A medida que se acerca el 22 de octubre, día de la elección, la campaña política se intensifica. La gobernadora María Eugenia Vidal vinculó al kirchnerismo con el narcotráfico y entre los acusados mencionó a "la esposa de (Hernán) Sabbatella".
Se refería a la candidata Mónica Macha, actual senadora provincial y candidata a diputada por la lista de Cristina Fernández. Este mediodía, Sabbatella le respondió a través de una carta abierta donde dijo que "el mafioso fue y es su jefe".
También apuntó contra la política económica de Cambiemos, fustigó a la titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso y acusó a la mandataria de ocupar el tiempo de gestión en la campaña electoral. La carta completa:
Anoche la gobernadora María Eugenia Vidal volvió a mencionarme, como lo hace habitualmente. No fue durante un acto de gestión, junto a alguna de las tantas víctimas de su desgobierno, sino en un estudio de televisión en el marco de aquello que le ocupa la totalidad de su tiempo: la campaña electoral. Como otras veces y demostrando su perspectiva machista y patriarcal, mencionó mi apellido para referirse a Mónica Macha, actual senadora provincial, candidata a diputada nacional por Unidad Ciudadana, militante política y feminista, psicóloga, magister en Salud Pública, doctoranda en Salud Colectiva y exresponsable de políticas sociosanitarias en el Municipio de Morón; quien además, y entre muchas otras cosas, es mi esposa.
Curioso que la gobernadora, con su historia personal y política, demuestre semejante desprecio y ninguneo por otra mujer a quien conoce no solo por vecindad, sino por su gestión en Morón y porque muchas de las leyes que vetó o debió promulgar en estos dos años de pobre acción gubernamental, fueron producidas por la senadora Macha. Tal vez, su dedicación exclusiva a la campaña electoral de Cambiemos y a recorrer sets televisivos le hayan impedido leer con detenimiento proyectos que benefician a millones de bonaerenses. Además del desprecio por las mujeres (aún de aquellas a las que les acaricia la cabeza en los timbreos), las declaraciones preelectorales de Vidal desparraman mentiras sobre nuestra historia. La gobernadora en funciones propagandísticas me acusa de ser cómplice de mafias. No sé bien a cuáles se refiere. No sé si se trata de las que asediaron nuestra gestión en el organismo encargado de aplicar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que desplegaron una artillería mafiosa para mantenerse al margen de esa norma de la Democracia, buscando la complicidad de legisladores, dirigentes y jueces para poder conservar sus privilegios.
Tampoco sé si se refiere a las que enfrentamos cuando gobernábamos Morón, cuando fuimos reconocidos nacional e internacionalmente por nuestra lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia y la eficiencia en la gestión pública. Sobre el tema, quizás la gobernadora pueda preguntarle a la actual titular de la Oficina Anticorrupción, Laura Alonso, que tendrá en su memoria los públicos reconocimientos que hizo a nuestra labor por luchar contra las mafias enquistadas en la estructura del Estado. Es cierto que eran tiempos en los que la licenciada Alonso estaba al frente de la Fundación Poder Ciudadano y aún no había asumido como apañadora oficial de negociados, tráfico de influencias y cuentas presidenciales offshore.
Tal vez esta obsesión de Vidal por vincular mi nombre a las mafias le venga de un poquito antes. Quizás se remonte a la década de los ’90, cuando su actual jefe político Mauricio Macri era la pata empresarial del negociado de las cloacas que el exintendente Juan Carlos Rousselot le quiso imponer a los y las moronenses. Es posible que, de tanto andar entre un canal de televisión y otro, a la gobernadora se le confundan las cosas y me imagine cómplice de esos comportamientos mafiosos que tuvieron a Macri -como siempre- tratando de enriquecerse a costa del Estado y de los ciudadanos. No, gobernadora: el mafioso fue y es su jefe y los y las que lo rodean. Nosotros fuimos los que impedimos esos negociados y los que luchamos contra todas las mafias, las enquistadas en el Estado y las que hicieron fortunas desde la Patria Contratista.
Y fuimos también los que logramos reiniciar el Plan Cloacal Morón gracias a la gestión conjunta con el gobierno de Néstor Kirchner, con quien también hicimos a nuevo el Hospital Municipal, que Rousselot -el socio de Macri- había querido cerrar. De todas formas, lo más grave de Vidal no es ni su perspectiva machista ni sus mentiras sostenidas con pautas estrambóticas. Esas conductas repudiables resultan minúsculas al lado de su desprecio por la situación que padecen millones de bonaerenses, víctimas diarias del cierre de empresas y el creciente desempleo, del ajuste, la inflación y los tarifazos, de la inseguridad creciente o del ausencia total de políticas sociales eficientes. Son ellos y ellas -los y las que no pueden llegar a fin de mes ni protegerse en una base militar- quienes merecen mucho más que un aviso bien diseñado, una sonrisa impostada para la foto o el ceño fruncido para sostener una mentira. El decorado no dura para siempre.