El miércoles al mediodía en el restaurant El Mirasol de La Recova, a un par de cuadras del departamento de Emilio Monzó, el diputado invitó a almorzar a su amigo Rogelio Frigerio y a Diego Santilli. Amigo personal del ex ministro del Interior y de buen diálogo con el colorado, Monzó sostuvo en la comida que, además de conservar la unidad de Juntos por el Cambio, resultaba clave insistir en sumar otros actores, por caso del peronismo, al armado del principal frente opositor. Para Frigerio y Santilli fue música para sus oídos: piensan exactamente lo mismo.
Sin embargo, a pesar de los intentos del colorado y del empresario Edgardo Cenzón por sumarlo orgánicamente a las huestes de la campaña de Horacio Rodríguez Larreta, por ahora Monzó no decidió jugar abiertamente con ninguno de los precandidatos a presidente de JxC. Desde enero, cuando se reunieron tres horas a dialogar, no retomaron el contacto con el jefe de Gobierno.
Es más: entre sus asesores Monzó asegura que quiere ayudar “a todos” para que se sostenga la unidad, acaso el valor clave para según piensa, que la oposición regrese al poder en 2023.
En ese marco, sigue reuniéndose y hablando seguido con los radicales Martín Lousteau, Gerardo Morales (gobernador de Jujuy) y el senador Alfredo Cornejo, a quienes ve con buenos ojos. Incluso, según su visión, las fórmulas que se armen el año que viene serán mixtas: un radical, un PRO y viceversa.
Pero esas reuniones no fueron la única trascendente: hace diez días coincidió en un asado con la presidenta del PRO, Patricia Bullrich.
En el asado se generó un ameno diálogo en el que no faltó una coincidencia central: JxC necesita ampliarse pero, además, generar vínculos de mayor confianza entre los “presidenciables” que hoy aparecen en la nómina para el 2023.
El planteo inicial del ex titular de la Cámara de Diputados, y un armador clave para Mauricio Macri en 2015, fue que él no se había sumado orgánicamente al larretismo y que, en todo caso, está dispuesto a acompañar a quien resulte ganador de una gran primaria del principal frente opositor. “Si es Gerardo (Morales), Alfredo (Cornejo), Horacio o vos, o quién sea, voy a ayudarlo y estoy para acompañar”, reconoció el diputado ante los comensales.
En ese marco, entre chorizos y ensaladas, Bullrich le pidió a Monzó que sea un articulador de esa paz política que incluya a los radicales para que no haya heridos en el camino. También se habló de generar “puentes” que permitan incorporar otros actores, en particular del peronismo no kirchnerista, un tema que conocen ambos de cerca.
Aún sus asesores recuerdan que, si bien la ex ministra de Seguridad es crítica de la relación que mantuvo el gobierno de Cambiemos con los gobernadores peronistas, al igual que Monzó piensa que lo ideal era ir a un esquema de acuerdo con ellos. Monzó los quería en el Gabinete.
Bullrich pensaba que había que tenerlos cerca para apostar a la gobernabilidad y generar un sistema de confianza con gestos. Ambos chocaban con Jaime Duran Barba y, sobre todo, con Marcos Peña.
El encuentro fue generado por los dos armadores dilectos de Monzó y Bullrich: los diputados nacionales Sebastián García de Luca (ex viceministro político del Interior con Cambiemos) y Gerardo “Jerry” Milman, quien viene siendo un hombre clave para la titular del PRO desde sus años en Seguridad.
Bullrich sintió que Peña la “entregó” con el caso Maldonado, en su peor momento.
Por su lado, Monzó sigue creyendo que fue un factor clave para el desgaste que sufrió su relación con Macri, a quien sigue sin volver a ver desde noviembre de 2019.