De haberse abierto apuestas, de seguro un cruce entre los presidentes Jair Bolsonaro y Alberto Fernández hubiera sido la que menos pagaba de las posibilidades. Y sin embargo, no fue el duelo que se robó la atención en esta cumbre del Mercosur por los 30 años del bloque. En formato virtual, el mandatario argentino terminó cruzándose duro con su vecino rioplatense, Luis Lacalle Pou, dejándose arrastrar al juego político del uruguayo que el Gobierno lee como un accionar fundamentalista aunque no inesperado.
“Obviamente que el Mercosur pesa. Obviamente que su producción pesa en el concierto internacional. Lo que no debe y no puede ser es que sea un lastre. No estamos dispuestos a que sea un corset del que nuestro país no pueda moverse”, embistió el mandatario oriental a la hora de los discursos. Fernández no se pudo contener: “Si nos hemos convertido en una carga, lo lamento, no queríamos ser una carga para nadie. Una carga es algo que hace que a uno lo tiren de un barco y lo más fácil es bajarse del barco si la carga pesa mucho”.
Y añadió: “Terminemos con esas ideas que ayudan tan poco a la unidad. No queremos ser lastre de nadie, si somos un lastre, que tomen otro barco, pero lastre no somos de nadie. Para mí es un honor ser parte del Mercosur”.
En el Gobierno atribuyen la estocada oriental a una expresión fundamentalista que puede destruir a la región producto de la falta de experiencia. Se mantienen firmes en su argumento sobre la prudencia en tiempos de pandemia. “No es conveniente hacer grandes movidas. Te equivocás y hacés pelota todo. ¿Cuál es el apuro para acelerar en este contexto?, esgrime un funcionario de primera línea.
Aseguran, además, que no esperaban un planteo tan virulento. Quizás ello explique la reacción de Fernández, con su conocido carácter irascible. Curiosamente, Uruguay es, de los tres socios fundadores restantes, aquel con el que el Gobierno tiene un canal más directo de diálogo, a través de su canciller, Francisco Bustillo Bonasso, amigo personal del mandatario.
No obstante ello, en la Rosada separan al ministro oriental y sus modos –un diplomático de larga data que supo llevarse bien con el peronismo y la oposición durante su paso como embajador en Buenos Aires– de las expresiones de Lacalle Pou. Algo parecido a lo que ocurre con Brasil si bien, en esta ocasión, Bolsonaro optó por ver todo desde la tribuna.
Cierto es que el reclamo de Uruguay no es nuevo. Y desde hace años busca ganar margen de maniobra. Lo hizo con el Frente Amplio, en su momento, y ahora con la Coalición Multicolor. No le interesa romper el Mercosur sino comercializar con el Mercosur y también con otros países y bloques con los que el Mercosur no quiera cerrar acuerdos o los demore. En el horizonte cercano, ese país tiene un nombre: Corea del Sur. Pero a mediano plazo, Lacalle Pou añora cerrar acuerdos con China, siguiendo el modelo chileno.
Con un frente interno cada vez más comprometido –inseguridad, pobreza creciente y ahora un brote acelerado de Covid-19 que pone a prueba al sistema de salud–, Lacalle Pou fue virando tácticamente, durante el verano, de un discurso doméstico a uno externo, cada vez más agudo y con ribetes nacionalistas. Se fotografió con Bolsonaro tras lo cual ambos coincidieron en público con el mensaje de “flexibilizar el Mercosur”. Y luego intentó hacer lo propio con Mario Abdo Benítez pero el paraguayo prefirió la cautela. Como lo hizo ayer.
Paradójicamente, esta cumbre se había preparado como una celebración por los 30 años, con logo nuevo y hasta un Estatuto Ciudadano. No obstante ello, en el Gobierno estaban al tanto de que podrán aflorar algunos reclamos. Es el riesgo cuando dialogan los presidentes porque no se ciñen a una agenda. Lo que los tomó por sorpresa fue el tono. “Vamos a proponer formalmente que se discuta el tema de la flexibilización, necesitamos que el Mercosur tome una decisión al respecto. Después de 30 años, cuando el mundo se mueve muy rápido, hay que actuar. Uruguay necesita avanzar”, los apuró Lacalle Pou.
En abril de 2020, un registro semejante había adoptado el reclamo brasileño en una reunión de coordinadores técnicos del bloque cuando se puso sobre la mesa el ritmo con el que avanzaban los acuerdos comerciales. El enviado de Brasilia demandó una definición sobre la negociación con Corea del Sur y la representante uruguaya concordó.
A diferencia de otros momentos, en los que Brasil cerraba filas con la Argentina para proteger al bloque, hoy el gigante que concentra las dos terceras partes del PBI conjunto coincide con Uruguay en su mirada sobre forzar una apertura. Y en la segunda mitad del año asumirá la presidencia temporal del Mercosur.