A menos de dos meses de cumplir 50, Gabriela Michetti es una de las dos posibles figuras del PRO para suceder a Mauricio Macri. Su enfrentamiento en el interior del macrismo con Horacio Rodríguez Larreta recrudeció en la última semana. Dispuesta a dejar a la luz las diferencias, y en una extensa charla con PERFIL entre actos de campaña, Michetti dijo que no quiere conocer a Cristóbal López, el poderoso empresario del juego, a quien el macrismo le garantizó la continuidad de sus negocios, y se mostró a favor de instrumentar una “absoluta restricción” de las apuestas en la Ciudad de Buenos Aires.
—¿Sigue triste porque Macri apoyó a Larreta?
—No. Y no me interesa estar quejándome, mirando el pasado diciendo “qué barbaridad lo que me pasó”.
—¿Macri no la valoró?
—No, al contrario. Soy absolutamente agradecida a Mauricio. Tenemos una relación entrañable.
—Pero Macri dijo que Larreta estuvo en los “momentos difíciles”.
—Eso me golpeó un poco. No, un poco no, me golpeó. Pero no me voy a poner a llorar cuando yo también le debo haber hecho cosas a Mauricio que lo deben haber golpeado. Estas cosas pasan entre amigos, lo que importa es la profundidad del lazo.
—¿Qué impronta le daría a su gestión?
—Vamos a vínculos más eficaces con el área metropolitana y eso tiene que ver con el transporte, la salud y la educación. El otro tema es bajar más intensamente la pobreza y la desigualdad.
—Larreta podría decir que también es su agenda.
—Nosotros tenemos más capacidades para esos temas porque históricamente he estado con proyectos vinculados a temas sociales.
—¿Qué política tendrá con el juego?
—Es un tema que me duele en el corazón. Si uno quiere un Estado que priorice, que estimule y que les dé oportunidades a los chicos para desarrollar sus singularidades, el juego se pone en el medio y muy probablemente les pueda quitar el entusiasmo porque les quita el dinero. Lo que quiero con el juego es achicarlo. Cuando era chiquita el juego era ir a Mar del Plata, y mamá y papá iban una noche a jugar. Y nos decían: si ganamos, les compramos un suéter. Pero de ahí a lo que es hoy es una barbaridad.
—En esos años no había tantas tragamonedas.
—Sí, por eso no quiero que de ninguna manera se sigan importando maquinitas tragamonedas, porque eso destruye a la gente más humilde. Hay que poner absoluta restricción al juego. Si tenemos la posibilidad de ponerle un coto razonable para que sea un entretenimiento mínimo como lo era en los 60... Porque si se prohíbe totalmente, se va al juego clandestino. Lo de hoy es un disparate, estoy absolutamente en contra.
—¿Y estatizarlo?
—Está estatizado en la mayoría de los lugares. Está bueno que la recaudación tenga gran parte de su flujo al área social, pero hay un tema anterior que hay que controlar: la cantidad de juego que hay en el país con una enorme regulación en la que los empresarios del juego pasan a ser más pequeños.
—El PRO avaló el convenio del juego.
—Esto que planteo tiene que ser hecho con todos. Lo hablamos mucho con Mauricio, y el problema que él tiene es que solo no lo puede hacer, lo tiene que hacer toda la sociedad: la Iglesia, las ONG. Los pastores, los rabinos están muy preocupados porque la gente pierde su casa. Es un tema muy grave.
—Esto implica meterse con Cristóbal López.
—No tengo problemas porque cuando uno tiene convicciones va para adelante. La Argentina lo necesita. Si no, vamos a tener por un lado los narcotraficantes, por otro los empresarios del juego. Cada uno va a tener fortunas impresionantes y el nivel de competencia con el Estado va a ser brutal.
—¿Larreta cree lo mismo?
—No tengo idea cuál es la visión de Horacio de este tema. Cuando me estaba yendo de ser vicejefa (en 2009) lo escuché decir que era “un tema en el que hay que ser muy duros y muy correctos”. Fue muy contundente. Después no hablé más del tema.
—¿Conoce a Cristóbal López?
—Nunca en mi vida. Una vez un señor me dijo si quería conocer a Cristóbal López, y le dije: “Qué tengo que ver yo con Cristóbal López, no tengo nada que ver”. No tengo nada que me vincule con él. No lo conozco y no me interesa conocerlo.
Un negocio que financia la política
El juego en la Ciudad es un gran negocio. El empresario Cristóbal López, asociado con Federico de Achával, controla la concesión del Hipódromo y los tragamonedas, que subieron de 150 a más de tres mil en diez años. En 2003 Aníbal Ibarra, delegó el tema en Lotería Nacional, tras firmar un oscuro convenio que otorgaba la potestad del control y del cobro al Gobierno de Néstor Kirchner, a cambio de otorgarle el 50% a la Ciudad. Esto permitió que en 2007, Kirchner le regalara a Cristóbal, a cinco días de terminar su mandato, una prórroga al vencimiento de la concesión del Hipódromo de Palermo de 2017 a 2032 más la chance de sumar más tragamonedas. Hoy existen 5.600 tragamonedas si suman las que están en los buques casino de Puerto Madero. Ni bien llegó Macri al poder, su mejor amigo, el empresario Nicolás Caputo, intentó renegociar el convenio, pero terminó dando marcha atrás. A fin de 2013, Macri hizo aprobar un nuevo acuerdo por el cual se exime del pago de Ingresos Brutos a Cristóbal y su socio, hasta que se resuelvan los litigios judiciales alrededor, a cambio de mejorar lo que recibe la Ciudad.