dos dígitos en el AMBA. Las maniobras familiares para lograr comer cuatro veces al día para no ser pobre son verdaderos malabares cotidianos y las costumbres de otras crisis económicas se reactivan con el fraccionamiento que ahora no es únicamente para adquirir productos de limpieza sino alimentos básicos. Esos mismos sectores vulnerables, por ejemplo, a los que no les llegará las ventajas de la suba en el mínimo no imponible en Ganancias porque no acceden a un empleo formal.