POLITICA

Papa Francisco: Cristina y la oposición se miran el ombligo

Por Ceferino Reato (*)

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La aguda crisis de 2001/2002 hizo que los argentinos nos cerráramos al mundo, al que pasamos a ver como una de las causas de nuestros problemas (Estados Unidos, Europa, FMI, etcétera). La frase “Vivir con lo nuestro” fue adoptada por varios sectores y la globalización, en cambio, se convirtió en una tendencia sospechosa, a la que había que evitar.

Una sociedad herida por la falta de trabajo, la quiebra de las empresas, la pobreza, el corralito y el corralón bancarios, las muertes en la calle; un país que se cerraba sobre sí mismo, receloso del mundo, refugiado en los temas locales. Aquella crisis ya pasó, pero quedan sus reflejos.

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La elección del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, como Papa viene a mostrarnos que la Argentina cuenta en el mundo y que puede aportar mucho, y nos rescata de ese malestar provocado por una receta que se ha vuelto adicción: una preocupación excesiva, agobiante, por los asuntos domésticos, un mirarse al ombligo que nos impide levantar la cabeza y observar muchas otras cosas.

Es inevitable analizar cómo afecta el elección del papa Francisco en la presidenta Cristina Kirchner y en su gobierno, pero son dimensiones distintas: Bergoglio no puede llevar al centro del catolicismo mundial los temas de la política doméstica; su misión es mucho más elevada: nada menos que adaptar la Iglesia Católica a los viejos y nuevos desafíos; sus problemas están también en ese orden: reforma del gobierno interno de la Iglesia, rol de los laicos, celibato sacerdotal, diálogo con el mundo contemporáneo y con las grandes religiones monoteístas, los curas que abusan a menores, la corrupción vaticana, etcétera.

Un sector del kirchnerismo reaccionó frente a la elección del nuevo Papa como si se tratara de un intendente o un gobernador propuesto por una fuerza política opositora. Es un exceso de ombliguismo; hacen política en un frasco, tapado. Pero un sector de la oposición festejó la elección como si hubiera sido un gol contra Cristina; no: este hecho histórico no los releva de la tarea de hacer buena política, es decir de ganarle a la Presidenta en la cancha. Es como si quisieran colgarse de la sotana blanca, pero Bergoglio ya dijo que uno de los problemas de la Iglesia es que muchas veces quiere meterse en campos que no le son propios, como la política.

El otro problema de la Iglesia, según Bergoglio, es la tendencia a encerrarse en sí mismo, a separarse del mundo, del contexto. La Argentina comparte esa tendencia, seguramente porque, como dijo el nuevo Papa, estamos casi en el fin del mundo. Tal vez este acontecimiento histórico de la elección del primer Papa argentino vuelva a abrirnos los ojos al mundo y coloque a la política doméstica en su justo lugar.

 

(*) editor general de la revista FORTUNA. Especial para Perfil.com