POLITICA

UNASUR: se reunieron para hablar de la guerra, pero sólo discutieron por la TV

Por que la reunión de Bariloche terminó en fracaso. La intimidad de la cumbre.

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| Cedoc

Con el vértigo de una prenda de Feliz domingo, Bariloche se maquilló contrarreloj para la llegada de los presidentes. Desmalezamiento, chapa, pintura, líneas peatonales, retoque de banquinas, arbustos cortados a la navaja; hasta el tiempo se disciplinó con las visitas y el temporal de lluvia de tres días se detuvo milagrosamente el jueves a la mañana. En veinticuatro horas exactas, la ciudad pasó de ser una adolescente desgreñada con un buzo del hermano a una especie de Greta Garbo con sombrero, parada sobre los tacos de diez centímetros de sus Louboutin. Tres mil (sí, tres mil) efectivos de seguridad hacían de soldaditos de torta en el trayecto de 25 kilómetros que separa el fascinante Hotel Llao Llao del Centro Cívico, en la esquina de Silvio Soldán y Escribano Prato Murphy. La excitación frente al evento era tal que hasta los municipales pudieron cobrar parte de su aguinaldo de 1.300 pesos que llevaba dos meses de retraso y los había puesto a las puertas de un paro general. Unos afiches de la oficina de turismo local permitían darse una idea de lo que estaba por suceder en la Cumbre: “Bariloche, Paz” decían. Los presidentes de América del Sur llegaban aquí a discutir la guerra. Pero terminaron hablando de la televisión.

Unos días atrás, en Buenos Aires, las fuentes de la diplomacia colombiana eran claras: Alvaro Uribe no habla si no se los transmite en directo, y sin editarle el contenido. El presidente de Colombia razonaba como un periodista con una exclusiva: pero ¿qué denuncia tenía? Llegó a Bariloche acompañado del rumor de un par de tapes y un power point reveladores de la sociedad entre Hugo Chávez y las FARC. A la hora de poner la carne en el asador, sólo mostró unas fotografías de matanzas de campesinos, sin dar siquiera detalles o referencias exactas de las imágenes. Al lado, en la carpa de prensa, el debate se seguía desde unos inmensos monitores planos con la tensión de un match de lucha libre. La primera participación de Chávez estuvo antecedida por un: “Ohhhh” general, mezcla de expectativa y jubileo, la llegada del plato fuerte de la noche. Con los periodistas separados físicamente de la deliberaciones, las radios se limitaron a relatar el encuentro en balances casi deportivos: “Se esperaba una reacción más fuerte de Uribe”; “la respuesta de X fue contundente”; “el silencio de Y”, etcétera.

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