Florencia dice, canta y baila con la precisión que le exige una presencia permanente en escena y el hecho de que la famosa Shirley McLaine fuera Charity en Broadway parece incentivarla aún más. Florencia es una profesional sin fisuras. Ayer en La niñera y hoy en Casados con hijos y Hechizada, sabe mostrar su vena histriónica y cumple al pie de la letra las diferencias que acompañan a cada personaje.
—Objetivamente, parecería que estás en un gran momento de tu vida. Con trabajos y éxitos que se suceden e incluso se superponen. ¿Vos lo sentís así, sin baches?
—Bueno, no he tenido baches en el último tiempo. No te olvides que trabajo desde que tengo seis años y he pasado por muchas etapas en mi carrera. He tenido etapas más felices y, otras, menos. De un tiempo a esta parte, es cierto, una de las cosas que he logrado es hacer las cosas que realmente me dan ganas. Para mí es lo más importante y, sin duda, intento meterme en las cosas que ideológicamente puedo defender. Mi carrera no tiene una estrategia y hago lo que me gusta pero siento, también, que a esta altura tengo que pasarla bien. Para mí, el placer en el trabajo es tan profundo que debe tener una relación con quien soy. Te repito: tengo que encontrar placer en lo que hago, necesito absolutamente estar contenta. En primer lugar, psíquicamente y luego... bueno, el éxito es la consecuencia de un trabajo, ¿no? Y a veces también el éxito no siempre coincide con haber laburado duro y haber hecho las cosas bien. A veces uno intenta lo mejor y las cosas no funcionan como vos esperabas. Lo que te quiero decir es que no siempre los éxitos externos coinciden con las alegrías internas.
—Por supuesto, pero convengamos que cuando lo externo sale bien, los problemas de tu vida interior se sienten menos...
—De acuerdo. Por ejemplo, la ecuación Sweet Charity es perfecta. Pudimos encontrar una obra que nos encanta, que al público también y que, cosa rara, fue cálidamente aprobada por la crítica. Algo perfecto. Tenemos allí la devolución de un gran esfuerzo como es hacer la obra todos los días y haber concretado un proyecto que, después de Chicago, es la primera obra que se trae a la Argentina tal como se dio en Broadway. Esto tiene un costo más elevado de producción y es un riesgo mayor. Cuando viajé para verla me pareció que era perfecta para mí y para nuestro público. Sentí también que tenía que tomar muy en serio esta oportunidad. A lo mejor podría haber utilizado el hecho de ser quien soy y esperar que el público hiciera la vista gorda con respecto a las imperfecciones. El típico comentario: “¡Bueno, no canta pero es simpática!”, me parece terrible. Le tengo mucho miedo a la mediocridad. Cada vez que hago algo intento realmente hacer lo mejor dentro de mis posibilidades.
—Y eso se nota. Incluso me acuerdo que el día del estreno se observaba una atención milimétrica en cada detalle. No hubo ni una falla. Vos estás tan concentrada en la obra que eso se transmite al público que de inmediato se entusiasma. Esta es la segunda temporada y va muy bien...
—Me parece que la palabra es ésa: concentrada. Es una obra que no permite la menor distracción porque, además, como el personaje pasa por muchos estados anímicos no puedo estar jodiendo... además, estoy prácticamente todo el tiempo en escena y aunque por ahí pensás que la gente viene porque simpatiza con vos o le caés bien y, aunque yo tengo con el público una cosa de mucha cercanía, la verdad es que intento que la gente se meta en la historia y que crean que yo soy realmente Charity. Como artista, no me hace bien sentir que Florencia es más importante que el personaje y en todo momento trato de que Charity no se me desvirtúe y que el público pueda realmente contar la historia.
—El exitazo de “Casados con hijos” curiosamente se repitió más con la reposición que con la segunda parte.
—Lo que nos pasó con Casados... fue realmente increíble. Es un proyecto muy atípico porque tiene un humor familiar para el que, quizá, la platea argentina no estaba muy bien preparada. Nosotros vinimos a romper el molde del prototipo de familia y a meternos también con una familia bastante antifamilia. Fijate, la madre no hace nada, no le importan los pibes. Pepe, el padre, muy porteño, siempre tratando de ver de dónde rasca una ventajita. En fín, se llegó a una identificación tan grande que los ratings siderales de las repeticiones nos mostraron que a pedido del público teníamos que volver. Me encantó hacer Casados con hijos, no sólo porque es un proyecto muy querido por mí sino porque ha marcado unas cuantas cosas. Cuando terminé La niñera lloré mucho y creí que nunca iba a poder sacarme a Flor Finkel de encima porque había sido mi gran oportunidad y me había hecho ganar muchos premios. Además, Flor fue mi paso a protagonizar sola, se dieron muchas cosas... además porque llegué a esa situación ya madura para poder experimentarla. Creí, en un principio, que no iba a poder crear otro personaje como fue Moni Argento en Casados... y que no tenía nada que ver con La niñera. Tomé entonces el riesgo y la enorme aceptación que generó fue la mejor respuesta.
—¿En estos casos la regla de no salirse de la “sitcom” americana sigue siendo inflexible?
—No, no. En lo primero que pensamos, cada vez que vamos a adaptar una “sitcom”, es en argentinizarla y sentirnos latinoamericanos con una historia muy distinta de la de los yanquis. Nuestra idiosincrasia es muy diferente. De hecho fijate que cuando se hizo Amas de casa desesperadas (con libros geniales y una historia genial) hay algo que hace que, cuando la ves en inglés la comprás en seguida y, en cambio, cuando la ves en castellano necesitás acercarla a nuestra realidad. Tenemos una manera de vivir muy distinta de la de ellos. Para nosotros, un barrio cerrado no es lo mismo que para un americano.
—Volviendo a tu historia con el espectáculo, Florencia, tanto “La niñera” como “Casados...” fueron adaptaciones. ¿No así “Charity”?
—Efectivamente, es tal cual la obra americana pero con la connotación de que los directores que vinieron no fueron los de Broadway sino los que llevaron la obra a China. Vinieron entonces a ver qué tenía yo para dar; qué posibilidades tenía el grupo.
—Y en esos casos, ¿qué te dicen: “Por favor, cante, baile”?.
—Bueno, era la única que ya estaba elegida. La obra la habían traído para mí. Imaginate lo difícil que me resultó todo eso. Pensaba: “Van a venir estos americanos que son tan exigentes y, de paso, los creadores del género... van a elegir el elenco. En cambio yo estoy impuesta. Ellos sabían que yo era una estrella de la televisión de acá y piripipí, pero estoy segura de que había un prejuicio. ¿Cómo será esta mujer? Entonces... bueno, nada. Canté para ellos y ayudé para que los chicos hagan los castings. Yo tampoco sabía, en ese momento, cómo iba a ser mi Charity. No tenía ni idea. Y eso es fatal para mí porque cuando alguien está impuesto la sensación es “¿cómo será esta mina impuesta? ¿qué onda, etcétera?”, pero la verdad es que fue hermoso lo que nos pasó. Yo amé a los productores, ellos me amaron a mí y no podían creer el nivel con que se encontraron en Argentina. Los asombró nuestra capacidad de trabajo. De trabajar muy en serio. Y ellos, a su vez, fueron muy amorosos. Nos guiaron mucho y a mí junto con Enrique Ferman, que es el director residente, y Larry y Steve, directores musicales, nos mostraron muchas cosas. Por ejemplo, tomaron de mí lo que ellos sentían que podía ser mi Charity y que no tiene nada que ver con la que está ahora en Broadway. Yo siempre tengo el estigma de hacer papeles que ya han popularizado grandes actrices. Imaginate, ¡Shirley McLaine! Siempre aparece la comparación: “¿Cómo hará Florencia para entrar en un papel que ya hizo alguien tan grosso?”. Bueno, nada. Yo creo que lo mejor que puedo hacer es ser distinta sin intentar copiar nada. Ser yo misma. Además, somos tan únicos y diferentes todos los seres humanos que nunca podría hacerlo igual y copiar hubiera sido un error enorme. Entonces creo que mi Charity es mía y que es la que yo elegí hacer. Por otro lado, me está dando muchas satisfacciones a nivel de colegas. Cuando vienen al teatro hacen muy buenos comentarios. Yo siempre digo que uno, a veces, trabaja más para el medio que para el público porque cuando el público te quiere, viene a verte y te sigue, y no es tan exigente como uno mismo que suele ser lapidario con el propio trabajo. Bueno, el medio artístico también es lapidario. ¿Por qué negarlo? Cuando vos hacés una obra nueva o estrenás un programa, al día siguiente o es la radio, o es el diario, o es la revista y te lapidan o te ensalzan y, aunque digamos que no, los artistas dependemos mucho de esas opiniones.
—¡Bueno, es como los que dicen que los premios no tienen importancia!—
—Cómo no van a tener importancia. Yo gané tres Martín Fierro y he estado cinco años consecutivos nominada para el premio Clarín y por supuesto que me importa. Es un buen mimo. Es como si alguien te dijera: “Estás haciendo las cosas bien. Dale para adelante”. Está bueno, cuando uno ha hecho un esfuerzo personal, que los demás te lo reconozcan aunque al otro día sigas siendo la misma de siempre.
—¿Y con “Hechizada”, cómo te sentís?
—Hechizada es el proyecto más complejo en el que he estado. En realidad, no sabíamos que iba a ser tan complicado. Principalmente por los trucos y porque es una comedia ya muy vieja. Cuando uno ve el original entramos en la sensación de que estamos viendo algo viejo, pero cuando la tenés que aggiornar, te repito, es muy complejo. Y por varias razones: porque el público cambió y los efectos (que en su momento eran la gran novedad) hoy ya no lo son. Ver magia en la tele con todas las películas que hay en el cine y con la revolucion industrial que se ha producido en el mundo es todo un logro. Cuando empezamos a hacerla no pudimos salir al aire porque cada capítulo nos llevaba 8 días. ¡Imaginate! A eso sumale el tiempo de postproducción y estábamos en los 20 días. Bueno, empezamos a cortar capítulos o a tratar de juntar varios y en algunos casos la pegamos y en otros, no.
—Pero tuviste buenas críticas...
—Me parece que cuando el crítico es inteligente sabe ver más allá de sus prejuicios y puede... Sabés que, a veces, el crítico habla de sí mismo y no de lo que está viendo. Habla de cómo quiere que lo vean. A veces, también, sólo ven quince minutos del programa o un solo capítulo. ¡Después es doloroso leerlo en el diario! Lo escrito queda y es la verdad absoluta de alguien. Yo creo que cuando te sentás a ver algo tenés que pensar también cómo lo está haciendo la gente que actúa. ¿Por qué digo esto? Porque no es lo mismo alguien que se tira a chanta haciendo algo por ganar dinero que otro que actúa con el corazón. Esto no impide, por supuesto, que aun actuando con el corazón a veces las cosas no salgan bien. No se puede estar todo el tiempo en la cresta de la ola. Pero tampoco defenestrar a los que están tratando de hacer las cosas de la mejor manera posible.
—Con respecto a “Hechizada”, ¿creés que hay que darle tiempo?
—Absolutamente. A mí me gusta asumir riesgos y, como lo indican las palabras, hay que vivirlo como tal. Para bien y para mal. En Hechizada me parece que hay muchas cosas que podemos mejorar aun cuando es una obra complicada en la realización y agotadora para nosotros. Imaginate, después de fin de año me fui a Cariló, donde pude tomarme (después de muchos años de no hacerlo) un mes de vacaciones. Yo grabé Hechizada durante siete meses, el año pasado, lo interrumpí para volver con Casados... y durante dos meses estuve grabando las dos cosas al mismo tiempo. Ahora, en enero 2007, retomé Hechizada. Estoy en un momento en el que el cansancio comienza a hacerse sentir. Ya no tengo veinte años, soy la mamá de un hijo y, como ocurre cuando vas madurando, también te das cuenta de que la calidad de vida no depende sólo de las cosas materiales sino de ser feliz y conectarse con lo importante. Y lo importante para algunos no es sólo ir de éxito en éxito sino medir en el rating. Es lo que está ocurriendo habitualmente en la televisión por no ser un hecho artístico acabado. Es diferente en el teatro donde, obviamente, no vas a cambiar la obra para que la gente venga a verla. En cambio, en la tele, si el público no responde a las expectativas, el contenido va cambiando. Y esto es terrible como concepto. Es como si un pintor tuviera que modificar un cuadro de acuerdo lo que le dice la gente. Es absurdo empezar con esas cosas como: “¡Mirá, yo soy Lady Macbeth!”. Yo como artista soy esto y tengo lo que tengo para dar. Ojalá que te guste, y si no te gusta... paciencia. Sigo siendo yo. Esa es mi búsqueda. Confieso que el ritmo de trabajo es agotador. ¿Cómo hacemos para sostener una tira diaria cuando nos van comiendo los horarios? Terminás diciendo: “Bueno, que vaya como vaya”.
—Pero en este momento debés sentir que has construido unas cuantas cosas, ¿no?
—Sin duda, y siento que lo que he construido realmente hasta aquí es quien soy como artista. Te guste o no. No tengo por qué gustarle a todo el mundo ni ser la más querida del público. Yo tengo un perfil popular del que no reniego y...
—Si no fueras una buena profesional, no tendrías un perfil popular.
—Es cierto, y quiero romper el mito de que lo popular no puede ser bueno sino sólo mediocre; que el talento consiste en pertenecer a la elite. Creo que uno puede ser muy popular como, por ejemplo, Enrique Pinti, y ser, a la vez, un gran actor, un artista. Y es en esta búsqueda en la que te topás con mucho prejuicio. De pronto, si yo hiciera otro tipo de programas... más dramáticos...
—¿No te gustaría, por ejemplo, “Mujeres asesinas”?
—Quizá. También Locas de amor. Me encantaría, después de esta última sitcom, probar otra cosa. Me gustan mucho los unitarios y también hacer cine. Creo que en este 2007 tengo que empezar a largar la tele y a meterme en algo que tenga más relación con mis necesidades artísticas. Evidentemente, la comedia me resulta fácil y es un don que agradezco al destino. La gracia tiene que ver con muchísimas cosas. Sobre todo es una conexión con el niño interno que todos llevamos adentro. Es ir a jugar. Fue otro tiempo. Muy bueno pero otro tiempo. Bueno, ahora quiero apartarme de la inocencia del clown y crecer.
"Le tengo miedo a la mediocridad"
Cuando termina la función de Sweet Charity, el público aplaude de pie. Y es el merecido homenaje que se le brinda a un espectáculo musical internacional en el que Florencia Peña y un elenco impecable se ajustan, minuto a minuto, a una rutina terriblemente exigente.
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