La aprobación de la reforma jubilatoria que permite la opción entre el sistema de capitalización privado y el estatal de reparto, se festejó en todos los rincones de la Casa Rosada y del Congreso Nacional.
Las sonrisas, los gritos y los aplausos no tardaron en llegar desde los palcos cuando se anunció la tan esperada "libre elección". Allí, justamente en uno de los balcones del recinto, el director ejecutivo de la ANSES, Sergio Massa, se regocijaba junto al ministro de Trabajo, Carlos Tomada, como autores materiales del cambio.
El sistema integrado de jubilaciones y pensiones pasó a manos privadas por una ley aprobada en septiembre de 1993, bajo el gobierno de Carlos Menem. Por ese entonces, Sergio Massa (33) no ocupaba cargos públicos relevantes, aunque era un activo militante político y ya había pasado por una asesoría del concejal de la UceDé de San Martín, Alejandro Kleck.
Desde los 17 años, Massa lideraba un grupo de la juventud de la zona norte del Gran Buenos Aires en el partido fundado por Álvaro Alsogaray. La UceDé vivía desde fines de los ’80, hasta que fue cooptada por el menemismo, un debate interno bastante cruento. Coexistían, por un lado, el ala oficial ultraliberal, que defendía el propio Alsogaray y otros jefes como Jorge Aguado y Francisco Durañona. En la vereda opuesta, Federico Clerici pretendía darle al partido un perfil más europeo, menos ortodoxo y nada menemista. Massa era un ferviente partidario de la primera postura, que triunfó.
Entre otras cosas, el combate que enfrentaba a unos y otros ucedeístas ponía el acento en la reforma previsional. Mientras Clerici defendía la posibilidad de que la adhesión a las AFJP fuera optativa, el grupo en el que militaba Massa apoyaba la afiliación compulsiva, como terminó consagrando la ley que ahora el propio Massa se encargó de reformar.
La joven promesa de la UceDé fue encandilada por las luces del menemismo. Massa militó activamente para que el partido fuera finalmente embebido y su cambio a las filas del PJ se dio a partir del contacto con Marcela Durrieu, esposa del ex secretario de Deportes Fernando “Pato” Galmarini y padres ambos de su actual mujer, Malena.
El ahora titular del ANSES desembarcó en Desarrollo Social durante la gestión de Ramón “Palito” Ortega, en uno de los últimos ensayos del menemismo para arruinarle la carrera a Eduardo Duhalde. La ilusión de Menem era birlarle, vía “Palito”, al candidatura presidencial al odiado hombre de Lomas de Zamora. No prosperó y Ortega pasó a postularse de vice de Duhalde.
La victoria de la Alianza encontró a Massa como diputado. Llegado el interinato presidencial de Duhalde, éste lo ubicó en una cartera clave, la jefatura de la ANSES, una de las oficinas por las que pasa más dinero público de toda la administración.
La divisoria de aguas que hizo Néstor Kirchner dejó a Massa del lado de los buenos y lo ratificó en el cargo, entre otras cosas por su demostrada eficiencia. Desde su despacho activó por momentos la campaña para la intendencia de Tigre y hasta se imaginó en algún momento llegar a la gobernación bonaerense. Es que Massa hace rato que cree que Tigre le queda chico.
La defensa ferviente de la reforma previsional puso a Massa en el candelero. Tan ferviente, tan apasionado como dejaron ver sus palabras en directo en el mismo momento en que los diputados levantaban las manos para aprobar la Ley. El lunes pasado, como en aquél 23 de septiembre de 1993, Massa volvió a festejar. Y es legítimo también. Cualquiera se puede arrepentir del pasado y eventualmente remediarlo.