POLITICA

Locutores oficiales: las voces detrás del relato

Son las sombras de las figuras a las que presentan. Voces de ayer y el estilo “de arenga” de hoy. Fotos.

Natalia Paratore (a la izquierda, detrás de las fojas de la causa Papel Prensa) es la preferida de CFK. Trabaja desde 2009.
| Cedoc

Si los ojos son, según la frase popular, el espejo del alma, la voz podría representar algo así como la manifestación del pensamiento. Al menos esa premisa podría aplicarse a la joven rosarina Natalia Paratore, integrante del equipo de tres locutores oficiales de Presidencia, que presenta casi ininterrumpidamente las intervenciones de Cristina Fernández y que, a fuerza de arengas y entusiasmo, ha acuñado frases como “la Presidenta de los cuarenta millones de argentinos y argentinas” y otras tantas que repite cual mantra cada vez que antecede a la mandataria en una aparición pública.

Es que los locutores oficiales ocupan ese lugar que nadie ve pero todos oyen, y se convierten en sombras de las figuras a las que presentan. No tienen que ser necesariamente graduados del ISER pero sí tener matrícula habilitante. “Es una profesión colegiada, que debe estar regulada, y para ocupar cargos oficiales rigen los mismos requisitos”, dicen desde la carrera de radio de ese organismo. Algunos aseguran haber hecho locución protocolar de intendentes y gobernadores sin tener aún la matrícula. “En los institutos te lo aclaran, pero es medio contradictorio, porque de hecho sucede”, dice uno de ellos a PERFIL.

El lugar indicado. Un ex locutor oficial de la gobernación de una provincia patagónica, que prefirió mantenerse en off porque hoy ejerce funciones en una dependencia del Estado, reafirma la premisa de que es un cargo al que se accede no por concurso sino por “idoneidad”. En el caso de Paratore, que trabajaba en los equipos técnicos de Néstor Kirchner desde 2002, también jugó el sentido de la oportunidad, como ella misma contó este año en una entrevista:

“En 2009 fui a conducir un evento de médicos comunitarios en Costa Salguero, y al cierre estaba invitada la Presidenta. Mientras esperábamos me puse a hablar con un locutor de Casa Rosada, quien me contó que estaba con mucho trabajo y que eran sólo dos presentadores para cubrir toda su actividad. Al tiempo, convocan a mi hermana –que trabajó como locutora de Néstor Kirchner–, y como ella no podía ir me recomendó. Así, al cabo de una hora estaba parada frente al micrófono presentando a la Presidenta. Ese fue mi primer acto, en plaza Colón. Después tuve una reunión con el director de Ceremonial y en octubre de 2009 empecé a trabajar de manera continua”.

Consultado para esta nota, uno de los integrantes de ese equipo declinó contar el detrás de escena de su tarea: “Sería lindo compartirla, aunque no en este momento, es un momento muy delicado de los medios”, admitió a PERFIL.

Ubicuos. Los locutores oficiales no dejan de ser, según ellos mismos, empleados de una dependencia pública, y actúan como tales. Carlos Flores fue locutor presidencial en los mandatos de Carlos Menem y Eduardo Duhalde, y pasó luego a desempeñar tareas en el Senado de la Nación cuando Daniel Scioli estaba en la vicepresidencia. Hoy se mantiene en esa cámara como locutor oficial, y debe presentar eventos y sesiones. Es considerado uno de los veteranos del oficio, que vio pasar de todo: “Hasta jugaba al golf con Menem”, dice de él un joven compañero que lo reverencia.

“La presencia personal tiene que ser complementaria con la de la figura a la que se representa”, afirma el experto. “Hay que estar siempre de punta en blanco, listo para salir a lo que se necesite y se requiera. Y estar dispuesto a viajar. Se pasa mucho tiempo fuera del hogar y eso lleva a que tengas que estar disponible para eso. No se puede hacer otro trabajo paralelo. Pero es cierto que sí ayuda que, si uno es el locutor de tal funcionario, se cobra cierta notoriedad en el ámbito en el que uno se mueve”, dice.

Los estamentos e instituciones oficiales mantienen su figura del locutor propio: los hay en la Policía, en las dependencias militares, en los espacios públicos, en los ministerios, y están aquellos que son empleados de planta de los edificios gubernamentales donde trabajan.

Los sueldos son menos tentadores que en el ámbito privado pero, siempre según los que ocupan esos cargos, la satisfacción de formar parte de hechos relevantes es muy alta.

“Si el trabajo demanda tanto como para no poder hacer otra cosa, no se gana demasiado bien. Y cuando se es locutor de un mandatario de alto rango, la carga horaria es mucha: se está a disposición del funcionario, no importa si es feriado, la hora o dónde sea el acto”. Para algunos profesionales, es difícil resistir la tentación del sector privado, donde todo está tarifado, desde un comercial hasta una intervención televisiva, y puede ganarse mucho más si se suma la conducción o presentación de eventos empresariales o sociales. En los cargos públicos “se puede cobrar un plus, pero no demasiado más. No sé cómo será a nivel nacional, al menos a nivel provincial es así”, cuenta el profesional sureño. La Sociedad Argentina de Locutores (SAL) no tiene un arancel para locución protocolar determinado.

Estilos. Sólo al hablar por teléfono con él se percibe que Flores es un profesional de modo y estilos formales, a diferencia quizá del “estilo Paratore”, que responde más a la informalidad y poco protocolo de la que los Kirchner –Néstor primero, desde el acto mismo de asunción presidencial; y Cristina ahora, en sus múltiples apariciones públicas– han hecho gala. Para los locutores de “vieja escuela”, “el locutor protocolar también tiene que saber de protocolo. Hay que formarse, aprender, preguntar, observar, hacer cursos por iniciativa propia”.

A Paratore, afirman sus colegas, “le deben haber pedido que tenga un estilo mucho más ‘arriba’. El locutor protocolar es mucho más sobrio, más formal, habla más pausado; pero en este caso, le piden que lo haga de otro modo, que arengue. Eso está buscado. Y la cuestión de género, en su caso, ayuda también”.

A pesar de que deberían ser sólo las voces detrás de la figuras, es inevitable que a los locutores oficiales se los identifique con una determinada gestión. “Se está siempre en el filo”, dice el patagónico. Para Paratore eso parece no ser un problema: ella misma se define como “un ser extremadamente pasional. Y reconozco que pararme en un escenario para presentar a la Presidenta de mi país, con la que me siento ideológicamente ciento por ciento representada, despierta en mí una sensación protocolarmente quizás incorrecta, pero genuina”.

El caso más emblemático es, tal vez, el de Juan Vicente Mentesana, que fue, durante años, “la” voz oficial. Representó a presidentes constitucionales, pero también leyó los comunicados de las Juntas en el Proceso y anunció la vuelta de la democracia. “Yo trabajaba como locutor de turno en Radio Nacional. Leí el primero de los famosos 150 comunicados, y cuando cambiaron el locutor, dicen que Onganía pidió que el resto los leyera yo. Como el cargo no existía, le pedí a Lanusse que efectivizara mi designación”, dijo a fines de los 70 a la revista La Semana.

Con la vuelta del peronismo, en 1973, quedó afuera. “Se comunica a la población que, a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas Armadas”, empezaba el tristemente célebre Comunicado Nº 1, que le tocó leer a las 2.30 del 24 de marzo de 1976. Lo fueron a buscar a Radio Nacional y le pidieron que esperara órdenes. Y él acató.

“Mucha gente me considera ‘el locutor de la dictadura’ y eso me molesta. Nadie menciona que ocupé el mismo cargo con Frondizi e Illia y que, por otro lado, yo no tenía ninguna participación política”, se quejó en 2006, ya retirado, en su Salta natal. Alfonsín lo jubiló, pero antes anunció el Mundial ‘78 y la guerra de Malvinas.

Nota publicada en la edición impresa del diario PERFIL.