En un año marcado por el deterioro sostenido de la economía, el conflicto con los fondos buitre y el frente judicial, Cristina Kirchner estuvo casi un mes sin actividad como consecuencia de problemas de salud. El poder le pasa factura al cuerpo. La prueba está en que muchos de los síntomas o las enfermedades que tuvo desde que asumió la presidencia fueron producto del estrés y la somatización de estados emocionales. Y que tienen como más reciente episodio una inflamación en el colon, que la obligó a internarse el domingo pasado.
Varias veces Cristina Kirchner se quedó sin voz, tuvo episodios de hipotensión, padeció lipotimias, gripe –cuando tenía la vacuna antigripal– y suspendió viajes para no hacer “esfuerzos adicionales”, por recomendación de sus médicos.
En lo que va de 2014 afrontó cinco problemas. Un episodio cada dos meses en promedio. Algunos provocados por el estrés, la sobreexigencia que le impone su actividad, y otros típicos de su edad.
En enero le diagnosticaron una bursitis del trocánter izquierdo, lesión que afecta la cadera, una especie de inflamación que provoca mucho dolor. Había regresado de su viaje a Cuba, país al que había asistido para la cumbre de la Celac. Era su primera visita al exterior después de la intervención quirúrgica por un hematoma craneal.
En julio de este año, una laringitis la obligó a reposar una semana y a postergar un viaje a Paraguay. Una faringitis, que en principio era leve y requería dos días de reposo, la dejó fuera de agenda durante cuatro días en octubre. Hace una semana la internaron en el Sanatorio Otamendi por lo que en principio fue un cuadro “febril infeccioso”. Luego se descubrió que era una sigmoiditis (una inflamación en el colon), y que además había sufrido una bacteriemia, esto es, que la bacteria que le provocó la infección había pasado al torrente sanguíneo, algo poco frecuente. No es sólo el resultado del estrés y la edad.
También se trata de una paciente rebelde, según confiaron en su entorno, que descuida a veces los tratamientos necesarios. Cuando hace reposo en Olivos, o incluso cuando está internada, no se desconecta. Llama a sus ministros, o les envía mensajes de texto. Ayer, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, confió que está en contacto permanente.
La única vez que hizo caso a rajatabla de los consejos médicos fue cuando la operaron del cráneo, porque se asustó mucho.
Paralelamente, el Gobierno maneja de forma hermética la información de la salud presidencial. Por ejemplo, sobre su sigmoiditis y la bacteriemia quedan muchas dudas: ¿Con qué bacteria se infectó? ¿Qué causó la sigmoiditis? ¿Qué síntomas tuvo? ¿Entró con dolor abdominal además de fiebre? ¿Qué antibióticos se le inyectaron por vía endovenosa? ¿Qué dieta deberá seguir en los próximos diez días?
Ninguna de estas preguntas tenían respuestas en los partes médicos difundidos por el Sanatorio Otamendi. Tampoco se logró conseguir información del entorno presidencial para despejar estas dudas. La bacteria pudo haber ingresado por la ingesta de un alimento en mal estado, por una infección urinaria o por otras causas. Pudo tratarse de una bacteria común, o de una resistente que requiriera un cóctel de antibióticos. Tampoco se sabe si tenía divertículos en el colon previamente.
Se informó que una vez que sea dada de alta en el Otamendi será trasladada a Olivos. Una vez allí tendrá diez días de reposo. Se dijo que iba a abandonar el sanatorio hoy pero la indefinición de ayer sembró dudas. Los médicos de la clínica notaron que evolucionó favorablemente al tratamiento para reducir la inflamación en el colon, y que pudieron atacar la bacteria que le produjo la infección.
La salud de Cristina Kirchner está expuesta a una hiperactividad. En los últimos meses decidió copar la agenda de Gobierno en primera persona. Realizó anuncios casi todos los días y participó en varios actos. Se encerró en su círculo más íntimo para la toma de decisiones, y se radicalizó dándole mucho poder a La Cámpora en la figura, principalmente, de Axel Kicillof, el ministro de Economía. Desconfía de todos los demás.
El año 2012 fue el más traumático. Le dijeron que tenía un tumor maligno en la tiroides. La operaron y resultó que no había cáncer, pero estuvo más de un mes de licencia. En 2013 tuvo otra vez disfonía. Y un día después de las internas abiertas y obligatorias, en las que el kirchnerismo perdió, se produjo el hematoma subdural crónico que luego le diagnosticaron en octubre, la operaron y estuvo otra vez un mes de licencia. Ahora debió cancelar su participación en la cumbre del G20 en Australia.
“El estrés es inherente a la política”
“El estrés es la relación entre las cargas físicas y mentales y la capacidad de resistencia de una persona. Cuando las cargas superan la capacidad de resistencia, aparecen primero síntomas y después patologías relacionadas con el estrés, como insomnio, síndrome de ansiedad y enfermedades cardiovasculares”, explicó a PERFIL Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés. Para el experto, el estrés de los políticos es inherente a su actividad ya que el proyecto individual del funcionario entra en conflicto con aquellas personas que no comulgan con sus mismas ideas. “Hay políticos que tienen mayor capacidad de afrontamiento que otros, son los que menos patologías presentan. Aquéllos que tienen menor capacidad de afrontamiento en el quehacer político pagan un costo más alto”, sostuvo López Rosetti, jefe del Servicio de Medicina del Estrés del Hospital Central de San Isidro.
Hay personalidades más propensas. Entre ellas, la conducta tipo A, cuyo paradigma es la persona competitiva, dinámica, con tendencia al logro, que ve en el entorno amenazas constantes y tiene un alto nivel de actividad mental y una agenda siempre ocupada. Muchas enfermedades son acompañadas por el síndrome del estrés. “En el caso de la patología de la función digestiva, el estrés guarda una relación directa porque el sistema digestivo está relacionado con el sistema nervioso”, explicó el médico clínico. De hecho, algunos estudios relacionan la diverticulitis (inflamación de las pequeñas bolsas o sacos que se forman sobre la pared interna del intestino grueso a partir de los 60 años) con una dieta con bajo contenido de fibra, y también con el estrés.